Esta
temporada los monoplazas son híbridos con un propulsor tradicional de 650
caballos con turbo, más los eléctricos, las baterías... con un reto para los
equipos: la fiabilidad.
Los coches de F-1 ya no
tienen motor. O sí. Distinto... Lo cierto es que los híbridos han llegado a la
máxima expresión de la competición. Este año, el reglamento ha cambiado y el
motor V8 atmosférico de 2,4 litros a 18.000 revoluciones por minuto y 750 CV,
que llevaba acoplado un KERS que aportaba 80 CV adicionales durante 6,67
segundos cada vuelta, deja paso a... la unidad de energía. Y es que ahora los
sistemas electrónicos, de recuperación de energía, están unidos al propulsor
tradicional y al turbo. Son todo uno.