CIRCUITO EN AUTOCAR
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—Por favor, pónganse el
cinturón. La sanción por no usarlo deberá abonarla el cliente —dijo la persona responsable del grupo.
El autocar circulaba
por la A-92, camino de la provincia de Almería… El sabor del anís dulce y de
las horneadas magdalenas despertaban a los soñolientos viajeros. Los primeros
rayos del sol atravesaban los cristales con su deslumbrante brillo.
—Haremos una parada para
desayunar, disponemos de tres cuartos de hora —dijo la mujer.
Algunos pasajeros ya
estaban en la puerta preparados para ser los primero en bajar, los primeros en
desayunar, los primeros en todo. A unos, les movía la necesidad fisiológica; a
otros, solamente, el afán de competir.
A la hora del almuerzo,
llegamos al hotel situado en los aledaños de Mojácar. Fue el comienzo de las
comidas en el bufé, de las visitas a los bellos lugares almerienses, de las
subidas y bajadas por la escalerilla excesivamente empinada del autobús, del
reparador sueño, de los inevitables madrugones…
En la comarca del Levante
Almeriense, Mojácar presume de su reconocida belleza: el Indalo —“Indal, dios protector y poderoso”—, figura de un hombre con
los brazos extendidos formando un arco sobre su cabeza, aparece en cualquier
lugar de la población mojaquera. Entre las callejuelas estrechas de casas
encaladas y el colorido de las macetas en las blancas paredes, atravesamos la llamada “Puerta de la ciudad” con su arco
de medio punto, nos detuvimos en la Plaza del Parterre —antigua necrópolis árabe—, justo al lado de la
iglesia de Santa María… En la Plaza Nueva nos encontramos con el mirador del
Castillo: contemplamos la azul belleza del Mediterráneo, los colores silvestres
de la sierra y escuchamos la leyenda de Walt Disney —cuenta que era hijo de una joven lavandera del lugar—.
Al día siguiente, 7 de diciembre,
una soleada mañana nos brindó la belleza de otro pueblo del levante de la
provincia de Almería: Cuevas de Almanzora. El castillo del Marqués de los Vélez
—construcción defensiva del siglo XVI y símbolo del municipio cuevano—, la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación del siglo XVIII —declarada Monumento Histórico y Artístico Nacional—, el Museo de Arte Contemporáneo, la Cueva-Museo…
Con una temperatura
casi primaveral, y sin dejar la zona del levante oriental, llegamos a Vera. La
plaza de toros del siglo XIX —estilo mudéjar y
fachada construida en piedra y arenisca—, sus glorietas, sus parques de
palmeras, sus ermitas, el calor en la garganta del vino tinto del porrón cristalino…
¡Qué gratos momentos!
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Las copas doradas se elevaron en un
brindis de amistad y agradable convivencia. Después del último almuerzo del
periplo, emprendimos el viaje de vuelta; 450 kilómetros nos separaban de la ciudad
hispalense. En el regreso, hubo tiempo de todo: Amena conversación, plácidos
sueños, parada para la merienda, algunas retenciones del tráfico por la
operación retorno, repaso a las fotografías del teléfono móvil… Cuando nos
bajamos del autobús, la luz de la tarde había dado paso a una noche de luna menguante
en el cielo de Sevilla.
Cierro
la carpeta de las fotografías… Con las imágenes pululando entre los bellos
recuerdos, pienso que el circuito en
autocar, con sus ventajas e inconvenientes, es una excelente opción a la
hora de viajar.
Saludos cordiales, y a disfrutar del puente que se avecina.
Fernando Monge
2/diciembre/2018
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fmongef@gmail.com
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