Desde que el año 1979 vio
nacer la primera red comercial de telefonía móvil (NNT) en Japón, la revolución
tecnológica ha puesto a nuestro alcance un terminal con un formato que,
seguramente, supera cualquier previsión que se pudiera hacer en aquel momento
por muy optimista que fuese.
No voy a hablar de las
características técnicas del teléfono móvil. Eso está muy lejos de mi ánimo y
de mis conocimientos. Pretendo, solamente, hacer una exposición de lo que todos
los días podemos ver en nuestras casas, en nuestras reuniones, en la calle, en
los centros de trabajo… Y en la circulación vial.
Es indudable que sus
atractivas y prácticas aplicaciones lo han convertido en un instrumento
necesario y, en muchos casos, indispensable. Con él, podemos navegar por las
redes de tal forma que muchos usuarios ya prescinden del ordenador.
El uso del teléfono móvil nos
proporciona una versatilidad que contribuye a facilitar situaciones que, en
otro tiempo, tenían mayor complejidad. Podemos realizar trámites sin movernos
de nuestro domicilio, con lo que ganamos en comodidad y disponibilidad de
tiempo. Efectuamos, por ejemplo, una operación bancaria, hacemos la declaración
de IRPF y solicitamos cita en nuestro ambulatorio para una consulta médica en
el transcurso de una mañana, y sin salir de casa. Llamamos o enviamos mensajes
a familiares o amigos para dar un paseo por el parque, hacer las compras, tomar
una copa… Y, además, podemos recurrir a él, cuando tengamos dificultades en la
carretera.
La cámara y la mensajería lo
convierten en un mundo fascinante. Nos embelesamos contemplando las últimas
fotos de nuestros seres queridos. Si alguien de la familia se va de viaje, los
que se quedan en casa estarán al día de todos los monumentos, paisajes, comidas
y cualquier otra vicisitud del desplazamiento. Y si nuestro vehículo lleva
incorporada alguna instalación de manos libres, el “smartphone” nos permitirá:
realizar o recibir llamadas, sintonizar la radio, escuchar música o disponer de
un navegador.
Pero, como ocurre con todos
los símbolos del progreso, está la cruz de la moneda. Por culpa del teléfono
móvil, caemos en una serie de nocivas costumbres que afectan a nuestra vida
cotidiana y, paradójicamente, su uso puede ser molesto en los mismos ambientes
sociales en los que, en el momento adecuado, son útiles. Tiene, por
consiguiente, sus efectos secundarios, que aparecen cuando pasamos del uso al
abuso, o mal uso: cuando nos enganchamos a las redes sociales, convirtiéndonos
en potenciales víctimas de acoso, piratería y otras estafas que proliferan en
las mismas redes que utilizamos para solaz y entretenimiento; cuando nos
aislamos en las reuniones familiares o de amigos; cuando caminamos por la calle
ajenos al mundo que nos rodea; y, lo que es peor, cuando lo utilizamos
conduciendo un vehículo.
En el momento actual, con el
2018 dando sus primeros pasos, tenemos dos herramientas que se nos antojan
ineludibles en el transcurrir de la vida diaria: el teléfono inteligente y el
automóvil. Pero si reflexionamos un poco, sin ánimo de ser catastrofistas, las
dos herramientas se pueden convertir en un arma mortal… Impedir que eso ocurra,
está en nuestras manos.
Familia de TODOMOTOR, a
disfrutar del móvil.
Fernando Monge
13/enero/2017
fmongef@gmail.com
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