MISTERIOSA NOCHE DE VERANO
El verano juega a nuestro
favor por diversos motivos: más horas de luz, por lo que aumentan las
vivencias, compartimos fiestas, un plato gastronómico que nos enloquece, o un
buen vino, o un refresquito que nos atempere el cuerpo, y acompañe nuestros
ratos de ocio. Nos gusta hablar más, contar historias, pasear
entre los recuerdos y desempolvar el baúl de nuestras experiencias, esos momentos
que un día vivimos, pero no quisimos airear por si acaso nos tomaban por
lunáticos.
Pero es que, además, no
entiendo por qué parece como si fluyeran aquellas conversaciones en las que reunidos
en una noche estrellada en torno a un buen ambiente los coloquios se hacen más
interesantes. Cada uno cuenta aquello que les pasó, o aquellas experiencias que
hace tiempo, mucho, mucho tiempo, nos ocurrió o nos contaron como algo inexplicable,
misterioso, ¡o no pasó! y me hubiera gustado que pasara.