domingo, 12 de septiembre de 2021

CEDAEL PASO

 

                           DESPACITO Y BUENA LETRA




Si bien durante la pandemia, la movilidad se ha reducido de forma muy significativa, la velocidad a la que se circula se ha incrementado, tal y como ha quedado patente en las campañas de vigilancia realizadas por los agentes de tráfico, durante los pasados meses de julio y agosto. Es como si las restricciones hubieran provocado en nuestro ánimo una prisa inconmensurable, un deseo de llegar cuanto antes a todos los sitios que durante un tiempo no hemos podido visitar. Estas circunstancias nos obligan a reflexionar un poco.

Hay que recordar que la Ley de Seguridad Vial establece la normativa aplicable a los límites genéricos y específicos de velocidad, en adelantamientos y distancias entre vehículos. El incumplimiento de estas normas supone una infracción grave o muy grave y se sanciona con multas de 100 a 600 euros.

Además, el artículo 379 del Código Penal, estipula que “el que condujere un vehículo de motor o un ciclomotor a velocidad superior en sesenta kilómetros por hora a la establecida en vía urbana o en ochenta kilómetros por hora en vía interurbana, será castigado con la pena de prisión de tres a seis meses, la de multa de seis a doce meses o trabajos en beneficio de la comunidad de treinta y uno a noventa días, y, en cualquier caso, a la de privación del derecho a conducir vehículos a motor y ciclomotores por tiempo superior a uno y hasta cuatro años”. Por todo lo expuesto en estos dos párrafos, amigos lectores, les hago una vieja y conocida recomendación: “Despacito y buena letra”.


Este refrán dicho agudo y sentencioso de uso común del idioma español nos invita a actuar con tranquilidad y esmero en cualquier circunstancia de la vida, aunque se ha situado habitualmente en los primeros años de la enseñanza y alude a los tiempos en los que se hacían caligrafías: “Despacito y buena letra dice el maestro en la escuela…” Conclusión, conviene no apresurarse al ejecutar una labor o tarea, si queremos que salga lo más perfecta posible… Antonio Machado, en su libro Proverbios y Cantares incluye con el n.º XXIV este cantar: «Despacito y buena letra, que el hacer las cosas bien importa más que el hacerlas».

Tras este apunte literario de Antonio Machado, he creído conveniente hacer algunas aportaciones sobre la vida del poeta, que nació en Sevilla en 1875 y falleció en Colliure (Francia) en 1939. Aunque influido por el modernismo y el simbolismo, su obra es expresión lírica del ideario de la Generación del 98. Hijo del folclorista Antonio Machado y Álvarez, más conocido por su seudónimo “Demófilo” y hermano menor del también poeta Manuel Machado, pasó su infancia en Sevilla hasta que se trasladó con su familia a Madrid.

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,

y un huerto claro donde madura el limonero;

mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;

mi historia, algunos casos que recordar no quiero…

Se formó, como su hermano Manuel, en la Institución Libre de Enseñanza y en otros institutos madrileños. Durante un primer viaje a París, donde ya le esperaba el primogénito de la familia, trabajó en la editorial Garnier, y posteriormente regresó a la capital francesa, donde entabló amistad con Rubén Darío. De vuelta a España frecuentó los ambientes literarios, donde conoció a Juan Ramón Jiménez, Ramón del Valle-Inclán y Miguel de Unamuno. En 1907 obtuvo la cátedra de francés en el instituto de Soria, cuidad en la que dos años después contrajo matrimonio con Leonor Izquierdo. Tras la prematura muerte de su esposa, pasó al instituto de Baeza. Doctorado en filosofía y letras, desempeñó su cátedra en Segovia, y en 1928 fue elegido miembro de la Real Academia Española.


Durante su estancia en Soria, Machado escribió su libro más noventayochista, “Campos de Castilla”, y tras la muerte de Leonor, los populares “Proverbios y cantares”, por citar algunas de sus obras. Pero no cabe la menor duda de que el cantautor catalán Joan Manuel Serrat con su disco dedicado a Antonio Machado en 1969 contribuyó de manera decisiva a que el gran público conociera parte de la obra del poeta:

Caminante, son tus huellas el camino y nada más.

Caminante, no hay camino: se hace camino al andar.

Al andar, se hace camino, y al volver la vista atrás

se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.

Caminante, no hay camino, sino estelas en la mar.


Feliz por este nuevo reencuentro con los lectores, saludos cordiales.


Fernando Monge

12/09/2021

fmongef@gamil.com

 


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