domingo, 2 de diciembre de 2018

CEDA EL PASO


CIRCUITO EN AUTOCAR



Me encamino lentamente a la ventana de la sala de estar. Se ha presentado un día fresco y húmedo de finales de noviembre. Los vehículos aparcados, la tranquila carretera por la que transcurre el tránsito de las horas tempranas, las solitarias instalaciones deportivas… se difuminan, aún, en la enmarañada oscuridad. El olor a pan tostado, el sabor a flúor de la pasta de dientes en el paladar, la frescura del gel en la cara húmeda, los suaves recorridos de la hoja de afeitar… me regalan una placentera sensación de bienestar. Enchufo el radiador de aceite, me siento en el sillón giratorio y enciendo el ordenador portátil. Abro la carpeta de las entrañables fotografías y encuentro lo que buscaba: el circuito en autocar del año 2014.


Bajo un cielo estrellado de una fría y seca mañana, caminábamos por la amplia acera. Abrigados con el calor de los socorridos chaquetones, tirábamos de las maletas que dejaban el monótono soniquete de las ruedillas en el ambiente sereno del comienzo de la jornada. Tras recorrer un corto trayecto, llegamos a la provisional parada del autobús. Después de una breve espera, colocamos el equipaje en el enorme maletero y subimos la empinada escalerilla para situarnos en los cómodos asientos. Con la recogida de otros pasajeros en distintos lugares de la ciudad, comenzamos el viaje del festivo puente que se iniciaba con la Constitución 6 de diciembre y terminaba con la Inmaculada 8 de diciembre.

Por favor, pónganse el cinturón. La sanción por no usarlo deberá abonarla el cliente dijo la persona responsable del grupo.

El autocar circulaba por la A-92, camino de la provincia de Almería… El sabor del anís dulce y de las horneadas magdalenas despertaban a los soñolientos viajeros. Los primeros rayos del sol atravesaban los cristales con su deslumbrante brillo.

Haremos una parada para desayunar, disponemos de tres cuartos de hora dijo la mujer.

Algunos pasajeros ya estaban en la puerta preparados para ser los primero en bajar, los primeros en desayunar, los primeros en todo. A unos, les movía la necesidad fisiológica; a otros, solamente, el afán de competir.

A la hora del almuerzo, llegamos al hotel situado en los aledaños de Mojácar. Fue el comienzo de las comidas en el bufé, de las visitas a los bellos lugares almerienses, de las subidas y bajadas por la escalerilla excesivamente empinada del autobús, del reparador sueño, de los inevitables madrugones…

En la comarca del Levante Almeriense, Mojácar presume de su reconocida belleza: el Indalo “Indal, dios protector y poderoso”—, figura de un hombre con los brazos extendidos formando un arco sobre su cabeza, aparece en cualquier lugar de la población mojaquera. Entre las callejuelas estrechas de casas encaladas y el colorido de las macetas en las blancas paredes, atravesamos  la llamada “Puerta de la ciudad” con su arco de medio punto, nos detuvimos en la Plaza del Parterre antigua necrópolis árabe, justo al lado de la iglesia de Santa María… En la Plaza Nueva nos encontramos con el mirador del Castillo: contemplamos la azul belleza del Mediterráneo, los colores silvestres de la sierra y escuchamos la leyenda de Walt Disney cuenta que era hijo de una joven lavandera del lugar.

Al día siguiente, 7 de diciembre, una soleada mañana nos brindó la belleza de otro pueblo del levante de la provincia de Almería: Cuevas de Almanzora. El castillo del Marqués de los Vélez construcción defensiva del siglo XVI y símbolo del municipio cuevano, la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación del siglo XVIII declarada Monumento Histórico y Artístico Nacional, el Museo de Arte Contemporáneo, la Cueva-Museo…

Con una temperatura casi primaveral, y sin dejar la zona del levante oriental, llegamos a Vera. La plaza de toros del siglo XIX estilo mudéjar y fachada construida en piedra y arenisca—, sus glorietas, sus parques de palmeras, sus ermitas, el calor en la garganta del vino tinto del porrón cristalino… ¡Qué gratos momentos!

La carretera curvilínea, que nos llevó a Carboneras en la calmosa tarde de ayer, seguía bullendo en nuestras mentes, cuando llegamos a la Región de Murcia el 8 de diciembre. El cielo azul acicalaba la singular belleza del municipio de Águilas. Desde el castillo de San Juan —fortificación militar del siglo XVIII, construido en lo alto de una loma—, divisamos las caricias de las aguas del mar a la orilla aguileña, bajo un velo adornado con  tenues nubecillas grises… ¡Qué bella postal!

Las copas doradas se elevaron en un brindis de amistad y agradable convivencia. Después del último almuerzo del periplo, emprendimos el viaje de vuelta; 450 kilómetros nos separaban de la ciudad hispalense. En el regreso, hubo tiempo de todo: Amena conversación, plácidos sueños, parada para la merienda, algunas retenciones del tráfico por la operación retorno, repaso a las fotografías del teléfono móvil… Cuando nos bajamos del autobús, la luz de la tarde había dado paso a una noche de luna menguante en el cielo de Sevilla.

Cierro la carpeta de las fotografías… Con las imágenes pululando entre los bellos recuerdos, pienso que el circuito en autocar, con sus ventajas e inconvenientes, es una excelente opción a la hora de viajar.

Saludos cordiales, y a disfrutar del puente que se avecina.

Fernando Monge
2/diciembre/2018
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