Es un
hecho cierto que las campañas de seguridad vial fluyen con generoso caudal y
llegan a todos los sectores de la sociedad de una u otra manera: los reiterados
mensajes de la DGT, la Educación Vial en los centros de enseñanza, las revistas
de motor y las diferentes asociaciones dedicadas a elaborar estadísticas y a
sugerir actitudes, para que el tráfico sea más seguro, son muestras evidentes
de tan digna labor; pero esas campañas… ¿Reducen la siniestralidad? Pues yo
creo que sí, y creo además que, al ser difundidas con perseverancia ─preciada
virtud─, las personas y entidades difusoras acrecientan las posibilidades de
lograr sus objetivos.
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sábado, 4 de noviembre de 2017
sábado, 21 de octubre de 2017
CEDA EL PASO por Fernando Monge
Eran las siete de la mañana cuando sonó la alarma del móvil
que estaba encima de la mesita de noche. Pedro se incorporó con parsimonia y se
dirigió al cuarto de baño para refrescar su rostro con el agua del lavabo.
Levantó la cabeza en dirección al espejo y, haciendo una mueca burlona,
contempló sus desaliñados cabellos. Desperezándose, volvió al dormitorio y
conectó los auriculares al teléfono para escuchar las noticias de la mañana. La
voz aterciopelada de la locutora llegó a sus oídos:
─”Un conductor, con apenas tres meses de carné y
quintuplicando la tasa de alcohol, empotra su coche contra una farola”.
─”Los vuelcos de un coche y un autobús, en sendos
accidentes ocurridos en la SE-30,
provocan tres heridos graves”.
─No tenemos arreglo ─masculló mientras continuaba con el
aseo personal.
Una hora más tarde, Pedro, conduciendo un utilitario gris,
se dirigía a su centro de trabajo. Laura, una compañera de profesión, ocupaba
el asiento del copiloto. La circulación, que era cada vez más densa, mostraba
un plató en el que se escenificaba el transcurrir cotidiano: un lento desfile
de vehículos, un estridente sonido de bocinas, un intercambio de airadas
expresiones:
─¡Será posible, otro semáforo!
─¡Eh!, ¿no ves que ya está en verde?
─¡Menos prisa, hombre!, ¿por qué no te has levantado una
hora antes?
─Parece que son viejos conocidos ─ironizó Pedro.
─Sí, se tratan con mucha confianza ─continuó Laura con una
pincelada de complicidad.
Poco después, cuando
el utilitario gris se detuvo en el semáforo que se encontraba a la
salida de una rotonda, se colocó a su izquierda un vehículo pilotado por un
conductor que, con grandes aspavientos y bajando el cristal, increpó:
─¿Qué pasa, no cedemos el paso?
Pedro, con una pasmosa tranquilidad, dijo al desaforado:
─¡Oiga!, que usted es el que tiene que ceder el paso.
─¡Lo que faltaba!, otro que no sabe circular por las
rotondas.
El iracundo, sin dejar de gesticular y mirando con cara de
desprecio a su interlocutor, rebasó el semáforo en rojo.
─¡Qué energúmeno!
─Tranquila, Laura.
─¡Pero si es que no tiene razón! No sé cómo puedes
mantenerte tan sereno en estas ocasiones.
─Pues verás ─dijo Pedro─, como intento ser un buen
conductor, tengo el deber de conocer y respetar el código de la circulación
vial para conducir de forma segura, y todo me funciona mucho mejor si mantengo
una actitud de permanente equilibrio emocional ante situaciones adversas.
─Es verdad, el equilibrio emocional nos proporciona la
calma y la serenidad que, aderezadas con un entorno cordial y un profuso respeto al medio ambiente, nos
permitirán ir sobre ruedas ─añadió Laura.
Familia: calma, serenidad y saludos cordiales.
Fernando Monge
21/Octubre/2017
sábado, 7 de octubre de 2017
CEDA EL PASO con Fernando Monge
Una valla publicitaria interactiva
Como es un hecho frecuente, creo que todos hemos presenciado, casi a diario, las escenas que tienen lugar en las inmediaciones de la mayoría de los pasos de cebra de nuestra ciudad y, cuando viajamos, también podemos presenciarlas en otras ciudades de la geografía nacional o internacional.
Para situarnos en un escenario próximo a nuestro entorno, les voy a contar una vivencia personal que aconteció un tórrido día del pasado mes de agosto:
Poco antes de las nueve de la mañana, para evitar los rigores del calor que estábamos padeciendo, decidí dar un paseo con la buena disposición de mejorar la salud del cuerpo y del espíritu. Continuando con esa buena disposición, y haciendo un ejercicio de educación vial, me dirigí al paso de cebra más cercano para atravesar la calzada con la debida precaución. Cuando paré y miré, pude comprobar que no todos los conductores detenían sus vehículos como mandan las normas de tráfico.
Hasta aquí todos de acuerdo, ¿verdad? ¿Pero qué ocurrió cuando me puse a observar el movimiento de los peatones y su deambular por la calzada a pocos metros del paso de cebra? Pues que pude presenciar secuencias tan variopintas como: la joven saltarina que sorteaba, en un santiamén, los metros que separaban una acera y la de enfrente; el señor mayor que caminaba pausadamente apoyado en su andador; la pareja que empujaba el carrito del bebé y, al mismo tiempo, manipulaba el móvil…
Yo sé que es muy difícil corregir esos malos hábitos, pero estoy seguro de que los responsables de la seguridad vial ─de todos los países del mundo─ no cejan en su empeño. Una muestra de ello, que viene aquí como anillo al dedo, es la campaña francesa para concienciar a los peatones, utilizando una valla publicitaria interactiva que funciona de la siguiente manera:
Cuando el peatón despistado o incívico cruza las calles de París de forma indebida, es detectado por la vigilante y traviesa valla publicitaria interactiva que emite el ruido que haría un coche al frenar de manera precipitada. El peatón se lleva un susto de muerte creyendo que va a ser atropellado. El desconcierto y la inquietud desaparecen cuando, unos metros más adelante, la valla muestra la cara demudada del imprudente individuo acompañada de un eslogan: “Ne prenez pas le risque de voir la mort en face” (“No te arriesgues a ver la muerte en tu cara”).
Los colaboradores de esta revista digital consideramos que todas las medidas encaminadas a salvar vidas son plausibles, así que un "chapó" por los ingeniosos publicistas que, según nos cuentan fuentes fidedignas, están consiguiendo excelentes resultados.
Amigos lectores de TODOMOTOR, que sean felices y, por favor, eviten los sustos.
Fernando Monge
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