domingo, 19 de diciembre de 2021

CEDA EL PASO

 

                                     ¿SER O PARECER?

 



Cayo Julio César fue un político y militar romano del siglo I a. C. miembro de los patricios Julios Césares que alcanzó las más altas magistraturas del Estado y dominó la política de la República tras vencer en la guerra civil que le enfrentó al sector más conservador del Senado. Aparece encabezando este artículo porque se le atribuye una frase que viene aquí como de molde para tratar el asunto que ha dado lugar al título que he escogido en esta ocasión.



La famosa frase del Divino Cayo Julio César, y que nos traslada Plutarco, hace referencia a que por la importancia que tenía en la sociedad romana la mujer del César, esta no solo debía de ser honrada sino parecerlo. Según la historia, Julio César se divorció de Pompeya Sila, al poco tiempo de ser ungido emperador, porque ella asistió a una Saturnalia con orgía sexual incluida, que se permitían las damas romanas de la aristocracia en algunas oportunidades. Anunciado el divorcio, las más conspicuas matronas del patriarcado romano pidieron a Julio César la revocatoria de su divorcio ya que su esposa, Pompeya, había asistido solo como espectadora y no había cometido ningún acto deshonesto. Julio César contestó: “La mujer del César no solo debe ser honrada, sino, además, parecerlo”. Desde entonces, parafraseando al Divino Cayo, cuando una persona cae bajo la duda de haber cometido un acto sospechoso, aun cuando no esté comprobado lo doloso del mismo, se dice “no solo hay que ser sino parecer”. Pero no voy por ahí, sino todo lo contrario. Para mí lo importante es que una persona sea honrada, lo parezca, o no. Pues las apariencias, muchas veces, engañan.

En el momento actual, se tiende a no descuidarse ni un instante. En ciertos ambientes, la apariencia adecuada es fundamental: en el trabajo, en la sociedad y, sobre todo, en el ámbito de la política. Hay quien ha creado hasta un personaje para cada momento, metiéndose en el papel según la función que toque. Y ocurre que cuando se trata de asumir los derechos, libertades, Seguridad, Sanidad, Pensiones, Educación o Economía de todo un país, ponen cara de íntegros, democráticos y grandes administradores.

Sin embargo, hemos visto a muchos políticos desde la extrema derecha hasta la social democracia ―municipales, autonómicos, estatales e internacionales― trajeados y que parecían eficaces y honrados gestores, licitando obras e inaugurándolas durante la sobremesa… Pasados los años, a la misma hora en el telediario, los vemos sentados en el banquillo de los acusados. ¡Anda! ¿Este? Si parecía tan honesto, ¡con lo bien que hablaba!


También los hay con una apariencia más joven, desenfadada, vistiendo menos convencional, como sacados de un campus universitario y con propuestas que van de la izquierda a la extrema izquierda. Ciertos ciudadanos ven en ellos la inocencia, la honradez y la honestidad de los que quieren regenerar el país, viviendo en los barrios obreros y utilizando el transporte público, decían sus líderes, pero luego resulta que algunas personas de esa ideología se compran lujosas viviendas y se blindan con fuertes medidas de seguridad, otras, si llegan a gobernar, aunque sea en coalición, se suben a la parra, vanagloriándose de lo que consideran sus logros, como si fuesen exclusivamente suyos… “Ego sum”… Faltaría más.


Cuando uno llega a cierta edad, va siendo hora de valorar el “ser” antes que el “parecer”, de esforzarnos un poco por saber lo que hay detrás de una buena apariencia, de juzgar y valorar a los que nos representan por su coherencia y el resultado de sus políticas, y no por lo que nos cuentan ellos o sus comentaristas afines.


Felices fiestas navideñas y que en 2022 se cumplan todos sus deseos.


Fernando Monge
19/diciembre/2021
fmongef@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Solo comentarios relacionados con la información de la página.