BULOS
El bulo, según el
diccionario de la RAE, es “una noticia falsa propalada con algún fin”.
Indudablemente, el fin que se persigue es que sea percibida como una noticia
verdadera. Lo podemos encontrar en los medios de comunicación: audiovisuales o
escritos, aunque es Internet el medio más popular, consiguiendo su mayor
impacto en los foros, redes sociales y en las cadenas de mensajes. Comparte significado
con los anglicismos hoax y fake. No está considerado como un
fraude, pero su divulgación masiva puede convertirlo en un elemento enormemente
destructivo que, en ciertas ocasiones, se propaga con la clara intención de
beneficiar o perjudicar a alguna persona, institución o marca de automóviles;
en este último caso, suele conllevar fines lucrativos y competencia desleal.
Algunas personas difusoras de bulos con torticeras intenciones tienen además la arrogancia de
defenderlos sin miramientos y, si alguien le demuestra con fidedignos datos
informativos que eso no es cierto, tachan al medio de tendencias partidistas y
menosprecian al que le ha dado la información… Si el discrepante insiste en que
no es bueno propagar noticias falsas porque crea confusión en la opinión
pública, el difusor del bulo replica
con altanería: “¿No estamos en democracia?, pues cada uno puede decir o
difundir lo que quiera”. Creo que con esto es suficiente para mostrar lo
difícil que es razonar con ciertos individuos. El coronavirus trae aparejadas
esas situaciones que ponen de manifiesto lo mejor y lo peor de cada uno.
¿Pero qué sabemos del coronavirus de Wuhan? Vamos a llamarlo
en principio así porque en esa ciudad china se detectó el origen del brote a
finales de diciembre. Vamos a comenzar diciendo que los coronavirus son una
familia de virus que pueden causar enfermedades como el resfriado común y que fueron
descritos por primera vez en la década de los 60 en las fosas nasales de un
paciente que padecía el más común de los resfriados. Pero el coronavirus
SARS-CoV-2 transmisor de la enfermedad conocida como COVID-19 ha creado un
estado de zozobra en todo el mundo. Ya hay más de 3 millones de casos
confirmados, Europa ha cerrado las fronteras, los contagios se extienden con
rapidez en Estados Unidos, millones de ciudadanos están confinados en sus casas
y la circulación de vehículos —exceptuando los servicios esenciales— está paralizada.
De momento se desconoce con precisión el origen del brote. Sí
parece claro que se produjo en Wuhan, pero investigadores de la Academia de
Ciencia de China han descartado, como se pensaba en un principio, que el foco
estuviera en un mercado de mariscos y pescados y ni siquiera saben con
seguridad si se mutó en algún animal antes de pasar al ser humano, aunque está
muy relacionado con dos coronavirus similares al síndrome respiratorio agudo
severo derivado del murciélago… Pero el Premio Nobel de Medicina, el virólogo
francés Luc Montagnier, defiende que el coronavirus se creó en un laboratorio,
que se contagió por un error y manifiesta que “eso de que el COVID-19 apareció
tras una contaminación ocurrida en un mercado de animales salvajes es una bella
leyenda”, concluye diciendo que el paciente cero sería un empleado del
laboratorio… ¿Un bulo?
Y es que precisamente
el desconocimiento es el principal enemigo en la lucha contra el coronavirus,
lo que provoca que casi todas las informaciones vayan acompañadas de: se piensa, se considera, se estima…
Vamos a desgranar… El El 1 de mayo, el índice de letalidad entre los contagiados,
a nivel mundial, se sitúa en el 7%. Sin embargo, según los investigadores, se considera
que como muchos casos no se registran y además la enfermedad se puede cursar de
manera asintomática, se estima que el
índice de fallecimientos puede cambiar… El virus se propaga de persona a
persona, sobre todo cuando la persona infectada tose o estornuda y sus gotículas
respiratorias llegan a la boca o a la nariz de la persona cercana, también se
pude depositar en superficies y objetos que al ser tocados con las manos
transportan la enfermedad y se piensa
que es posible contagiarse de personas asintomáticas.
Pero volvamos a los bulos.
Entre los más difundidos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) desmiente
los siguientes: La enfermedad puede transmitirse a través de picaduras de mosquitos,
la orina infantil pude proteger frente al virus, el frío, la nieve o los rayos
ultravioletas pueden matar al coronavirus… Como
la lista sería interminable, vamos a concluir dando unos breves consejos
para los que difunden bulos sin mala intención: Busquen de dónde
proceden; contrasten lo que reciben antes de reenviar, consultando fuentes
fiables; no se dejen llevar por el pánico ante titulares muy llamativos o
noticias muy alarmantes sobre la epidemia, porque una de cada tres noticias de
salud difundidas por Internet son falsas…
Hoy, 3 de mayo, cuando estamos en los prolegómenos
de la desescalada —tan aplaudida como
criticada—, ¿no creen que los países
con solvencia económica deberían ampliar sus partidas económicas en la Sanidad,
en la investigación científica y en agilizar los avances de la industria
farmacéutica para que podamos disponer cuanto antes de eficaces antivirales y,
llegado el momento, de la vacuna que mitigue o remedie la pandemia que estamos
padeciendo? Yo pienso que el aumento de esas inversiones evitaría dar pábulo a
la proliferación de bulos.
Con mis mejores deseos, saludos cordiales.
Fernando Monge
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