domingo, 14 de julio de 2019

CEDA EL PASO


                                     …DÍGALA AGAMENÓN O SU PORQUERO





Cuando hablamos de seguridad vial, en muchas ocasiones, tenemos serias dudas sobre ciertas normas a la hora de circular, o caminar por la vía pública… Entre otras cosas, por el habitual incumplimiento de las mismas. Como, lamentablemente, podríamos hacer una lista interminable, vamos a enumerar solamente algunas de las que se infringen con tanta frecuencia que no sabemos si esas infracciones se cometen por desconocimiento, por comodidad o porque pensamos que la vía no es pública, sino que es para nuestro uso exclusivo.

Vamos con los conductores noveles… Comienzan con 8 puntos en su permiso de conducir, la tasa de alcoholemia será inferior a la del resto de los conductores —0,15 mg/l— y, por supuesto, tienen la obligación de llevar la señal “L” durante un año.


Continuamos con las rotondas… Cuando exista más de un carril, saldremos siempre por el carril derecho, pues las salidas desde un carril interior comportan mucho riesgo. La preferencia en las glorietas es del que ya se encuentra dentro de ellas… El que se incorpora debe ceder el paso.

Ahora, los peatones… Siempre deberán cruzar la calle por un paso de cebra o semafórico, no importa lo alejado que esté del lugar en el que se encuentren. Es muy peligroso atravesar la vía por el sitio que más nos convenga… Esta imprudencia la veo todos los días, y con mucha frecuencia.

Y terminamos, con los ciclistas… A la hora de cruzar un paso de peatones, tienen que bajarse de la bicicleta,  poner sus manos en el manillar y cruzar la calle como otro peatón… Debo confesar que yo eso no lo he visto casi nunca.

Un sol justiciero hace honor a la estación veraniega… El semáforo se pone en verde para los caminantes… Ningún ciclista se baja de su vehículo… Dos transeúntes comentan ese irresponsable proceder… Uno de los corredores pregunta con cierto desdén:
¿Y eso dónde está escrito?
—Eso está recogido en las normas de Seguridad Vial—le contesta uno de los viandantes, que ha tenido que esquivar al infractor.
—Pues yo tengo dudas sobre la existencia de esa norma, y no me voy a creer lo que me diga cualquiera en la calle —insistió el impertinente.

—¿Sabes una cosa, maleducado? ¡Que “la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero”! —le replicó con acritud otro viandante… El velocipedista se aleja, hace una cabriola y sube  a la acera para continuar su recorrido.

Oiga, señor, me podría explicar esa expresión que acaba de pronunciar… La de Agamenón y su porquero dijo un hombre de mediana estatura, al que le sobraban algunos kilos y que superaba los sesenta años.
El autor de la expresión se vuelve, invita al curioso a sentarse en un banco de hierro que se cobija bajo la sombra de un árbol y comienza su explicación:
Homero, escritor griego del siglo VIII a.C., fue el autor de la epopeya griega “La Ilíada” aunque a estas alturas, también se duda de su autoría. En esa obra, Agamenón, rey de Micenas, por su poder, dignidad y majestad, está por encima de todos los griegos. Tiene cualidades que son propias de los dioses y es entre los héroes griegos lo que Zeus es entre los dioses del Olimpo.

¿Y lo del porquero?
—Esa locución, que a usted le ha despertado la curiosidad, se debe al genial escritor sevillano Antonio Machado… En su obra “Juan de Mairena” —publicada en el verano de 1936—, un sabio ignoto pronuncia la siguiente frase: “La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero”. Al escucharla, Agamenón dice: “Conforme”, y el porquero replica: “No me convence”.

—Ya voy cogiendo el hilo.
—Como verá, Antonio Machado intenta decir que la verdad no depende de quien la diga —el poderoso rey Agamenón o su humilde porquero—. Que la verdad no tiene nada que ver con la posición social, el poder, el nivel intelectual o la particular ideología de cada uno. El mismo autor escribe: “La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés”. Pero, como habrá observado, el porquero no está muy convencido… Él piensa que la humildad de su desempeño le priva de la credibilidad que se le otorga al poderoso… Muy valiente fue al mostrar su desacuerdo… Porque ya vemos —en política, deporte, medios de comunicación…— la actitud de algún que otro Agamenón con sus discrepantes porqueros…

Con mis mejores deseos, saludos cordiales.
Fernando Monge

14/julio/2019
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