DE LA PESETA AL EURO
Para
que el recorrido de la peseta al euro no se convierta en un maremágnum difícil de digerir, vamos a
recurrir a una costumbre que nos ha dejado la moneda europea… el redondeo… Y
cuando hablemos de cantidades, lo haremos en la misma unidad monetaria, con los
cálculos hechos y, naturalmente, la unidad elegida es la que actualmente
utilizamos… el euro.
Nos
situamos en la década de los 60, cuando la llegada de la televisión, fenómeno de comunicación audiovisual, dio un
giro a nuestras vidas. Como los precios de los televisores no estaban al
alcance de las familias, los primeros aparatos se instalaron en los bares, que
destinaban un recinto, más o menos amplio, al uso y disfrute de las personas de
cualquier edad o sexo. El acceso a ese recinto nos obligaba consumir alguna
bebida —vaso de refresco, copa de vino o café—, que suponía el desembolso de 1
céntimo… En 1965, el salario mínimo interprofesional (SMI) —que comenzó su
andadura en 1963— no llegaba a los 11 euros mensuales.
A mediados
de la década de los 70, los sueldos habían experimentado un notable incremento,
y la persona que tenía un salario medianamente digno disfrutaba de unos
ingresos que oscilaban entre los 75 y los 90 euros mensuales, más dos pagas extraordinarias. Esos ingresos le permitían pagar la vivienda
que había comprado a comienzos de la década por 5.000 euros y que, después de
abonar la entrada de rigor con los pequeños ahorrillos de varios años, le había
dejado 180 letras de 25 euros mensuales. Si tenemos en cuenta que la cesta de
la compra, para algo más de una semana, se llenaba con 6 euros, también se
podía permitir la compra de su primer coche. El mercado del automóvil ofrecía
una gama de vehículos de segunda mano al alcance de ciertas economías. Por
ejemplo, un Seat 600 con cuatro años de rodaje costaba 360 euros, y si ya había
agotado los ahorrillos con la compra del piso, lo podía pagar en cómodos plazos
de 15 euros mensuales durante dos años, recurriendo a las socorridas pagas
extras.
Teniendo
en cuenta que la situación económica y social de esas décadas mostraba una apreciable
diferencia coyuntural con la que teníamos cuando llegó el euro, convengamos que
los párrafos anteriores son únicamente nostálgicos recuerdos que no reflejan
con rigor los efectos dolosos que para la economía familiar supuso la llegada
del euro...
Desde
1999, el euro es la moneda oficial de las instituciones de la Unión Europea.
España acuñó monedas, fechadas en 1999, 2000 y 2001, que no se pusieron en
circulación hasta el año 2002. Mientras tanto, estuvieron depositadas en la
Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. La Nochevieja de 2001, TVE nos brindó un spot de bienvenida a la nueva
moneda que iba a entrar en vigor al día siguiente… Así que el 1 de enero de
2002, día festivo, se introdujeron los billetes y monedas de euro en nuestro
país… Abrieron los bancos, hubo colas en los cajeros… Comenzó la muerte de la
peseta, la entrañable “rubia” que dejó detrás 133 años de historia. Después de
dos meses de confusa convivencia, el día 1 de marzo de 2002, el euro se
convirtió en la única moneda válida, y la peseta se fue retirando
silenciosamente, hasta morir arrollada por la engreída moneda europea… Muchos
lloramos esa marcha, no por motivos sentimentales, sino económicos.
El
efecto fue inmediato. En el bar, la caña de cerveza y el café pasaron,
en dos semanas, de 60 a 90 céntimos; la factura del almuerzo con el menú del
día cambió de 4 o 5 euros, a 9; en el autobús, la tarjeta de 10 viajes, que no
llegaba a los 4 euros, subió a 6 o 7; En la compra del mercado, el pack de
cuatro yogures cambió su precio de 60 céntimos a 1 euro. Manejábamos monedas y
billetes, comparándolos con los de la peseta, que producían un efecto engañoso,
y disculpen que ahora sí utilice las dos monedas… Nos parecía que 1 euro eran
100 pesetas; 10 euros, 1.000 pesetas; 20 euros, 2.000 pesetas y 50 euros 5.000
pesetas.
En
definitiva, la llegada de la nueva moneda propició una importante subida de los
precios y, además, nos vimos inmersos en una gran confusión de cálculos
monetarios… Como botón de muestra, les voy a contar una anécdota que ocurrió en
un establecimiento de copas y máquinas recreativas, cuando ya había
transcurrido casi un año de compras y ventas con la moneda europea. Entre el
olor a tabaco y los pitidos de los juegos, un hombre, que agitaba su copa de
vino, sentenció en voz alta para dar mayor credibilidad a sus palabras:
—Andáis
equivocados cuando afirmáis que el euro ha encarecido el mercado… Un cliente
mío se compró un Seat León el año pasado y pagó casi 2 millones de pesetas.
Pues bien, otro cliente se compró un modelo exactamente igual hace un mes, y le
costó solamente 15.000 euros… ¿Qué os parece? —preguntó a la concurrencia,
mientras acercaba satisfecho el líquido dorado a la comisura de sus labios.
Con
mis mejores deseos, saludos cordiales.
Fernando
Monge
5/mayo/2019
Sus
comentarios, opiniones o vídeos serán muy bien acogidos en mi dirección de
correo:
fmongef@gmail.com
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