sábado, 10 de marzo de 2018

CEDA EL PASO



                           
COHERENCIA



El diccionario de la RAE nos ofrece las siguientes definiciones de la palabra coherencia: 1. “Conexión, relación o unión de unas cosas con otras”. 2. “Actitud lógica y consecuente con los principios que se profesan”. Aparecen otras definiciones que están relacionadas con la Física o la Lingüística y que, por tanto, no vienen al caso con lo que nos proponemos en este artículo. Para terminar nuestra consulta con la RAE, comprobamos que una persona coherente es la “que tiene coherencia”. Dicho con palabras más coloquiales, una persona coherente es la que hace lo que dice, tiene valores y principios firmes, transmite sinceridad y es de fiar. Una persona  incoherente es la que dice una cosa, pero hace la contraria, promete lo que no cumple, dice algo que no siente por quedar bien con su interlocutor y, como crea falsas expectativas, acaba decepcionando.



No pretendo llevar estas definiciones al controvertido campo de la política —minado de incoherencias—, esa tarea se la dejo a otras personas que son especialistas en la materia. Mi intención es acercar estos términos a nuestra vida cotidiana: familia, amigos, vecinos… Todos debemos ser conscientes de que con nuestro comportamiento —coherente o incoherente— estamos forjando la educación de la infancia, que aprende mucho más de nuestros actos que de las palabras que escucha. Y, naturalmente, me traslado con todo el bagaje de conceptos a la educación vial que es un escenario propicio para dar muestras diarias de coherencia o incoherencia, cuando actuamos como conductores, motoristas, peatones…

Después de unos días de persistentes lluvias, el recién estrenado mes de marzo nos ofrecía una mañana despejada, fría y ventosa… Juan regresaba de su habitual paseo por el parque del Tamarguillo, cuando se encontró con Antonio en la calle Liria, cerca de la casa de repuestos para automóviles:

—Buenos días, Antonio.

—Hola, Juan, me alegro de verte. Llevo un rato observando que habiendo un paso de cebra allí y otro aquí —dijo Antonio señalando a derecha e izquierda—, casi nadie los utiliza.

—Es que somos muy comodones. Por no caminar unos metros, corremos un riesgo innecesario —comentó Juan.

—Pero hay que ser responsables. Fíjate en ese hombre, con lo torpe que está y lo mayor que es, cruzando por donde no debe. Así pasan las cosas —Antonio continuó embalado—. Mira esa chica, dale que te pego al móvil, atravesando la calle sin miramiento; ¡anda!, ahora la señora con el carrito de la compra; y ese cuarentón tan bien vestido y con aspecto de muy formal, también se lanza al asfalto, ¡qué barbaridad!

—Entre las personas que no utilizan el paso de peatones y los conductores que no se paran cuando deben hacerlo, estamos arreglados —dijo Juan.

De pronto, con un salto y un carrerita, Antonio cruzó la negrura de la calle, provocando el frenazo de un vehículo.

—¡Oiga! ¿Por qué no utiliza el paso de cebra? —dijo el conductor con la cara descompuesta por el susto.

—¡A ti que te importa! Tu obligación es ir pendiente de la circulación     que para  eso tienes un carné             —y dirigiéndose a su  amigo     le  aclaró—: Siempre utilizo el paso de cebra, Juan, lo que ocurre     es que hoy llevo mucha prisa. Tengo que hacer unas gestiones         antes de recoger a mi nieto en la puerta del colegio.

Juan con cara de sorpresa y cierta sorna se dijo a sí mismo: “¡Qué falta de coherencia!”.

Familia de TODOMOTOR, feliz semana.


Fernando Monge
10/marzo/2018
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