No habrá por el momento un
matrimonio automovilístico entre Francia e Italia. Ante la tardanza de Renault
en dar su sí quiero a la propuesta de fusión al 50% con Fiat Chrysler
Automobiles (FCA), el grupo ítalo-americano ha retirado en la madrugada de este
jueves su oferta, alegando que no se daban las “condiciones políticas” para
continuar. El Gobierno francés se ha defendido afirmando que trabajó de “forma
constructiva” y, aunque dijo “tomar nota” de la decisión, sigue considerando
que la puerta no está totalmente cerrada. La clave, según París, estaba en el
socio nipón de Renault, Nissan, que seguía sin dar su visto bueno “explícito”
al proyecto. Poco después de conocerse la noticia, los dos gigantes europeos
sufrían una fuerte caída en bolsa.
Según dijo el grupo FCA en un
comunicado, pese a que sigue “firmemente convencido de la razón convincente y
transformadora” de su propuesta, “ha quedado claro sin embargo que las
condiciones políticas en Francia no existen en estos momentos para continuar con
éxito” con el proyecto, que buscaba crear el tercer grupo mundial del sector
del automóvil.
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La decisión se conoce solo
unas horas después de que, pasada la medianoche, la junta directiva de Renault,
reunida por segundo día consecutivo para decidir si aceptaba una fusión que
desde un principio consideró “interesante”, pidiera más tiempo para dar una
respuesta. En un escueto comunicado, Renault también apuntaba directamente a
los representantes del Estado —que con el 15% es el principal accionista de la
compañía gala— como responsables del retraso, al señalar que estos habían
solicitado que “se pospusiera la votación”. Sin embargo, el Gobierno francés se
ha defendido de estos más o menos velados reproches.
El Estado recibió
“abiertamente” la propuesta de FCA y “ha trabajado de forma constructiva con
todas las partes”, sostuvo en una declaración el ministro de Economía, Bruno Le
Maire, quien la víspera había llamado a Renault a “no precipitarse” en una
decisión. Desde que se conociera la propuesta de fusión, el pasado 26 de mayo,
el Gobierno dijo que la veía con buenos ojos, pero que reclamaba varias
garantías: ante todo, que se asegurara el mantenimiento de las plantas
industriales y de los puestos de trabajo en Francia (más de 48.000), así como
que la gobernanza de Renault y FCA fuera “equilibrada” y el Estado francés
tuviera representación en el consejo que resultara de la fusión. París también
exigía que el grupo fusionado continuara trabajando con Alemania en el proyecto
conjunto de baterías eléctricas y, finalmente, que toda la operación fuera
realizada “en el marco de la alianza entre Renault y Nissan”.
De acuerdo con el ministro de
Economía, habría sido esta última condición la que frustró el proyecto.
“Faltaba obtener un apoyo explícito de Nissan y el Estado quiso por lo tanto
que la junta directiva dispusiera de cinco días adicionales para garantizarse
el apoyo de todas las partes”, señaló Le Maire en su comunicado.
Nissan, asociado desde 1999
con Renault a la que se ha añadido Mitsubishi, había dicho esta semana que no
se oponía de frente a la fusión, pero advirtió de que habría que “revisar
profundamente” la alianza franco-nipona. Renault controla el 43% de Nissan,
mientras que el grupo japonés tiene un 15% en el accionariado del fabricante
francés, sin derechos de voto, y controla el 34% de Mitsubishi Motors.
Aunque el proyecto de fusión
parece por el momento cosa del pasado, París asegura que no tira la toalla. El
ministro de Cuentas Públicas, Gérald Darmanin, defendió la postura de su
colega. “Francia ha defendido los intereses franceses”, dijo en la emisora
Franceinfo, donde subrayó que “pedir tiempo para un matrimonio es normal”. No
obstante, agregó, “no hay que cerrar la puerta. Hay que seguir trabajando
porque la automovilística es una industria que va a seguir evolucionando”.
El proyecto de fusión
franco-italiano preveía la creación de un grupo con base en Ámsterdam y que
estuviera en manos al 50% de los accionistas de Renault y FCA. El nuevo gigante
automovilístico, que fabricaría 8,7 millones de vehículos al año y estaba
valorado en más de 30.000 millones de euros, habría cotizado en París, Nueva
York y Milán. En las dos bolsas europeas, la frustración del proyecto hizo que
las acciones de Renault y Fiat se desplomaran a la apertura de las bolsas del
jueves. La acción de Renault se hundió un 7,10% en la Bolsa de París, mientras
que en la de Milán Fiat registraba una pérdida de 3,2%.
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