SOLIDARIDAD, ESA PRECIADA VIRTUD
El reloj de la torre del Ayuntamiento dio las cinco
campanadas en una tarde primaveral. Algunos minutos más tarde, los alumnos
salían por la puerta de la Escuela Unitaria de Niños. A pocos metros, un
hombretón de pelo nevado llamó la atención de los escolares y comenzó a contar
una pequeña historia:
“Una fría mañana del mes de enero, bajé por el ramal que
llega hasta la carretera negra. De repente, fui abordado por un desaliñado
sujeto de poblada barba y abundante cabellera.
─Amigo ─me dijo─, si me da una peseta, le explico qué
es el mundo.
─Pues venga ─le contesté, sacando la única moneda que llevaba en el
bolsillo y depositándola en su mano.
─El mundo es una esfera que gira sin
parar, donde cada uno va a su avío y yo voy al mío.
Y como alma que lleva el diablo, se perdió entre las encinas
y alcornoques de la dehesa.”
Los niños celebraban el relato con alborozo, mientras
caminaban asiendo sus carpetas y percibiendo el olor del azahar que dibujaba
pequeñas alfombrillas a los pies de los naranjos de la Plaza de la Iglesia. Cuando
enfilaban hacia la Plaza del Ayuntamiento, un hombre de porte distinguido,
estatura mediana y fino bigotito les dio alcance… Era el maestro que, con
semblante divertido y cierta curiosidad, les preguntó:
Los infantes, con relativo orden y mucho respeto, le
refirieron el motivo del regocijo.
─Pues
una persona que va a su avío es poco digna. Con más dosis de la solidaridad,
el mundo funcionaría mejor. ─Concluyó el
profesor
Sus
discípulos, que le profesaban un especial cariño, mostraban en los rostros una
mezcla de sorpresa y admiración.
Como
habrán adivinado los lectores, el firmante de este artículo era uno de aquellos
niños. Por primera vez en mi vida, con nueve años de edad, escuché con atención
la palabra solidaridad.
Hoy,
con aquel recuerdo bullendo en mi mente, me atrevo a decir que la
solidaridad es una virtud esencial del ser humano. Que la persona solidaria
manifiesta una naturaleza social que le proporciona un mejor desarrollo
personal en su entorno.
Y
si nos trasladamos a la circulación vial ─hábitat natural de esta revista─, podemos afirmar que es el lugar apropiado
para, por solidaridad, poner en práctica algunas de estas acciones u
omisiones:
Esperamos
el tiempo que haga falta cuando una persona cruza dificultosamente el paso de
cebra, renunciamos a ocupar plazas reservadas de aparcamiento, no manipulamos
el móvil conduciendo o atravesando la calzada como peatón, no aceleramos cuando
otro vehículo nos está adelantando… Y, si es necesario, dedicamos parte de
nuestro tiempo a colaborar en un siniestro, o cuando vemos que un conductor se
encuentra en apuros por una avería.
Pienso,
finalmente, que si fusionamos solidaridad y educación, conseguiremos que
los seres humanos seamos solidarios en todas las facetas de la vida cotidiana.
Amigos
lectores de TODOMOTOR, que diciembre les sea propicio.
Y,
siempre que se presente la oportunidad, sean solidarios.
Fernando
Monge
2/diciembre/2017
fmongef@gmail.com
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