Buena
parte de los seguidores del Batman cinematográfico coinciden en que las
películas firmadas por Christopher Nolan son las mejores… Sin embargo, hay algo
que nadie puede discutir: el batmóvil de Tim Burton era mucho más atractivo que
el mamotreto estilo tanque de Christian Bale.
Si
pensamos en el Batman de Burton es difícil no recordar aquella maravilla del
diseño que fascinó a millones de espectadores en las dos entregas que dirigió
el autor de Bitelchús.
Anton
Furst, diseñador de producción que ya había trabajado en La Chaqueta Metálica
de Kubrick, recibió el encargo de su carrera: diseñar Gotham City. El artista
británico hizo un trabajo soberbio pero, sin duda, será más recordado por el
bólido que pilotaba Michael Keaton.
Bajo la
atenta mirada de Burton, Furst trató de dar un toque más siniestro al vehículo
del hombre murciélago. Encontró inspiración en el expresionismo artístico de
principio de siglo XX y en el art decó. Usó detalles de los coupes de los años
30, elementos del Bugatti Tipo 57 e incluso la turbina de un avión, todo ello
sobre el chasis de un Chevrolet Impala. El resultado fue legendario.
Pero la
segunda parte de la historia no es tan agradable. Burton no contrató a Furst
para la segunda parte de la saga (Batman Returns) y, a pesar de haber ganado el
Oscar a la mejor dirección artística en 1990, el artista británico terminaría
suicidándose un año más tarde, probablemente sin saber que su legado iba a
seguir fascinando a los amantes del cine y de los coches durante décadas.
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