¿RECTIFICAR NO ES DE
SABIOS?
Alexander Pope, por su poesía satírica filosófica y moral fue
uno de los poetas ingleses más reconocidos del siglo XVIII. Algunos lectores
dirán que es la primera vez que tienen noticias de este autor, sin embargo yo
me atrevería a asegurar que todos han escuchado o leído alguna vez una frase o
parte de ella que se debe a este poeta: “Errar es de humanos, perdonar es
divino, rectificar es de sabios”. A mí, personalmente, me parece una frase muy
afortunada. Y pienso que no solamente no es malo equivocarse, sino que, a
veces, resulta el mejor de los aprendizajes, aunque a algunos les provoque gran
incomodidad admitir los errores y, más aún, rectificar.
El vehículo circula por
una angosta calle de blancas paredes y estrecha acera. Al final de la angostura
aparece una bella plaza con frondoso arbolado y bancos de piedra ocupados por
ociosos tertulianos. Entre la plaza y la bocacalle, se encuentra una amplia
calzada con fluida circulación. Una señal de prohibido girar a la izquierda
obliga al conductor a rodear el extenso espacio en el que dos pequeños corren y
saltan ante la atenta mirada de sus abuelos. Es la única manera de incorporarse
a la vía principal. Bueno, hay otra: ignorar la señal de prohibición y girar, y
precisamente eso es lo que hace el imprudente conductor. A unos veinte metros,
un policía local levanta el brazo y gesticula para que se detenga junto al
bordillo de la plaza. Tras el saludo de rigor, deja caer con rostro admonitorio
la siguiente pregunta:
—Sí la he visto, para qué le voy a mentir.
—Pues las señales están para respetarlas, así que su actitud conlleva, al
menos, una sanción.
El policía le pide la
documentación y después de comprobar que se cumplen todos los requisitos:
seguro, carnet de conducir en vigor, ITV…, se dispone a rellenar el formulario
sancionador cuando escucha la voz comedida del conductor del vehículo:
—Agente, ¿me permite que le explique el porqué de la
indebida maniobra?
—Dígame, contestó el municipal con cierta impaciencia.
—Pues verá. Yo vengo
todos los sábados a comprar a esta zona y cuando avisto la señal, algún
compañero suyo me indica que puedo girar a la izquierda e incorporarme a la avenida en la que nos
encontramos. Y ya sabe, algunas veces actuamos llevados por la fuerza de la
costumbre.
El policía aclara a su
interlocutor que, según el Reglamento General de Circulación, las señales de los
agentes de la autoridad responsables del tráfico tienen prioridad y las
utilizan cuando la situación lo requiere, pero si esto no ocurre, hay que
respetar la correspondiente señalización. El conductor admite que no tiene
excusa y espera resignado la copia de la multa… Pero bien por el reconocimiento
del error sin estridencias, bien porque el agente manifestó que había tenido un
buen día por cierto acontecimiento familiar que no vienen al caso, el episodio
se cerró con una amonestación verbal:
—Caballero, voy a omitir la sanción.
Pero le recuerdo: si algún agente le indica que puede girar a la izquierda
obedezca esa indicación, pero si eso no ocurre, respete la señal.
El conductor le da las gracias y se
incorpora a la circulación poniendo el intermitente, al mismo tiempo que recuerda aliviado las dos primeras oraciones copulativas de Alexander Pope: “Errar es de humanos, perdonar es divino…”
Sobre las 7 de la mañana, el hombre despierta tras
una noche de sueño sosegado. Desenreda el auricular y lo conecta al pequeño
reproductor. Las noticias matinales de las emisoras de radio, aderezadas con
algunos comentarios, son el preludio de su información diaria. Ese día capta
especialmente su atención un desenfadado comentarista parodiador que simula una
entrevista a una mujer que en Twitter da la razón a otro usuario. Al parecer,
la señora tuiteó una opinión sobre la gestión del Gobierno ante la crisis del
coronavirus y otro tuitero le dijo que estaba equivocada y se lo argumentó. La
tuitera leyó el argumento de la otra persona y, como consideró que las razones
que esgrimía eran convincentes, no tuvo ningún inconveniente en rectificar y
admitir su error. El comentarista, continuando con la parodia, le pregunta que,
al ser la primera vez que eso ocurre en Twitter, cómo se siente después de
haber hecho una cosa así. Ella contesta con cierta circunspección que está
generando un punto de inflexión al admitir que si alguien lleva razón, se
acepta el desliz y se rectifica, aunque reconoce que no es nada fácil. El
entrevistador concluye preguntándole qué le han dicho en su casa, y ella
responde que le han hecho toda clase de reproches por su muestra de debilidad
al cambiar de opinión públicamente. El oyente esboza una sonrisa y completa en
su mente la expresión del poeta inglés: “…rectificar es de sabios”, mientras el
comentarista parodiador se despide de la audiencia con burlona solemnidad y
como si dejara en el aire la siguiente pregunta: ¿Rectificar no es de sabios?
Con
mis mejores deseos, saludos cordiales.
Fernando
Monge
fmongef@gmail.com
17/mayo/2019
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