Según los expertos del Think Tank Movilidad de la Fundación Corell, el transporte público ha sido injustificadamente estigmatizado durante la pandemia, provocando un desequilibrio del reparto modal hacia el vehículo particular, lo que supone un riesgo para la calidad del aire y la salud
Según los expertos del Think
Tank Movilidad, a pesar de haberse demostrado un sector esencial durante estos
meses para garantizar la movilidad de los trabajadores esenciales, se han difundido
una serie de mitos que han extendido el miedo al contagio en el transporte
público y han provocado una lenta recuperación de la demanda, tras la caída sin
precedentes durante el confinamiento. "Estas alertas se basan en dos
estudios que han sido rápida y rotundamente contestados. Sin embargo, el daño
reputacional ya estaba hecho y ahora resulta realmente difícil cambiar la
opinión de los ciudadanos no informados".
La injustificada
estigmatización del transporte público
Aunque aún quedan muchas dudas
en torno a las vías de transmisión del virus, las últimas evidencias apuntan a
la vía de transmisión aérea, para la cual el método más eficaz de prevención es
el uso de la mascarilla y garantizar una ventilación adecuada.
Awad y González afirman:
"A pesar de la estigmatización injustificada del transporte público, las
partes interesadas del sector están comprometidas con recuperar la confianza y
tranquilizar a los pasajeros. Así, desde el inicio de la crisis, las
autoridades y operadores de transporte público han estado trabajando para
garantizar la seguridad del mismo: adaptando la oferta de transporte, escalando
y reforzando los procedimientos de limpieza y desinfección de vehículos y
estaciones, proporcionando equipos de protección de personal a su personal e
incluso a los pasajeros, instalando dispensadores hidroalcohólicos en las
estaciones, asegurando que los viajeros usen su máscara de manera eficiente,
aumentando el nivel de ventilación natural y renovación del aire, acelerando la
digitalización de sus operaciones y el despliegue de herramientas informáticas
para monitorear mejor el número de viajeros y proporcionar información horaria
sobre ocupación para evitar vehículos abarrotados, proporcionando facilidades
de pago sin contacto y proporcionando una comunicación transparente hacia el
público y su personal. Gracias a estas medidas, los estudios llevados a cabo en
Japón, Corea del Sur, Hong Kong, Austria y Francia apuntan a un riesgo de
contagio que parece situarse entre el 1% y el 0,005%, una probabilidad incluso
inferior a la probabilidad de morir en un accidente de tráfico. Por supuesto,
el riesgo es menor a medida que se cumplen las medidas de precaución e higiene
citadas. Todo parece apuntar, por tanto, a que los mitos generados en torno al
contagio en el transporte público no eran más que creencias infundadas que
deben ser desmontadas.
Aunque todas estas medidas han
tenido como resultado un alto aumento de sus costes, las autoridades y
operadores de transporte público y las autoridades han demostrado su rápida
adaptabilidad y, sobre todo, un sentido de responsabilidad y fuerte compromiso
hacia su personal y sus usuarios. Dada la reanudación progresiva de la oferta
de transporte público es, por tanto, imperativo intervenir con medidas de apoyo
financiero excepcionales o el sistema colapsará.
Es importante también evitar
caer en el alarmismo, comunicando las evidencias científicas para restablecer
la confianza de la ciudadanía en el sector del transporte público. Las
autoridades y los operadores de transporte público deben reforzar su
interacción con los medios de comunicación para explicar las adaptaciones del
sector".
El transporte público, columna
vertebral de la movilidad urbana
Las evidencias científicas
apuntan, además, según los expertos del Think Tank Movilidad, a que la
contaminación del aire es una de las principales causas de mortalidad y un
factor de riesgo importante para las enfermedades respiratorias y
cardiovasculares agudas, entre las que se encuentra la COVID-19. Por tanto, el
abandono del transporte público y el desequilibrio del reparto modal a favor
del coche particular suponen un riesgo evidente al que no deberíamos exponernos
como sociedad.
" Este impacto va, sin
duda, mucho más allá de las cuestiones relacionadas con la calidad del aire y
la salud. Teniendo en cuenta que, en las grandes ciudades españolas, el
transporte público supone aproximadamente la mitad de los viajes mecanizados,
su descenso y el ascenso del uso del coche estaría asociado a una mayor
congestión, un mayor ruido, una mayor ocupación de espacio público (y, por
ello, una menor calidad del espacio dedicado a otros usos), un mayor impacto
sobre el cambio climático, una mayor accidentabilidad y, no nos olvidemos, una
mayor inequidad, que nos alejaría del cumplimiento de los Objetivos de
Desarrollo Sostenible.
Por estos motivos, el
transporte público debe ser la columna vertebral de la movilidad urbana en
todas las estrategias de recuperación de la crisis. Y, es que, no podemos poner
en riesgo nuestra calidad de vida renunciando a los beneficios sociales,
medioambientales y económicos del transporte público para la sociedad, sino que
debemos reforzarlos. Los datos están ahí y confiamos en que los responsables
políticos los utilicen con sabiduría", afirman desde el Think Tank
Movilidad.
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