domingo, 19 de agosto de 2018

CEDA EL PASO


                                       EL 15 DE AGOSTO



El caluroso transcurrir del mes de agosto se aproxima a su ecuador. Cuando el sol se oculta tras las blancas casas, el suave viento del oeste invita a los lugareños a transitar por las calles, a sentarse en los bancos de hierro fundido ubicados junto a las farolas en la Plaza de la Cruz, a refrescarse con las doradas cervezas en el mostrador de la taberna, a dirigirse a la iglesia para participar en la piadosa  novena que presagia la llegada de las fiestas patronales…



La vida cotidiana cobra más vigor con las “reñidas” competiciones  que se celebran en los prolegómenos del 15 de agosto: los animados partidos de fútbol 7 en las remozadas instalaciones del Polideportivo,  el inconfundible sonido de las fichas de dominó en la Plaza de Andalucía, el blanco y negro de las dieciséis piezas móviles sobre los tableros de ajedrez en el Edificio Polivalente, las artísticas fotografías en  la sala de exposiciones del Ayuntamiento, el brío de los corredores por la calles angostas…

En la tarde del día 14, la fiesta se traslada al Prado…  Los diestros jinetes, jaleando a sus veloces caballos, dirigen la pica de madera a la anilla que cuelga bajo el carrete en el que se enrolla la seda… Es el trajín de las carreras de cintas, inspiradas en los torneos y justas de la época medieval. Al anochecer, se suceden los actos en el improvisado escenario instalado en el centro del pueblo: Saluda del  Sr. alcalde, pregón de las fiestas estivales, entrega de premios a los ganadores de las actividades programadas  y canciones de un grupo músico-vocal que convierten el ágora en una verbena… Cuando el relente de la madrugada salpica los alborozados rostros con menudas gotas de rocío, un armazón metálico con sus elementos pirotécnicos —surtidores con chorros de chispas,  cohetes carretilla o buscapiés, rueda de fuego fijo—, transportado por un atrevido fortachón, provoca divertidas carreras y chamusca algunas camisas… El toro de fuego cierra la velada del día de víspera.

Los instrumentos de viento, de cuerda y de percusión alegran las calles festivas… Los uniformes blancos y las gorras de plato de la agrupación musical se dirigen a la puerta del templo para acompañar a la Virgen en su religiosa procesión. Los habitantes censados, los que han vuelto por unos días al lugar de sus orígenes, los amigos de otras localidades… viven con entusiasmo la celebración del 15 de agosto.

De pronto, cuando la campana del reloj da las diez de la noche y el día de la Asunción está en su máximo esplendor, el lugar se estremece y habla:

—Al parecer han fallecido los cuatro.
—¿Pero de qué habláis?
—El hijo del frutero, que era el conductor, su novia, su cuñada y un amigo de la familia, que llegó hace algunos días a pasar las fiestas, han tenido un accidente en la carretera que nos une con el pueblo vecino.
—Sí. Dicen que el coche se ha estrellado contra un árbol. Ya sabéis, el consumo de alcohol y el exceso de velocidad son malos compañeros de viaje, y aseguran que, en este caso, se unieron las dos cosas.
—¿Pero a qué iban allí?
—A nada. Estaban tomando unas copas y, de pronto, decidieron coger el utilitario y dar una vuelta.
—¿Y nadie intentó impedirlo?
—Cuando las cuatro víctimas salieron del bar, sus amigos no podían sospechar que iban en dirección al automóvil que estaba aparcado a más de 50 metros. Sorprendidos y preocupados, los impotentes espectadores contemplaron como los insensatos se perdían a toda pastilla buscando la carretera.
—¿Y cómo os habéis enterado del siniestro?
—A los pocos minutos de la partida, el repartidor del gas, que se acercaba con su mercancía, presenció el choque. Llamó a la Guardia Civil de Tráfico y a la Policía Local. No intervino porque vio los cuerpos atrapados en un amasijo de  chatarra.
—Cállate, hombre, que me estoy mareando.
—Mal día para viajar. Algunas personas que se ven obligadas a hacerlo por razones de trabajo —reparto, asistencia sanitaria, seguridad…— o por las tradicionales visitas familiares, toman las máximas precauciones; pero los que realizan salidas improvisadas, bajo los efectos del alcohol, cometen una grave imprudencia… Una grave imprudencia que, esta noche, ha cubierto con un manto de tristeza el natural regocijo del 15 de agosto.

Familia de TODOMOTOR, que sean felices el 15 de agosto, los días previos y los posteriores. Si lo desean, nos reencontramos en septiembre.

Fernando Monge
22/julio/2018
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