La artesanía es una tradición centenaria en Japón, un país donde las habilidades más meticulosamente perfeccionadas pasan de generación en generación, para crear objetos hermosos moldeados por manos expertas. Ese toque humano –la inmensa atención al detalle que solo las personas, a diferencia de la tecnología, pueden conseguir– es la clave que hace de Lexus y sus vehículos algo único.
En la planta de Lexus en Motomachi, en la prefectura japonesa de Aichi, se produce el coupe premium LC, de las manos de un equipo de maestros artesanos Takumi y trabajadores de excepcional talento, que aplican sus vastos conocimientos a cada paso del proceso de fabricación. Gracias a una combinación de la más refinada artesanía y tecnologías innovadoras, Motomachi es una de las fábricas de automóviles más sofisticadas del mundo. Con su inconfundible entorno de tecnología avanzada, no es de extrañar que fuese en esta planta pionera donde los mismos ingenieros y especialistas fabricaran a mano el emblemático supercoche LFA.
Ahora, los artesanos aprovechan las habilidades desarrolladas en la producción del LFA –tales como el desarrollo de componentes de fibra de carbono y el acabado experto a mano– para fabricar el LC al mismo nivel de calidad.
Desde la fabricación de la carrocería hasta las pruebas de conducción, los ocho maestros Takumi y el resto de trabajadores se especializan en un paso concreto del proceso de producción del LC. Durante todo ese proceso, el equipo demuestra un enfoque práctico y un gran rigor y precisión. El ADN de la marca lleva integrada la idea de que el toque y el espíritu humanos son esenciales para inyectar emoción en todos los Lexus. Por ese motivo, la planta de Motomachi ha sido diseñada para servir a la mejor máquina jamás creada: el cuerpo humano.
Las herramientas empleadas por el equipo están en sintonía con la tecnología más avanzada, diseñada para conseguir un trabajo artesano al máximo nivel. En ese sentido, tienen a su disposición tabletas con listas de control, diseñadas para mejorar la producción, lo que implica detectar fallos y comprobar que no se omite ningún paso del proceso. Por ejemplo, al final de los procesos de construcción de paneles y soldadura de la carrocería –que figuran entre los primeros en la producción de un LC–, un maestro artesano evalúa la precisión con que está alineado el chasis con sus ojos especialmente entrenados; se trata de un proceso en profundidad que comprende más de 800 comprobaciones distintas, con la ayuda de sensores electrónicos para verificar la integridad de las soldaduras de las diferentes piezas.
En la planta de Lexus, la ejecución de las tareas más delicadas se sustenta sobre la armoniosa interacción entre artesanía y tecnología. Puesto que las máquinas solo pueden detectar fallos para cuya identificación han sido diseñadas, lo artesano puede alcanzar un grado de precisión superior, porque tiene la capacidad de reconocer imperfecciones que tal vez nunca se hayan visto antes.
La iluminación es otro factor crucial para garantizar la mejor calidad posible y permitir a los artesanos de Motomachi detectar incluso los objetos más pequeños. La línea de montaje, hecha especialmente a medida, presenta un acabado en blanco desde el suelo al techo, lo que da lugar a un entorno de trabajo inmaculado y perfectamente organizado que maximiza la concentración del equipo. Todo tiene su lugar dentro de esta planta tan bien iluminada, para estar seguros de que, en el improbable caso de que un objeto esté fuera de su sitio, salte a la vista.
Al final del montaje, el LC entra en una cabina de cristal de aspecto futurista, llena de luz, para someterse a una inspección detallada de 700 puntos de control por parte de dos de los artesanos con más pericia. Dentro de la cabina de cristal se encuentran unas barras LED separadas uniformemente que, tras diversas rondas de meticulosas pruebas y revisiones, se han colocado a intervalos de 30 cm. ya que según los resultados, esa es la mejor distancia para que el ojo humano detecte cualquier defecto.
Bajo el brillo de esas luces LED, uniformemente separadas, los artesanos examinan detalles que ni siquiera los clientes ven, como el preciso acabado de todas las superficies exteriores e interiores, la homogeneidad del color y el funcionamiento de los distintos componentes. Dedican los cinco sentidos a evaluar cada vehículo con la mayor eficacia posible.
Además de la disponibilidad de herramientas avanzadas y de unas condiciones óptimas de iluminación, el aislamiento acústico dentro de la cabina de inspección permite al equipo llevar a cabo las inspecciones más exhaustivas necesarias para entregar el vehículo perfecto. Gracias a las gruesas paredes de cristal de la cabina, que ofrecen un silencio absoluto, el sentido del oído de los artesanos está particularmente afinado: comprueban el buen funcionamiento de las piezas funcionales, como la apertura y el cierre de las puertas y las ventanas, intentando detectar el más mínimo sonido anómalo. En ese entorno impoluto y silencioso, donde se oiría incluso el aleteo de una mosca, es donde los artesanos rinden al máximo.
La última etapa antes de que un Lexus llegue al cliente es una prueba de conducción en un circuito especial desarrollado por artesanos formados en la conducción de alto rendimiento.
Este último punto es una manifestación más de la convicción de la marca en el poder de la atención a los detalles que solo las personas –las mejores máquinas jamás creadas– pueden ofrecer: Lexus confía en los sentidos de los maestros para recabar impresiones sobre el vehículo a través del volante y cerciorarse de que todos los componentes funcionan de forma segura. Es a través de ese matrimonio perfecto entre artesanía experta y emoción, entre una tecnología de vanguardia y un entorno de trabajo impoluto, como Lexus ofrece experiencias increíbles y proporciona algunos de los mejores automóviles jamás creados.
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