ATARDECER
La plaza del pueblo recibe la llegada del atardecer con un soplo de brisa fresca que acaricia los rostros serenos de los habitantes del apacible lugar.
Ahora, el teatro de la plaza se ha convertido en un circo de cuatro pistas... En cada una de estas pistas se puede disfrutar de un espectáculo diferente: En una de ellas, aparecen niños que saltan a “piola”; en otra, las niñas juegan a la rueda; más allá, en las aceras colindantes, algunas madres inquietas reclaman el regreso al hogar de la alborotada chiquillería; y por las calles, se puede presenciar el caminar cansino de los labradores que regresan a casa, reflejando en sus semblantes la fatiga acumulada tras una dura jornada de trabajo. Fuera de las pistas, en el interior de la barbería, entran los hombres para arreglarse el cabello, rasurarse la barba o, simplemente, para participar en la tertulia que todas las noches se entabla en el pequeño habitáculo.