IR DE PICOS PARDOS
Un joven, de poco más de veinte años, da por finalizadas sus intensas carreras en el circuito arbolado del extenso parque cercano a su vivienda, y dirige sus ágiles pies, provistos de cromáticas zapatillas, a la tercera planta de su bloque… Cuando entra en el pequeño cuarto de baño, se despoja de la indumentaria deportiva y deja correr sobre su esbelto cuerpo el agua tibia de la ducha. Lentamente, pasa la toalla de baño desde la cabeza hasta los pies y seca los cabellos y la recortada barba con un secador de pelo… Vuelve a vestirse hasta completar su atuendo con un traje gris marengo y zapatos casuales, se peina y termina perfumándose con agua de colonia. Después se despide de su madre, una atractiva mujer de grandes ojos verdes, nariz recta, labios bien perfilados y melena dorada, que ronda los cuarenta y cinco años.
―¿Te vas de picos pardos? ―dijo la madre con cierta ironía.
―Voy a tomar una copa ―contestó el hijo encogiéndose de hombros.