sábado, 17 de diciembre de 2022

LA ROTONDA

 

GRANDES ESPERANZAS

 

 



Entramos en unas fechas alegres por la simbología que resplandece en las calles y en las casas. Somos muchos los que vivimos intensamente estos días. Las familias se reúnen para compartir lo mejor, y lo peor del año, otros, solo para abrazar a sus seres más queridos, y otros sencillamente pasan olímpicamente de estos días, y buscan difícilmente un rincón para abstraerse de todo cuanto rodea a las navidades.

Así es, las alegrías y las tristezas se dan la mano en todas las familias, sobre todo, porque siempre falta algún ser querido a la mesa, y los recuerdos se amplifican mientras las vivencias vuelven, y afloran nuevamente para deleite y lágrimas de los más sensibles.


Entre comidas y regalos, disfrutamos de la Nochebuena y de la Navidad, junto al pesebre y al árbol adornado, ponen las luces en casa que nos invitan a celebrar que estamos juntos nuevamente. Atrás quedaron malas experiencias que marcamos en el calendario, trabajo, salud, y un sinfín de incompetentes que nos han hecho en el año, vivir malas experiencias que quedaron atrás.

Ahora, entre mazapanes y comidas tradicionales, todo parece que aparcamos las malas fechas, y sentimos la adrenalina que se viene arriba, entre el anís, el coñac, turrones y mantecados que, de verdad, saben a gloria.

Ahora, la guinda sería que, el día 22, nos tocara la Lotería, y entonces, “Las grandes esperanzas”, no las de Dickens, sino las nuestras, harían que nuestro saldo del año fuese positivo, sobre todo en nuestra cuenta de resultados, después de tantos apuntes negativos en nuestro libro de diario. Las subidas de la alimentación, la luz, el gas, averías, coches y los impuestos variados, y las hipotecas que no tienen por la calle de la Amargura. Pues bien, como el que no quiere la cosa: regalos, comidas y algún que otro viaje nos animaría si los niños de San Ildefonso tienen la dicha de encontrarse con nuestro número de la lotería, haciendo coincidir con uno de los premios gordos e ilusionantes.

En definitiva, los actores han cambiado, entre todos nosotros hacemos nuestras navidades a lo largo de nuestra vida, no sé si les ha pasado alguna vez, seguro que sí, todas y cada una de nuestras navidades, pasan por delante de nosotros cada año, y sin intención de comparar, siempre nos quedamos con aquellas en las que fuimos, alguna vez, niños. Por razones obvias. Hagan un ejercicio de recuerdos, y seguro que el arroz con leche, las poleadas, y las rosquillas caseras, hacían que la casa, entonces, se perfumara con el aroma incansable de la concina de tu madre, mezclado con el brasero de carbón y cisco con olor a alhucema. Una casa con reflejos intermitentes de un árbol con la bombilla pintada de rojo, y el reflejo de la plata, río que desembocaba al filo del mueble bar del salón.

Petardos ensordecedores hacían de la Navidad que amigos y vecinos, brindáramos un año más, por desearles muchas felicidades entre villancicos, “Campanas sobre campanas”, “Pero mira como beben los peces en el río”, y los “Campanilleros” de la Niña de la Puebla, que recorrían los sentimientos más a flor de piel de una sociedad sin grandes dispendios, pero con la dignidad y la integridad intacta.

Ya quedaba menos para que, en la pizarra del colegio, a todo lo ancho, podíamos leer, escrito a tiza, “FELICES FIESTAS”, así era el pistoletazo de salida a una Feliz Navidad.

 

 Con mi más sincero respeto y afecto,


Pepe Bejarano






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