LOS ANUNCIOS DE LA TELE
El “Bar Nuevo” está repleto. Nadie se quiere perder el acontecimiento. En lo alto de la repisa, resalta el televisor que dejó a mediodía un radiotécnico recién incorporado a la experiencia audiovisual. Encima del mostrador, juguetea una amalgama de colores: el rojo oscuro del vermut, el dorado del vino joven, el blanco de los platitos ovalados, el verde de las pequeñas aceitunas, el pardo de los chocos fritos, el rosado del salchichón… Piscolabis que deleitan a los parroquianos y alivian la espera. Detrás de la barra, en forma de ángulo recto, dos jóvenes de trato amable se mueven sin cesar en su afán de complacer a la tumultuosa clientela… Algunos niños esperan el momento con ilusionada impaciencia.
Subido en una silla de madera, el técnico comienza a manipular los mandos del voluminoso receptor. La pantalla se llena de inquietos puntitos y emite un desagradable ruido… Pasan unos interminables minutos, va desapareciendo el ruido, van apareciendo unas líneas onduladas y, por fin, podemos ver las nítidas imágenes de nuestros primeros anuncios de la tele en blanco y negro, que generan una explosión de entusiasmo…