FUENTE DE INSPIRACIÓN

Los pupitres envejecidos eran
un todo en esa clase donde más de cincuenta alumnos respirábamos ese olor
especial a madera vieja, tiza rota y goma de borrar.
Frente a nosotros una pizarra
gigante, que acogía todas las explicaciones gráficas que don Rafael nos iba
inculcando cada día, de diez a una y media, y de tres a cinco.