Llegaba el otro día a mi casa
por mi carretera habitual, pese a que podía ir por varios caminos, me gustaba
pasar por esta carretera pues pasaba por uno de los pueblos más bonitos de mi
provincia.
Pero ese día tuvo algo
distinto, al ir a entrar vi una señal que me indicaba que tenía que circular
por la izquierda, realmente me causo profunda impresión, pues llevaba años
pasando por esa bonita ciudad, y no sólo eso, sino que en la primera rotonda el
cerebro me jugo una mala pasada y fui a entrar por la derecha y me encontré con
una moto de frente que casi me la llevo por delante, habiendo provocado un
tremendo accidente.
Casualidad, supongo, parados a
la salida de la rotonda se encontraba un vehículo de la policía “local-lista”,
que inmediatamente me dio el alto y a continuación me empezó a increpar y a
pedirme los papeles.
Aún aturdido por la sorpresa y
por la magnitud del siniestro que hubiera causado, no atinaba a encontrar los
papeles, casualmente conmigo iba mi hijo, estudiante de derecho, que me dijo,
tranquilo, no has hecho nada malo, esto debe ser un error, el Código de
Circulación no ha cambiado, lo tengo muy reciente, déjame que hable con el
Policía, debe ser una circunstancia excepcional, transitoria, que aún no habían
señalizado, alguna obra o similar.
Mi chico salió del coche y se
puso a hablar con el policía, y le dijo que de eso nada, que ese fin de semana
el alcalde había decidido que como su tío-abuelo nació en Inglaterra, entendía
que tenían todos un derecho inalienable a sentirse ingleses y por supuesto
circular por la izquierda, y así decidió pedir opinión a su pueblo, un pueblo
donde también tomaban muchos Gin Tonic –signo indiscutible y definitorio de su
origen-, y como repetía mucho, se sentían muy ingleses, es más –recalcaba- ven
incluso la “premier league” en la Tele, y con todos estos antecedentes que opinaran sobre si les parecía bien
cambiar el sentido de la circulación, y dicho y hecho, como tenía un primo que
había montado una tienda de informática y le podía hacer una aplicación de
móvil, de esas modernas, para que los vecinos del pueblo, opinaran, sobre el
cambio de sentido. Claro que sólo la usarían los más jóvenes pues los mayores,
bastante tenían con saber usar el whatsapp para pasarse el negro del Ídem y reírse
un rato….
Básicamente le trasladó, que,
pese a que habían votado unos, pocos, vaya los que conocían al alcalde, los que
habían estado durante treinta años acudiendo a su caseta del Rocío escuchando
sus batallitas de su tío-abuelo inglés, y los muchos visitantes del bar del
pueblo, que se les prometió podrían seguir bebiendo los gin tonic gratis
indefinidamente. Hubo algunos que le plantearon ciertas dudas: que, por
ejemplo, quién asumiría el arreglo de las carreteras, la renovación de la
señalética, los semáforos, y el resto del viario público, cuando además
recibían cada cierto tiempo subvenciones para ello del organismo regional
competente, tras oírlos brevemente los corto sobre la marcha, indicándoles, no
os preocupéis, seguirán pagando, no veis que son medio lelos, lo llevan
haciendo años, incluso a veces sin pasarle el importe de las multas que cobran
nuestros policías, son muchos años haciéndoles la cucamonas. Y por supuesto, le
increpó, que, si seguía con esas afirmaciones, carentes de cualquier sentido
ideológico con su pueblo, y claramente manipulador, debía salir rápidamente del
pueblo, pues quien no estaba a favor del alcalde, estaba contra él, y el en
concreto, despedía cierto tufillo fachoso.
Al oír estas palabras salí del
coche y no se me ocurrió otra cosas que decir en voz alta, un pelín alta,
aunque realmente con la media sonrisa puesta pues pensaba que estaba en una
cámara oculta o en un monólogo de Manu Sánchez; “Sr, Policía no puede usted
hablar en serio, llevo años viniendo por aquí, existe un código de circulación
único y a nadie con dos dedos de frente se le podría ocurrir modificar algo tan
esencial para la convivencia y sobre todo para la propia seguridad del
tráfico”.
Dicho esto, el Sr. Policía no
debió detectar mi fina ironía, y rápidamente se fue hacia mí, como gacela en
mitad de la sabana viendo que se le acercaba el tigre, me rodeo, y en apenas
dos segundos me enfundo en los grilletes al grito de “fascista”. Ojiplático me
quede.
Mi hijo, que aunque estudiante
de derecho, aun no ejercía y todavía no estaba manipulado por esos Jueces y
Fiscales, esos que le reiteran y le machacan su cerebro aun sin madurar
consignas como que: “le pese a quien pese se deben respetar las normas”, aún era
medianamente inteligente, cogió su móvil, y rápidamente llamo a la Guardia
Civil de tráfico, que afortunadamente llego en apenas unos segundos, como lo
hace ante cualquier accidente, o situación de peligro en la que nos encontremos
las personas de cualquier sexo, raza o religión, ya sea por tierra, mar o aire.
Al llegar la guardia Civil, la
policía, llamó rápidamente al Sr. Alcalde, que tardo apenas 30 segundos en
acudir, portando una flauta y seguido por millones de ratones, cuando llegó a
donde estábamos, se levantó aún más de lo chiquitito que era, y espeto: “¿qué
queréis fuerza opresora?
La Guardia Civil, en un
esfuerzo Supremo (casi de Tribunal) de mantenerse serio y no partirse de risa,
le intentaba convencer, que lo que había hecho no se podía hacer, que se
encontraba violando todo un código de circulación que era una Norma de Rango
Superior y que no se podía alterar por el capricho de una persona, o conjunto
de personas, por muy justificado que entendiera esta persona o personas que
estaba.
A lo que el Sr Alcalde, lo
único que supo decir, fue: “claro lo que yo pensaba, sois la fuerza opresora
impuesta por la Consejería, llevo años hablando con el consejero de Carreteras,
más que hablar que os quede claro, -fuerza opresora, lacayos del poder- negociando
que se me deje cambiar el sentido de la circulación, y pese a que negocio y
negocio lo único que me dice el consejero es que NO PUEDO CAMBIAR EL SENTIDO DE
LA CIRCULACION, si es que en la consejería son todo “líneas rojas”; así como
pretenden que negocie”.
Y seguía su discurso, para él
y sus acólitos que portaban banderolas de la verbena con la enseña de “YA
VOTAMOS, YA VOTAMOS” y erre que erre, que como comprenderán eso va en contra
del sacrosanto principio DE LA DEMOCRACIA, incluso la de los primeros griegos
que me apoyarían sin dudarlo –aparecía en unos “escritos” del siglo IV AdC que
nos lo reconocen- así que como sabíamos que no llegaríamos a un acuerdo, es
decir que me dieran la razón en cambiar unilateralmente el sentido de la
circulación, pues no me quedo más remedio que organizar mi propio referéndum y
esta es la consecuencia, y por supuesto es CULPA VUESTRA que estáis
condicionados por los medios de comunicación opresores, los lobbies y
multinacionales económicas y etc etc etce.(…….)
… afortunadamente en ese
momento me desperté, había sido un mal sueño, ¿o no?
Mis máximos respetos a las
fuerzas del orden, a TODAS, a la buena gente, a sus ideas -las que sean-, pero
sobre todo a la Ley que nos defiende de la arbitrariedad. La supuesta arbitrariedad
pasada no justificaría nunca la presente.