domingo, 23 de junio de 2013

FOTOGRAFÍA DE CATHERINE DENEUVE EN UN COCHE EN 1968

Catherine Deneuve en un coche en 1968 en Paris – Foto: http://redaccion.lamula.pe
Una instantánea de un rodaje puede desatar la imaginación. Y más cuando tiene tanta fuerza expresiva como la fotografía que nos ocupa. El blanco y negro potencia las sensaciones atrapando la belleza del momento, congelando ese instante, perpetuándolo hasta la eternidad. Podría pasarme horas y horas mirándola sin cansarme. Tras la entradilla, la foto.

Lo desconozco todo acerca de la próxima foto. No la que acompaña a estas líneas, sino la que podemos ver abajo del post. 



Tan sólo sé que está tomada en el set de rodaje de la película Manon 70. En ella, Catherine Deneuve interpreta a una mujer decadente y nihilista, que carece de la más mínima moral, que utiliza su cuerpo para sus propios intereses económicos, movida sobretodo por una lujuria desenfrenada que no es otra cosa que una forma de huir.

En esta imagen podemos ver un coche de un modelo y color indeterminado. En el fondo, poco importa si se trata de una u otra marca, porque lo que de verdad interesa es el interior. Podemos ver que un hombre corpulento da marcha atrás con la cabeza girada, mientras por una de las ventanillas asoma la cabeza rubia de la bella actriz. Su mirada, pese a que muchos siempre han dicho que es de hielo, lo expresa todo con su hieratismo enigmático. Tiene la barbilla apoyada con elegancia y languidez en la mano que asoma, como si nada de lo que sucede en el interior del habitáculo le importase lo más mínimo. Ella mira con gran intensidad hacia algún punto lejano que no se puede observar en el encuadre.

No sabemos en qué está pensando o a quién está mirando, pero está claro que su mundo interior debe ser mucho más interesante que el que le puede ofrecer el corpulento personaje que conduce el vehículo. Da la impresión de que está abandonando algo muy querido, de que conforme se aleja el automóvil una pérdida irrecuperable se queda detenida en ese mismo punto que ella no puede dejar de mirar. Pero la expresión de su cara es resignada, como si su propia mente decidiese que los cambios siempre son a mejor y que no hay que tenerle apego a nada en esta vida efímera. Todo es natural en la postura de la francesa, que aparentemente ignora que la están fotografiando. Por eso en su mirada sólo hay soledad y lánguida belleza. Todo muy francés.

Wanderer 75

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