domingo, 17 de julio de 2022

CEDA EL PASO

 



PUNTO FINAL

                                                                   


La enorme campana del reloj, ubicada en la majestuosa torre del Ayuntamiento, suena con estruendo, dando las doce campanadas. Al mismo tiempo, el tabernero va recogiendo las sillas plegables de madera para apilarlas dentro del establecimiento. La clientela comienza a salir, conversando y dando a sus movimientos una ceremoniosa actitud. Algunos engullen el último trago y otros, saborean el dorado líquido de la tierra que, en su momento, fue llevado de la viña al lagar para ser triturado y pasar el mosto a los bocoyes —barriles de gran tamaño, generalmente con madera de roble y reforzados por unas tiras de metal que los rodean a modo de cinturón—. en los que fermentará poco tiempo después y se convertirá en vino… Producto elaborado artesanalmente como ocurre en casi todos los pueblos de la comarca del Condado de Huelva.

Cuando llegan las doce campanadas, el pueblo se queda desierto. Solo se ve el caminar de algún mozo que viene de pelar la pava; o pocos beodos que, por su apego a las esencias del dios Baco, se quedan en la taberna hasta que Juan la cierra. A veces, se puede contemplar al pequeño sacerdote que, acompañado de un monaguillo, va o viene de la morada de algún enfermo que, por su gravedad, recibe el sacramento de la extremaunción.

El penetrante olor del azahar inunda la plaza. Las pobres luces de las farolas proyectan la sombra de los naranjos en los bancos de piedra que han servido, durante la jornada, para la conversación y el descanso de los mayores y el juego de los más pequeños. Un soplo de aire nocturnal provoca la caída de las florecillas blancas que forman un redondo mantel debajo de cada uno de los árboles. Un silencio sepulcral, solo interrumpido por el ladrido de algún perro, corta como un afilado cuchillo la oscuridad de la noche. Las puertas están cerradas, las luces de las casas, apagadas y los actores descansan en sus camerinos.



La poca luminosidad de las lámparas incandescentes, la ocultación de la luna y la ausencia de inoportunos nubarrones permiten que un manto de relucientes estrellas caiga sobre la plaza, como un telón que pone punto final a la función del día.

Yo también pongo punto final a la temporada y, si lo tienen a bien, nos vemos el día 11 de septiembre. Feliz verano.

Fernando Monge

17/julio/2022

fmongef@gmail.com


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