miércoles, 28 de agosto de 2013

¿SE PUEDE CONDUCIR TRANQUILO EN ESPAÑA?

Todos los años, en verano, hago unos cuantos viajes hacia Levante y cada año me llevo nuevas sorpresas sobre el tráfico y las carreteras en esa zona de España. Con el paso de los años las carreteras han mejorado mucho, incluso se ven excesos en algunas regiones de la zona costera.

Hace unos pocos años solo había una buena carretera para ir a Valencia, otra para Alicante y para llegar a la zona de Málaga resultaba algo más complicado.  Y ahora casi para cada provincia costera hay una carretera desdoblada desde Madrid. Eso ha supuesto fuertes inversiones, una parte de ese déficit que España arrastra.


Sin embargo, todas esas inversiones no han logrado que se mejore la circulación y, sobre todo, conseguir una conducción más tranquila y serena. Un primer ejemplo es la carretera de Valencia, la A3. Es una autovía con un trazado razonablemente bueno, pero que tiene un problema: en los meses de verano tiene mucho tráfico y precisamente en los meses de verano es cuando se hacen todas las obras de mantenimiento.

Este año había al menos doce o quince tramos señalizados como de obras, con velocidades límite de 100, 80 y 60 km/h. Pero es lo mismo que ocurre todos los años, que las obras se hacen entre junio y octubre, en los momentos de máxima circulación. Los conductores, además, están hartos de estas obras, y como casi nunca hay un radar en esas zonas, aunque sean muy peligrosas, mantienen la misma velocidad de 120 km/h. O lo más que hacen es levantar un poco el pie del acelerador y la dejan en 100 o 110 km/h. Pero ni un solo coche, ni camión, ni tampoco autobús,  baja de los 100 km/h y les repito que el límite es de 60 km/h.

Es una auténtica locura que los coches estén haciendo desvíos muy peligrosos y estrechos, con muros de hormigón a ambos lados, y a 120 km/h. Pero si uno frena “le pasan por encima” el resto de los vehículos. Pero lo que tampoco tiene ningún sentido es que cada año se tarde más en llegar al destino en la costa y que cada vez sea más peligroso el viaje.

Para completar la falta de serenidad en las carreteras españolas, el ministerio de Fomento ha llenado esa carretera, y todas las de España, de señales con límites de velocidad diferentes del genérico de 120 km/h para una carretera de tipo autovía. Y el resultado es el caos más absoluto: la gente circula a 120 km/h en las zonas más conflictivas de obras y cuando se llega a una zona normal se sube a 130 o 140 km/h. Y eso es genial para la DGT porque empiezan a caer multas, multas y más multas con los radares instalados.

Cuando la DGT ha alabado en varias ocasiones el uso de los programadores de velocidad en los coches yo creo que lo ha hecho con cachondeo. Es imposible hacer el recorrido entre Madrid y Valencia llevando más de diez minutos seguidos el programador de velocidad en 120 km/h, pero no porque haya muchos coches, sino porque hay cientos de señales de limitación de velocidad específicas que acaban volviéndonos locos hasta que “pasamos” de ellas.

Cuando se llega a la carretera A7, la autopista de la costa, es una vergüenza. Carretera de tres carriles y arcenes al menos en la zona entre Valencia y Alicante, con bastante tráfico en los meses de verano y en horas punta. Con una cierta frecuencia hay señales de limitación específicas de 100 km/h, que parecen puestas al azar porque no hay ninguna razón para limitar la velocidad en esa zona por un cruce o por una salida. Bueno, en realidad si hay un razón importante, un radar perfectamente instalado en el lateral de la autopista que va sumando y haciendo caja.

Les hablaba al principio de que hay carreteras que son excesivas. Hace años el recorrido entre Lorca y Aguilas era una carretera sin desdoblar por la que se circulaba a 90 km/h. Ahora es una flamante carretera de calzada desdoblada de 110 km/h, pero en la que hay una buena parte del recorrido limitado a 100 km/h y unas cuantas zonas de 80 km/h. En ese recorrido hay dos radares fijos, en las zonas de 80 km/h, y un radar móvil de la Guardia Civil que hace su agosto en los meses veraniegos. Incluso en la subida, aún mucho menos peligrosa, hay un radar fijo.

La pregunta que yo me hago cada año cuando hago estos viajes hacia la zona de Levante es si realmente merece la pena tener estas carreteras, haber mejorado mucho en infraestructuras para que cada vez circulemos más despacio y con menor serenidad.

Cuando un conductor alemán hace un viaje por su país, lo hace con mucha serenidad, tiene buenas carreteras, buenos coches, unos conductores a su alrededor que saben circular por la derecha y dejar distancia de seguridad, señalizar las maniobras, mirar el retrovisor. Llega tranquilo a su destino porque todo funciona bien, salvo que haya un accidente.

España es el polo opuesto. El conductor español que sale de Madrid, por ejemplo, con su familia y en su coche para ir a una ciudad costera, va permanentemente con el miedo en el cuerpo. Miedo por el estado de las carreteras, por la falta de mantenimiento o en el caso de la A3 de Madrid a Valencia por el excesivo mantenimiento que “sufre” todos los veranos, por el exceso brutal de señales de tráfico que llenan las carreteras de límites y de avisos que no sirven más que para despistar. Por los conductores, que en general cumplen poco las normas y sobre todo la de mantener la distancia de seguridad.

Y por supuesto por los radares que, tanto en su versión fija en los pórticos como en los que llevan cada día más coches de la Guardia Civil, han tomado las carreteras españolas. Esos radares son una auténtica lotería para los conductores.

Este mes de agosto he hecho cuatro viajes a distintas zonas de Levante, incluso uno de ellos con un detector de radar que todavía es legal en el coche y quería probar cómo funciona. No he cometido ningún exceso en esos viajes, pero el próximo mes tendré que estar pendiente por si llega una multa, o dos, o tres. Y lo mismo les ocurre a todos y cada uno de los conductores que hayan hecho algún viaje por cualquier zona de España este verano.

Pero esto tiene que cambiar. Más educación vial para los niños desde párvulos, más formación para los conductores, más cursos de perfeccionamiento y sobre todo menos señales de tráfico. Un experto en seguridad vial comentaba hace unos meses que los consejos para los conductores deben ser muy escuetos, un solo consejo y muy fácil de aprender, pero no un listado porque al final se olvidan.

Y con las señales de límite de velocidad pasa lo mismo. Si es una autovía, el límite es de 120 km/h. Si hay una zona con tres curvas peligrosas, pero de verdad, entonces hay que poner veinte señales de 80 km/h para que todo el mundo las vea y pase despacio… pero sobre todo hay que quitar esas curvas peligrosas lo antes posible.


En el puerto de Somosierra, en el límite de la  Comunidad de Madrid, hay una bajada con una señal de 80 km/h muy poco visible y un radar que caza a casi todos los coches que pasan por allí. En la bajada de la carretera de Valencia, la A3, hacia la costa, hay una señal de 100 km/h, una solo, y tres radares diferentes por si acaso algún despistado no ha visto la señal. Pero esto se tiene que acabar.
/elConfidencial

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