domingo, 3 de mayo de 2020

CEDA EL PASO


                                             BULOS



El bulo, según el diccionario de la RAE, es “una noticia falsa propalada con algún fin”. Indudablemente, el fin que se persigue es que sea percibida como una noticia verdadera. Lo podemos encontrar en los medios de comunicación: audiovisuales o escritos, aunque es Internet el medio más popular, consiguiendo su mayor impacto en los foros, redes sociales y en las cadenas de mensajes. Comparte significado con los anglicismos hoax y fake. No está considerado como un fraude, pero su divulgación masiva puede convertirlo en un elemento enormemente destructivo que, en ciertas ocasiones, se propaga con la clara intención de beneficiar o perjudicar a alguna persona, institución o marca de automóviles; en este último caso, suele conllevar fines lucrativos y competencia desleal.


Algunas personas difusoras de bulos con torticeras intenciones tienen además la arrogancia de defenderlos sin miramientos y, si alguien le demuestra con fidedignos datos informativos que eso no es cierto, tachan al medio de tendencias partidistas y menosprecian al que le ha dado la información… Si el discrepante insiste en que no es bueno propagar noticias falsas porque crea confusión en la opinión pública, el difusor del bulo replica con altanería: “¿No estamos en democracia?, pues cada uno puede decir o difundir lo que quiera”. Creo que con esto es suficiente para mostrar lo difícil que es razonar con ciertos individuos. El coronavirus trae aparejadas esas situaciones que ponen de manifiesto lo mejor y lo peor de cada uno.



¿Pero qué sabemos del coronavirus de Wuhan? Vamos a llamarlo en principio así porque en esa ciudad china se detectó el origen del brote a finales de diciembre. Vamos a comenzar diciendo que los coronavirus son una familia de virus que pueden causar enfermedades como el resfriado común y que fueron descritos por primera vez en la década de los 60 en las fosas nasales de un paciente que padecía el más común de los resfriados. Pero el coronavirus SARS-CoV-2 transmisor de la enfermedad conocida como COVID-19 ha creado un estado de zozobra en todo el mundo. Ya hay más de 3 millones de casos confirmados, Europa ha cerrado las fronteras, los contagios se extienden con rapidez en Estados Unidos, millones de ciudadanos están confinados en sus casas y la circulación de vehículos exceptuando los servicios esenciales está paralizada.

De momento se desconoce con precisión el origen del brote. Sí parece claro que se produjo en Wuhan, pero investigadores de la Academia de Ciencia de China han descartado, como se pensaba en un principio, que el foco estuviera en un mercado de mariscos y pescados y ni siquiera saben con seguridad si se mutó en algún animal antes de pasar al ser humano, aunque está muy relacionado con dos coronavirus similares al síndrome respiratorio agudo severo derivado del murciélago… Pero el Premio Nobel de Medicina, el virólogo francés Luc Montagnier, defiende que el coronavirus se creó en un laboratorio, que se contagió por un error y manifiesta que “eso de que el COVID-19 apareció tras una contaminación ocurrida en un mercado de animales salvajes es una bella leyenda”, concluye diciendo que el paciente cero sería un empleado del laboratorio… ¿Un bulo?

Y  es que precisamente el desconocimiento es el principal enemigo en la lucha contra el coronavirus, lo que provoca que casi todas las informaciones vayan acompañadas de: se piensa, se considera, se estima… Vamos a desgranar… El El 1 de mayo, el índice de letalidad entre los contagiados, a nivel mundial, se sitúa en el 7%. Sin embargo, según los investigadores, se considera que como muchos casos no se registran y además la enfermedad se puede cursar de manera asintomática, se estima que el índice de fallecimientos puede cambiar… El virus se propaga de persona a persona, sobre todo cuando la persona infectada tose o estornuda y sus gotículas respiratorias llegan a la boca o a la nariz de la persona cercana, también se pude depositar en superficies y objetos que al ser tocados con las manos transportan la enfermedad y se piensa que es posible contagiarse de personas asintomáticas.

Pero volvamos a los bulos. Entre los más difundidos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) desmiente los siguientes: La enfermedad puede transmitirse a través de picaduras de mosquitos, la orina infantil pude proteger frente al virus, el frío, la nieve o los rayos ultravioletas pueden matar al coronavirus… Como  la lista sería interminable, vamos a concluir dando unos breves consejos para los que difunden  bulos sin mala intención: Busquen de dónde proceden; contrasten lo que reciben antes de reenviar, consultando fuentes fiables; no se dejen llevar por el pánico ante titulares muy llamativos o noticias muy alarmantes sobre la epidemia, porque una de cada tres noticias de salud difundidas por Internet son falsas…

Hoy, 3 de mayo, cuando estamos en los prolegómenos de la desescalada tan aplaudida como criticada, ¿no creen que los países con solvencia económica deberían ampliar sus partidas económicas en la Sanidad, en la investigación científica y en agilizar los avances de la industria farmacéutica para que podamos disponer cuanto antes de eficaces antivirales y, llegado el momento, de la vacuna que mitigue o remedie la pandemia que estamos padeciendo? Yo pienso que el aumento de esas inversiones evitaría dar pábulo a la proliferación de bulos.

Con mis mejores deseos, saludos cordiales.

Fernando Monge

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