BAILEMOS UN VALS
El público que llena el
recinto aplaude a los bailarines: manos enlazadas, cabezas ligeramente
inclinadas, rostros sonrientes y despedida con airoso caminar de las parejas que
han dejado el sabor latino de la salsa en el ambiente. Con el descanso de los
focos, llega la penumbra que inunda el escenario; unas débiles sombras caminan
con sus manos prendidas y ocupan equidistantes posiciones. El retorno de la luz
nos ofrece una imagen repleta de elegancia: Los bailarines frente a las
bailarinas; la negritud de pantalones, chalecos entallados y pajaritas, que
juegan con la blancura de las camisas, frente a los colores rosa y malva de los
vestidos dieciochescos que adornan sus vuelos con ribetes negros; las manos
unidas tras la cintura frente a los brazos que se alejan de los costados.