sábado, 7 de abril de 2018

CEDA EL PASO


                                             TOLERANCIA


Después de analizar la coherencia y  la perseverancia, lo vamos a intentar, para completar esta trilogía, con la tolerancia. Una aproximación al concepto de tolerancia, con la habitual consulta al diccionario de la RAE, nos puede ayudar a enfocar este artículo. En este caso, muestra el diccionario seis entradas, pero nosotros nos quedamos con la que parece que define mejor lo que pretendemos: “Respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias”.



Las personas tolerantes están dotadas de amplitud de pensamiento —mente abierta— que les permite ver factores positivos y enriquecedores en la diversidad. Son personas seguras de sí mismas, de convicciones firmes y, precisamente por eso, son condescendientes con las diferencias étnicas, políticas, sexuales, sociales… Saben escuchar, comprenden a los demás y crean a su alrededor una atmósfera de equilibrio y conciliación. Y por supuesto, exponen sus ideas siempre que sea necesario y, de la manera más civilizada, rebaten a su interlocutor o interlocutores cuando no están de acuerdo con lo que ven o escuchan. 

Con la pertinente aclaración de que no debemos confundir tolerancia con permisividad —tolerancia excesiva—; y que, por consiguiente, los delitos de violencia, de estafa, de tráfico… No pueden merecer nuestra tolerancia, pasamos a desgranar su antónimo… La intolerancia.

La intolerancia, que es propia de la persona insegura o con mente estrecha, genera malestar y discordia en el ámbito social y, por este motivo, se puede convertir en caldo de cultivo para que ocurran infortunados sucesos en la vía pública, que pueden desembocar en lamentables accidentes…

Si consideramos que la conducción de un vehículo lleva implícito un cierto peligro, este peligro aumenta cuando el conductor es una persona intolerante, porque su carácter le lleva a pensar que es mejor conductor que los demás, que es la única persona que transita y que las normas de tráfico deben ajustarse a su gusto y medida… Y como esa actitud genera fatiga, se vuelve cada vez más intolerante en el transcurso de la conducción. De tal forma que…

Si el peatón cruza lentamente, si el vehículo que va delante no sale como una bala cuando el semáforo se le pone en verde... Toca el claxon con insistencia.
Grita constantemente, profiere denigrantes insultos y, llegado el caso, recurre a la violencia física.
Efectúa adelantamientos indebidos por la derecha o por la izquierda, a él le da igual, la vía es suya.
No respeta los límites de velocidad, “es ridículo circular por esta autovía a 90”, piensa o vocifera.
Aparca como le viene en gana y, si es preciso, ocupa dos plazas en el aparcamiento: “no le vayan a dar a mi coche”, se dice a sí mismo.

Para qué seguir, terminarían ustedes más cansados que el propio intolerante. Con lo bien que se conduce si uno va pendiente de su propia conducción: respeta a los peatones, no efectúa adelantamientos peligrosos, se relaja en los inevitables atascos…

Cuando ya termino, pienso que, quizás, he exagerado un poco con los conductores intolerantes… Bueno, no sé… Me quedo con la duda.

Familia de TODOMOTOR, feliz semana.

Fernando Monge
7/abril/2018
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