Viajar en coche en verano ya no es lo que era. Atrás
han quedado esos desplazamientos a la playa en pleno verano en los que había
que programar la salida a la fresca, de madrugada, y así evitar el bochorno de
las horas centrales del día. Ahora, la práctica totalidad de los coches que se
venden llevan aire acondicionado y de ellos, muchos incorporan climatizador.
Así, los viajes se realizan o programan en función de otras variables, pero no
del calor.
Pero el aire acondicionado no resuelve todos los
problemas de conducir por el valle del Guadalquivir con 42° en el exterior. Es
verdad que la refrigeración puede bajar la temperatura en el habitáculo lo
bastante como para olvidarse que es pleno verano y las cuatro de la tarde, pero
la forma en que lo utilicemos va a ser muy importante.
La temperatura para conducir confortablemente está
entre los 19° y 24°, pero se pueden fijar los 22° como la ideal. En el caso del
climatizador, el sistema se encargará del resto regulando el caudal y la
temperatura del aire. En los equipos más sofisticados, tendrán en cuenta por
dónde recibe el coche más radiación del sol para compensar la temperatura en
ese lado y, en algunos modelos, puede crear temperaturas distintas para el
conductor y acompañante.
Hasta ahí todo perfecto, pero hay que tener cuidado
con varias cosas, como por ejemplo, de qué forma orientamos los chorros de
aire.
El chorro de aire frío directo puede provocar dolores
articulares y migrañas
Una corriente continua de aire frío sobre una articulación,
como un codo, puede llegar a ser muy dolorosa, de forma que habrá que evitar
que el aire nos dé de lleno. Si el aire frío nos da en la cara, se pueden
producir migrañas. Además, los sistemas de refrigeración resecan el ambiente y
pueden producir problemas en las mucosas de los ojos y de la garganta. Los
conductores con lentillas deben extremar la precaución, ya que la sequedad o el
lagrimeo pueden llegar a ser muy molestos. Beber abundantemente es un buen
remedio para mantener la hidratación en un ambiente muy seco como el que se
produce en un coche tras una hora de recorrido con el aire puesto.
El ir fresquitos también puede hacernos olvidar que el
sol sigue entrando por las ventanillas y nos quema, aunque no lo notemos. Poner
crema solar en las zonas expuestas es suficiente y unas cortinillas que quiten
el sol y no dificulten la conducción, también.
Si no se dispone de climatizador, habrá que estar al
tanto para no quedarnos excesivamente fríos. Un buen sistema es jugar con el
caudal de aire que sale por las toberas o, incluso, cerrar aquellas que nos dan
directamente en la cara o el tórax. Por eso, el climatizador es una opción muy
interesante, ya que una vez elegida la temperatura, no hay que volver a
regularla para nada.
Si en el vehículo viajan ancianos o niños, hay que
extremar las precauciones, en este caso el termómetro no debe bajar de los 24°
y evitar los cambios bruscos de temperatura. Y sobre todo, evitar el sol
directo a través del cristal.
Conducir con más de 35° dentro del coche es como
hacerlo borracho
Lo mejor, en cualquier caso, es bajar las ventanillas
antes de entrar o salir para igualar las temperaturas exterior e interior. En
un coche a pleno sol puede haber hasta 15° más. Paradójicamente, el color de la
carrocería no tiene mucha relevancia, pero sí el del interior y hasta el color
de la ropa que se lleve puesta. El habitáculo se calienta porque el calor se
acumula dentro y no puede salir, es como un invernadero. Los interiores claros
son más frescos que los oscuros y poner parasoles o lunas tintadas que limiten
la radiación que entra en el coche o dejar los cristales con una rendija
abierta ayuda a bajar la temperatura sensiblemente.
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