domingo, 5 de mayo de 2019

CEDA EL PASO


DE LA PESETA AL EURO




Para que el recorrido de la peseta al euro no se convierta en un maremágnum difícil de digerir, vamos a recurrir a una costumbre que nos ha dejado la moneda europea… el redondeo… Y cuando hablemos de cantidades, lo haremos en la misma unidad monetaria, con los cálculos hechos y, naturalmente, la unidad elegida es la que actualmente utilizamos… el euro.



Nos situamos en la década de los 60, cuando la llegada de la televisión,  fenómeno de comunicación audiovisual, dio un giro a nuestras vidas. Como los precios de los televisores no estaban al alcance de las familias, los primeros aparatos se instalaron en los bares, que destinaban un recinto, más o menos amplio, al uso y disfrute de las personas de cualquier edad o sexo. El acceso a ese recinto nos obligaba consumir alguna bebida —vaso de refresco, copa de vino o café—, que suponía el desembolso de 1 céntimo… En 1965, el salario mínimo interprofesional (SMI) —que comenzó su andadura en 1963— no llegaba a los 11 euros mensuales.

A mediados de la década de los 70, los sueldos habían experimentado un notable incremento, y la persona que tenía un salario medianamente digno disfrutaba de unos ingresos que oscilaban entre los 75 y los 90 euros mensuales, más dos pagas extraordinarias.  Esos ingresos le permitían pagar la vivienda que había comprado a comienzos de la década por 5.000 euros y que, después de abonar la entrada de rigor con los pequeños ahorrillos de varios años, le había dejado 180 letras de 25 euros mensuales. Si tenemos en cuenta que la cesta de la compra, para algo más de una semana, se llenaba con 6 euros, también se podía permitir la compra de su primer coche. El mercado del automóvil ofrecía una gama de vehículos de segunda mano al alcance de ciertas economías. Por ejemplo, un Seat 600 con cuatro años de rodaje costaba 360 euros, y si ya había agotado los ahorrillos con la compra del piso, lo podía pagar en cómodos plazos de 15 euros mensuales durante dos años, recurriendo a las socorridas pagas extras.

Teniendo en cuenta que la situación económica y social de esas décadas mostraba una apreciable diferencia coyuntural con la que teníamos cuando llegó el euro, convengamos que los párrafos anteriores son únicamente nostálgicos recuerdos que no reflejan con rigor los efectos dolosos que para la economía familiar supuso la llegada del euro...

Desde 1999, el euro es la moneda oficial de las instituciones de la Unión Europea. España acuñó monedas, fechadas en 1999, 2000 y 2001, que no se pusieron en circulación hasta el año 2002. Mientras tanto, estuvieron depositadas en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. La Nochevieja de 2001, TVE  nos brindó un spot de bienvenida a la nueva moneda que iba a entrar en vigor al día siguiente… Así que el 1 de enero de 2002, día festivo, se introdujeron los billetes y monedas de euro en nuestro país… Abrieron los bancos, hubo colas en los cajeros… Comenzó la muerte de la peseta, la entrañable “rubia” que dejó detrás 133 años de historia. Después de dos meses de confusa convivencia, el día 1 de marzo de 2002, el euro se convirtió en la única moneda válida, y la peseta se fue retirando silenciosamente, hasta morir arrollada por la engreída moneda europea… Muchos lloramos esa marcha, no por motivos sentimentales, sino económicos.

El efecto fue inmediato. En el bar, la caña de cerveza y el café pasaron, en dos semanas, de 60 a 90 céntimos; la factura del almuerzo con el menú del día cambió de 4 o 5 euros, a 9; en el autobús, la tarjeta de 10 viajes, que no llegaba a los 4 euros, subió a 6 o 7; En la compra del mercado, el pack de cuatro yogures cambió su precio de 60 céntimos a 1 euro. Manejábamos monedas y billetes, comparándolos con los de la peseta, que producían un efecto engañoso, y disculpen que ahora sí utilice las dos monedas… Nos parecía que 1 euro eran 100 pesetas; 10 euros, 1.000 pesetas; 20 euros, 2.000 pesetas y 50 euros 5.000 pesetas.

En definitiva, la llegada de la nueva moneda propició una importante subida de los precios y, además, nos vimos inmersos en una gran confusión de cálculos monetarios… Como botón de muestra, les voy a contar una anécdota que ocurrió en un establecimiento de copas y máquinas recreativas, cuando ya había transcurrido casi un año de compras y ventas con la moneda europea. Entre el olor a tabaco y los pitidos de los juegos, un hombre, que agitaba su copa de vino, sentenció en voz alta para dar mayor credibilidad a sus palabras: 

—Andáis equivocados cuando afirmáis que el euro ha encarecido el mercado… Un cliente mío se compró un Seat León el año pasado y pagó casi 2 millones de pesetas. Pues bien, otro cliente se compró un modelo exactamente igual hace un mes, y le costó solamente 15.000 euros… ¿Qué os parece? —preguntó a la concurrencia, mientras acercaba satisfecho el líquido dorado a la comisura de sus labios.

Con mis mejores deseos, saludos cordiales.

Fernando Monge
5/mayo/2019
Sus comentarios, opiniones o vídeos serán muy bien acogidos en mi dirección de correo:
fmongef@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Solo comentarios relacionados con la información de la página.