Muchas personas son
conscientes de que es importante mantener la distancia con el coche que uno
tiene delante, ya que puede evitar accidentes. Sin embargo, la mayoría no son
conscientes de los metros de espacio que convendría dejar según el tipo de
carretera o las condiciones meteorológicas. No respetar la distancia de
seguridad acarrea multa, y eso en el bolsillo duele, pero también puede derivar
en desafortunados desenlaces para los ocupantes.
Cuando un conductor sigue a
otro de cerca nos referimos a él comúnmente como “el cagaprisas de turno”. Sin
embargo, la distancia no es lo único que importa. Variables como la velocidad,
las condiciones de manejo o el tipo de vehículo que uno tiene entre manos
también influye a la hora de poder juzgar una distancia de separación segura.
Pero es imperante adquirirla en todo momento, en todo tipo de tráfico, en
cualquier condición climática y en todas las carreteras.
Cumplir con la distancia de
seguridad es mucho más seguro para ti y para las personas que están delante y
sus pasajeros. Además, si golpeas al coche que tienes delante, se te considera
culpable. No hay elección en cuanto al espacio que queda detrás tuya, pero
puedes controlar la cantidad de espacio al frente. Las colisiones por alcance
son la forma más común de accidentes, casi siempre por falta de atención. Por
eso es tan importante ser civilizado como evitar las distracciones.
Una distancia de seguridad
adecuada es todo aquel espacio vacío que hay entre tu coche y el vehículo que
se encuentra delante, lo suficientemente amplio como para poder tener tiempo de
reacción para pisar el freno y detener el automóvil sin que haya contacto entre
ambos. Piensa en lo que sucede como peatón: cuando caminas cerca de alguien y
se detiene de repente, por alguna razón u otra, te chocas con ella o te desvías
de lado para evitarlo. En la carretera es igual.
Si seguimos muy de cerca al
vehículo que está delante, no dejamos tiempo ni espacio para que las cosas
puedan contarse luego como una mera anécdota. Siempre hay que dejar el
beneficio de la duda y estar pendientes de todo lo que nos rodea al volante. Si
el coche al que seguimos hace una detención de emergencia o una maniobra de
evasión peligrosa, hay dos opciones: bien la distancia de seguridad era
adecuada y aquí no ha pasado nada, o una sucesión de problemas.
En los puertos de montaña o
tramos con acusadas pendientes, mantener las distancias puede ser crucial
dentro de todos los escenarios posibles. Normalmente, la diferencia de
velocidad entre los distintos coches y las condiciones climatológicas no suelen
estar a favor. Por eso en estas carreteras podemos ver pintado en el asfalto
una serie de flechas, denominados “galones” o “chevrones”. Junto a ellas, señales
verticales recomiendan un espacio de separación de, al menos, dos marcas.
Por suerte, la mayoría de los
coches que se venden actualmente ya cuentan con ayudas a la conducción que
facilitan mantener la distancia de seguridad, tales como los controles de crucero
adaptativos, que mantienen una espacio suficiente con el coche que nos precede.
Algunos más completos incluso equipan alertas visuales y auditivas que nos
avisan si el vehículo que va por delante está demasiado cerca. Para todo lo
demás, existen “trucos” para calcular la distancia de seguridad.
Durante años, la distancia de
seguridad óptima entre coches se basó en una relación entre la longitud de un
coche de tamaño medio por la velocidad a la que se circulaba. A finales de la
década de los 60, esto se cambió a la “regla de los dos segundos”. Más tarde,
las autoridades se dieron cuenta de que esta norma no era la más adecuada para
velocidades que superaban los 50 km/h. Fue entonces cuando se desarrollaron
otras alternativas atendiendo a las distintas circunstancias.
La Dirección General de
Tráfico (DGT) dice que para evitar un choque por alcance son necesarios, al
menos, dos segundos de diferencia entre vehículos, que se puede calcular
pronunciando “1101, 1102…” respecto a un punto fijo en la vía. Pero, como
acabamos de mencionar, hay que coger con pinzas esta regla: dos segundos pueden
ser insuficientes ante frenadas muy fuertes a gran velocidad o asfalto mojado.
En esas circunstancias debería ampliarse a tres o más segundos.
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