EN LA MEDIDA DE LO POSIBLE
Poco después de las siete de la mañana, descorro la cortina del salón y contemplo un bello espectáculo: Los coches están cubiertos con una tenue capa blanca que brilla con las luminarias del alumbrado público, mientras el sol duerme a la espera del amanecer. Los más madrugadores intentan quitar el hielo del parabrisas con más o menos acierto y, en algunos casos, con síntomas de evidente desesperación. En Sevilla este fenómeno atmosférico no es muy frecuente, y coge a la mayoría de los usuarios desprevenidos. Los más precavidos arrancan el coche, conectan la calefacción con el motor al máximo y dirigen el flujo del aire hacia el parabrisas, otros rocían el cristal con alcohol, algunos utilizan rasquetas de plástico y los más desconcertados piden ayuda. Poco a poco todos inician la marcha para dirigirse a sus puestos de trabajo o para realizar cualquier otra gestión.
Después del aseo personal y del desayuno, bajo a la calle para caminar. Bien abrigado porque el frío es más intenso de lo habitual y, naturalmente, sin dejar detrás la mascarilla. La calle muestra una inusitada belleza cuando el sol se asoma tímidamente entre los bloques de pisos… El cromatismo de las hierbas con su gama de colores: verde, pardo y blanco; los charcos helados de la lluvia caída el día anterior; las finas serpentinas de carámbanos que cuelgan en algunos balcones… Hacía años que no contemplábamos esas imágenes en la ciudad, y hacía tiempo que no padecíamos un mes de enero tan frío. Consulto el móvil y refleja 4 grados centígrados. A pesar de la baja temperatura, somos muchas las personas que caminamos envueltas en nuestras indumentarias invernales…
Después de un mes de febrero que, de alguna manera, no ha hecho mucho honor a su calificativo de loco, hemos recorrido la primera quincena de marzo con un tiempo muy parecido: mucha humedad, abundantes nubarrones, lluvias dispersas, pocas veces intensas, y temperaturas moderadas, con algunas mañanas frías y ciertas tardes calurosas.
Cuento todo esto porque los fenómenos meteorológicos son inevitables. Si enero es frío, es frío; si febrero es incierto, es incierto; si marzo es ventoso, es ventoso. No nos queda otro remedio que ir adaptando nuestro vestuario a las circunstancias climatológicas que se vayan presentando, es lo único que podemos hacer. Pues, aunque hay un bonito y tradicional refrán que, con algunas variantes, dice: “Enero heloso, febrero hebroso, marzo airoso y abril lluvioso sacan a mayo florido y hermoso”, no deja de ser un mensaje basado en la experiencia, pero carente de riguroso cumplimiento, pues después el tiempo será el que nos depare la Madre Naturaleza, y nosotros no podemos hacer nada para cambiarlo y ajustarlo a lo que dice el refrán.
Pero hay situaciones en la vida en las que sí podemos hacer un ejercicio de responsabilidad para mejorar el panorama que se nos presenta. Un ejemplo de ello es el Covid-19, que precisamente hoy hace justo un año que se decretó el estado de alarma. ¿Y cómo podemos colaborar en la no propagación del virus los ciudadanos de a pie? Tomando las precauciones adecuadas, informándonos bien para protegernos, cuidando de quienes nos rodean, siguiendo las recomendaciones de los organismos de salud pública de nuestra zona y tomando las siguientes medidas:
Lavarnos las manos con frecuencia, mantener la distancia de seguridad, utilizar mascarilla, no tocarnos los ojos, la nariz o la boca, quedarnos en casa si no nos encontramos bien y, en caso de que tengamos fiebre tos o dificultad para respirar, buscar atención médica. Yo, francamente, no veo tan complicado el cumplimiento de estas normas sanitarias… Nos estamos jugando nuestra salud, la de nuestra familia y la de todos los ciudadanos.
Otra situación en la que podemos colaborar, por responsabilidad y sensatez, es en la circulación vial. Verán, como escribí en otro artículo, yo tengo delante de la terraza de mi vivienda una carretera de circulación constante que está limitada a 50 km/h, y enfrente hay un polideportivo en el que se practica principalmente el fútbol. Para cruzar la carretera existe un semáforo. Todo normal, ¿no?... Pues no. Para comenzar, excepto cuando la densidad de la circulación lo impide, pocos vehículos respetan el límite de velocidad, y algunos lo superan con creces. En cambio, si nos trasladamos al semáforo, la mayoría de los peatones respetan las normas y esperan pacientemente que se abra el paso para ellos. Numerosas camisetas multicolores atraviesan la carretera… Son muchos los niños que van acompañados de sus padres. Se cierra el paso y se detiene el desfile. De pronto, un treintañero con chándal azul marino y calzado deportivo de color blanco, mira a derecha e izquierda y, como no se avista ningún coche, atraviesa hacia la puerta del recinto deportivo con una ligera carrerita y un niño asido de cada mano. Mal ejemplo para los retoños y algunos reproches de los que esperan por el peligro que conlleva la imprudencia… ¿Tanto cuesta esperar unos segundos?... Juzguen ustedes.
Con mis mejores deseos, saludos cordiales.
Fernando Monge
fmongef@gamail.com
14/marzo/2021
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