Volkswagen
ha creado un laboratorio rodante que reúne las últimas tecnologías disponibles
para reducir al mínimo el gasto de combustible.
Lo
hemos probado y funciona sorprendentemente bien
Hace 11 años, en abril de
2002, Ferdinand Piëch, máximo responsable del Grupo Volkswagen en aquel
momento, se presentaba en Hamburgo, en la reunión anual de accionistas de su
compañía, al volante de un peculiar vehículo, porque difícilmente se le podía
denominar automóvil. El VW L1 era una especie de cockpit de avión de caza con
dos asientos en tándem, uno detrás de otro, subido en unas minirruedas. Pero el
ejecutivo más visionario que ha tenido esta industria desde Henry Ford –a él se
deben aportaciones que van desde el desarrollo de los motores TDi hasta los
cambios secuenciales de seis y siete marchas accionables desde el volante y,
sobre todo, el reparto actual de papeles entre las marcas del grupo VW– se había
desplazado desde la sede de VW, en Wolfsburg, hasta Hamburgo utilizando tan
solo 2,1 litros en los 230 kilómetros del recorrido.
Y con una media de 75 km/h
y un consumo de solo 0,89 litros cada 100 kilómetros. Entonces Piëch ya anunció
que un coche de serie con ese gasto de combustible podría ser viable en una
década. Muy pocos le creyeron.
Ha habido que esperar algo
más, aunque no mucho, apenas 11 años. Pero VW ha presentado aquel sueño hecho
realidad y Piëch lo ha presenciado en directo. Las primeras 25 unidades del
sucesor del VW L1, el XL1, se cedieron a un reducido grupo de periodistas
internacionales, solo dos españoles, para hacer un recorrido de unos 275
kilómetros entre Lucerna y Ginebra el día anterior a la apertura de la muestra
suiza de 2013. EL PAÍS fue uno de los invitados. El XL1 entrará en producción
para cumplir el reto de Piëch, pero solo en una pequeña serie de 250 unidades
con un precio todavía sin declarar, aunque seguramente prohibitivo, y si hay
más demanda, se fabricarán más.
Lo importante de este coche,
sin embargo, no serán nunca sus ventas. Su verdadero mérito es que es un modelo
frontera que explora límites desconocidos. Así, reúne las últimas tecnologías
experimentales conocidas por el hombre en una serie de disciplinas muy variadas
para ponerlas al servicio de la reducción del consumo. Y lo verdaderamente
sorprendente de todo es que, a pesar de tratarse de un laboratorio rodante, el
XL1 va de maravilla, con una calidad y funcionamiento a la altura de lo que
ofrecen muchos utilitarios de su tamaño. Y también con una facilidad de
conducción al alcance de todo el mundo. Además, la otra gran aportación de este
coche es que muchos de sus avances se irán incorporando en los próximos años a
los futuros modelos de serie de VW.
Para superar el reto de
Piëch, VW ha optimizado los tres aspectos que más inciden en el consumo de un
automóvil: aerodinámica, peso y mecánica. Y para logrado ha dado plenos poderes
a Holger Bock, que también dirigió el primer proyecto del VW L1, para coordinar
un equipo multidisciplinar formado por más de 180 ingenieros y personal de
todas las áreas.
Aunque visto de frente y en
fotografía el XL1 puede parecer un coche normal, no lo es en absoluto. Mide
3,88 metros de largo, 10 centímetros menos que un VW Polo, y 1,66 de ancho,
aunque se va estrechando por detrás como la cola de los aviones. Pero apenas se
alza 1,15 metros sobre el suelo, lo que significa que es más bajo que los
superdeportivos más radicales de Ferrari o Lamborghini. Y tiene un aspecto de
lo más peculiar que por detrás recuerda a los primeros Porsche. El conjunto se
completa con muchas sofisticaciones, como las ruedas traseras carenadas, las
dos puertas laterales tipo alas de gaviota que se abren hacia arriba o unos
minineumáticos muy estrechos diseñados expresamente por Michelin con medidas
raquíticas para lo que es habitual hoy día: 115/80/15 delante y 145/55/16
atrás. Con el objetivo de reducir al máximo la resistencia aerodinámica, se han
sustituido también los retrovisores exteriores por unas cámaras integradas en
las puertas que proyectan las imágenes a dos pantallas situadas en la zona
superior del panel interior de las puertas. El resultado es un CX o coeficiente
de penetración de tan solo 0,18, récord mundial absoluto en coches de producción.
La otra vía para conseguir
la máxima eficiencia ha sido reducir al mínimo el peso. Así, el chasis da forma
directamente a la parte central de la carrocería y está realizado en una mezcla
de plástico y fibra de carbono que VW denomina CFRP, y lleva la pintura
aplicada directamente sobre la superficie. Pero el trabajo de aligeramiento
afecta a todas las piezas del coche, con detalles tan significativos como los
asientos o las barras estabilizadoras, también de fibra de carbono, las llantas
y el soporte del salpicadero de magnesio, los frenos de discos cerámicos o las
ventanillas de plástico (policarbonato).
El tercer pilar de la
eficiencia es la mecánica, formada por un módulo híbrido enchufable (plug-in)
situado detrás de los pasajeros. La parte relativamente convencional es el
motor turbodiésel (TDI), y solo el nombre: un bicilíndrico de apenas 0.8 litros
y 48 CV que en realidad es el actual 1.6 TDi partido por la mitad y acoplado a
un cambio automático secuencial DSG de siete marchas. Y añade otro motor
eléctrico de 27 CV con unas baterías de ion litio de 5,5 kWh, una cuarta parte
de la capacidad de las que usa el nuevo Renault Zoe. En total rinde 70 CV (los
dos motores no entregan la potencia a la vez). Pero gracias a su impecable
aerodinámica y a un peso contenido, acelera de 0 a 100 km/h en 12,7 segundos y
tiene la velocidad autolimitada a 160 km/h. El módulo acciona las ruedas
traseras y permite recorrer hasta 50 kilómetros solo con las baterías. Pero lo
mejor es el consumo homologado: 0,9 litros de media (21 g/km de CO2). Y aunque
resulta algo engañoso, porque se refiere a los primeros 100 kilómetros –los 50
iniciales se recorren con las baterías–, en la práctica se puede, porque pocos
conductores superan esta cifra en sus desplazamientos diarios. Y en carretera
se pueden gastar 1,5 litros sin mucho esfuerzo (ver recuadro Al volante). Por
lo demás, las baterías se cargan en 2,5 horas en un enchufe normal y la
autonomía total de 450 kilómetros se consigue con un depósito de apenas 10
litros de gasóleo.
El XL1 solo necesita 8,4 CV
de potencia para mantener 100 km/h en llano. Y 0,1 kWh para recorrer un
kilómetro en modo eléctrico. Son los datos reales más significativos y su mejor
tarjeta de visita de este fórmula 1 de la eficiencia.
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