domingo, 7 de agosto de 2022

CEDA EL PASO

 

                             PUNTOS DE VISTA

 




"Pasas más hambre que un Maestro de Escuela". Esta proverbial frase, que todavía se usa, viene a recordar la desdichada situación económica por la que pasaron los Maestros de Enseñanza Primaria durante el siglo XIX debido a su escasa retribución y a la incertidumbre en la percepción de lo estipulado o pactado. Este hecho desmonta de un plumazo otra manida frase: “Todo tiempo pasado fue mejor”, que Jorge Manrique ya puso en duda en “las Coplas a la muerte de su padre”: “Cómo, a nuestro parecer, / cualquiera tiempo pasado fue mejor…” Para concluir este párrafo, voy a seguir el consejo del siguiente verso de Antonio Machado: “Mi soliloquio es plática con este buen amigo…

Este buen amigo me cuenta que, con diez años, después de superar el examen de Ingreso, estudió Bachillerato en el Instituto San Isidoro, culminado con la correspondiente Reválida. Posteriormente, por inclinación vocacional, ingresó en la Escuela de Magisterio para convertirse en Maestro de Enseñanza Primaria, que también comenzó con un examen de Ingreso y terminó con una Reválida. Completó sus estudios con los dos años de Comunes en la Facultad de Filosofía y Letras… Todo un privilegio, me dice, si hablamos de que eso ocurrió en Sevilla hace más de 50 años.

Como todo tiempo pasado no fue mejor, el sueldo de un Maestro de Enseñanza Primaria, en esa fecha, aunque no daba para derrochar, tampoco era para pasar hambre. Y menos aún, si tenemos en cuenta que, a comienzos de los años 70, comenzaron a producirse unas sustanciosas subidas salariales en todos los sectores del ámbito laboral que dejaron la letra del piso en una minucia.

Me sigue contando que, como es lógico, existían personas que tenían sueldos superiores y también inferiores al suyo, pero que él estaba muy satisfecho con sus ingresos, pues tenía una modesta vivienda, un coche de segunda mano, podía comprar libros, discos de vinilo, salir a tomar una copa y realizar algún viaje… Como por razones sociales o económicas, no todo el mundo estudió una carrera o hizo una licenciatura, vinieron las comparaciones. Si ganaban menos que él: “No hay derecho, yo que me harto de trabajar gano una miseria y los que tienen estudios, además de ser unos privilegiados, ganan más”. Si ganaban más: “Hombre, no pretenderán los que han estudiado, que tienen un trabajo cómodo, ganar igual que yo… Un obrero que se levanta a las seis de la mañana y no sabe a la hora que va a volver a casa, que se moja cuando llueve y tiene que estar muchas horas a pleno sol”.

Continuando con el soliloquio, me dice que, entre los años 1997 y 2007, se produjo en nuestro país el boom de la construcción inmobiliaria y, mira por dónde, un obrero de la construcción cobraba un importante sueldo. Como ya, afortunadamente, habían mejorado las probabilidades de estudiar una carrera, muchos jóvenes terminaron con éxito sus estudios y pasaron a ocupar puestos de trabajo más o menos bien remunerados. Pues bien, los mismos que censuraban a los que habían estudiado en su juventud, exclamaban iracundos: “No hay derecho, MI HIJO es inteligente, se ha sacrificado en sus estudios y tiene un trabajo de gran responsabilidad, y ahora, un albañil que ha sido un inepto en el aprendizaje cobra el doble que él”. Ya no se acordaban de que esos operarios se tenían que levantar muy temprano, mojarse si llovía y pasar muchas horas al sol.

Miré al espejo y allí estaba mi buen amigo. “Así es la vida… Son subjetivos puntos de vista”, le dije.

Con mis mejores deseos para el 2022, saludos cordiales.

Fernando Monge

2/enero/2022
fmongef@gmail.com

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