“EL ENIGMÁTICO”
Su acusado hermetismo no dejaba de sorprender al vecindario
del barrio, aunque estaba acostumbrado a sus rarezas. Lo último, el pasado mes de
julio, fue el encierro voluntario en el pequeño piso que poseía en su bloque. Parecía que se lo había tragado la
tierra.
“El Enigmático”, como
lo llamaban los vecinos, vivía solo y tenía unos setenta años. Su descuidada cabellera y su grisácea barba
le daban una apariencia que resultaba, al menos, desagradable. Para colmar ese
desaliñado aspecto, vestía un traje marrón o, quizás, que había adquirido esa
tonalidad, porque hacía mucho tiempo que no se le veía con otra ropa. Unos
zapatos de color tierra ponían el colofón a su mugrienta y encorvada figura.