AQUELLOS
MARAVILLOSOS AÑOS
Cruzábamos la ciudad de una
punta a otra con la compañía de nuestros pensamientos. Analizábamos
profundamente todo lo que nos había ocurrido durante el día y, mentalmente, poníamos en orden la agenda del día siguiente.
Antes, el utilitario era como
el teléfono móvil hoy. Les cuento: Hace algunos años, y los que sobrepasen los
cincuenta años de edad me entenderán. La movilidad en nuestras ciudades no era
un problema. En la mía, donde no contábamos con un METROPOLITANO, las líneas
que existían de transporte urbano eran muy dignas. No tenían aire
acondicionado, pero tampoco lo teníamos en nuestras casas.
En definitiva, los
más jóvenes soñábamos tener los dieciocho años para poder prepararnos y obtener
el permiso de conducir. Eso sí, antes en casa solo había un coche, un Sinca
1000, Seat 600 o Seat 850… las familias con mayor poder adquisitivo, tenían un
Renault 12 o como los taxistas de aquella época, un Seat 1500 ─gran vehículo─
Esto significaba, que el cabeza de familia o propietario del vehículo utilizaba
el coche para trabajar especialmente, y los más jóvenes teníamos que
conformarnos con que nos lo dejaran cuando tu padre ya no le necesitaba. Así
que, nos apropiábamos de él, y además nos aprovechábamos de que la gasolina la mayoría
de las veces nos salía gratis. Era papá quien se hacía cargo de ese negociado.
Las noches o los fines de
semana podíamos utilizar el coche, recuerdo con nostalgia; podíamos estacionar
en cualquier sitio, movernos por la ciudad con poca afluencia de vehículos,
menos semáforos y ¡como no! menos señales en toda la ciudad. No recuerdo los
controles de alcoholemia ─y no sería porque se bebiera menos─, el cinturón de
seguridad del vehículo estaba por llegar, y lo único especial que recuerdo que
tenía el coche, era un botón debajo del volante o en la entrada y salida del
aire del interior del vehículo que utilizábamos para desconectar la batería,
por si a algún ladrón le daba por robar el coche. Como es natural, aparte de
las llaves, en uno de los bolsillos del pantalón también llevábamos el
susodicho botoncito, ¡por si acaso! Cualquiera llegaba a casa y le decías a tu
padre que te habían robado el coche o habías dado un golpe siendo tú el
culpable.
Eran otros tiempos… donde
aprendimos a conducir con el coche de nuestros padres, entonces nos educamos a
conducir con prudencia, responsabilidad y sobre todo con educación.
El precio de la gasolina
estaba a 20 o 25 pesetas aproximadamente. No es
ninguna broma. Nuestro coche, aquel que nos dejaba tirado porque se calentaba,
o cada dos por tres se pinchaba una rueda. Aquel coche fue donde aprendí a
circular: sin navegador, sin aire acondicionado, sin ABS, sin dirección asistida,
sin sistemas de aviso de estacionamiento, sin elevalunas eléctricos, sin tantas
cosas, pero tenía una radio, donde aprendí a escuchar la música en mono, donde
aprendí a escuchar a los grandes: Miguel Acal, con el Flamenco, Antonio José
Alex, con su programa “Medianoche”, antes, José María García nos contaba el deporte de aquella época con su inherente
estilo. Y tantos y tantos profesionales de la RADIO, Juan Tribuna, Agustín
Navarro, Agustín Embuena, Pepe da Rosa, Pepín Cuesta, Elvira Velasco, Marisa Carrillo,
Paco Enrique… allí en mi coche o el de mi padre para ser más exacto, me
visitaban tan insignes profesionales en aquellas emisoras hoy desparecidas:
Radio Peninsular, Radio Vida, La Voz del Guadalquivir… Eran creativos del
medio, voces amigas compañeros de viaje. Yo no sabía, si uno era verde o
amarillo, se dedicaban fundamentalmente a informarnos
y a entretenernos. “Aquellos maravillosos años de la radio”. Solo les he dejado
una pequeña muestra de una nómina amplía de profesionales. Ellos fueron los que
allí, en mi pequeño habitáculo me acompañaban en esos viajes cada noche, por
motivos personales o profesionales, ellos fueron los que forjaron mi
personalidad y me ensañaron a AMAR LA RADIO.
Me distraían en el coche, pero con ellos como con el navegador hoy, no
apartaba la vista de la carretera, y les puedo asegurar que me transportaban
con la mente a mil y un escenarios, tan solo con sus voces y la palabra.
Hoy tenemos vehículos, con
fantásticos equipos de sonido, la tecnología ha avanzado tanto que la emisión
de los programas tiene una calidad que no tiene nada que ver con aquellas
emisoras de entonces, que emitían en Mono la Frecuencia Modulada, que hoy se ha
impuesto por encima de la Onda Media. Y tenemos plataformas que nos presentan
propuestas a la carta en nuestro propio vehículo, eso sin hablar de los
sistemas de sonidos como CDs, Minidisc o Pendrives que nos facilitan programas
o música a nuestro gusto durante muchísimo tiempo.
¿Saben que les digo? Que hoy
echo de menos aquellas voces y aquellos programas. Pero tenemos que resignarnos
cada cosa y cada cual tienen su tiempo.
Yo he tenido la oportunidad de
vivir una de las mejores épocas de la radio en nuestro país, me he sentido en
casa dentro de mi coche con esas gentes que hoy, insisto, echo de menos. Por su cercanía, profesionalidad, y sobre todo por
su creatividad, eran como si cada día cambiarán de escenarios y de historias en
nuestra imaginación.
Por todo eso, hoy quiero
recordar con cariño a esos grandes profesionales de la radio y a mi primer
coche, con sus pros y sus contras, pero sobre todo porque a lo largo de los
años, alguna huella me dejaría cuando hoy lo sigo recordando con tanto cariño.
Con respeto y afecto,
Pepe Bejarano
todomotorsevilla@gmail.com
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