NO ESTAMOS LOCOS ¿SABEMOS LO
QUE QUEREMOS?
Cuántas veces hemos
diagnosticado una enfermedad psicológica a un conductor desde nuestra tribuna,
ya sea:
como otro conductor, como
peatón, o sencillamente porque pasábamos por allí.
Y además sin ser especialista
en psicología o psiquiatría. Da lo mismo. Hemos sido testigo del enterado/a que
ha invadido un carril sin avisar o avisando. O hemos contemplado como un
vehículo se saltaba un semáforo poniendo en peligro a las personas que en ese
momento iban a cruzar la vía. O aquel otro conductor, que iba zig zageando
creyéndose un piloto de carreras por medio de la ciudad.
¡Van como locos! ¡Está sonado!
¡Están como una cabra!
¡Has visto el tarado/a que nos
ha visto y se ha saltado el stop!
Sin ser un especialista en la
materia, me atrevería a decir que ¡hay mucho loco/a suelto/a que no debería de
conducir ningún vehículo!
Es evidente que la
personalidad de un individuo es un aspecto determinante de la conducta de la
conducción. Según datos, se ha llegado a la conclusión de que los factores que
más influyen en los accidentes de tráfico suelen ser de tipo temperamental y de
carácter; y que el mayor número de accidentes suelen manifestar cierta
inmadurez de su personalidad de su humor, de actitud de riesgo, osadía,
comportamiento arbitrario y descontento en alguna faceta de su vida familiar,
laboral o personal. Las enfermedades psíquicas tienen cada vez más auge en
nuestra sociedad, sin distinción alguna, por lo que se están convirtiendo en
una auténtica epidemia. El estrés o la depresión afectan cada vez más a la
población española, y sin lugar a duda son enfermedades que tienen su
incidencia en aquellos que son conductores.
CONCLUSIÓN:
La práctica de la conducción
requiere una gran concentración, algo que se olvida con frecuencia, y este tipo
de enfermedades disminuye considerablemente la capacidad del conductor para
concentrarse en los estímulos externos imprescindibles para una conducción
segura.
Es evidente que, si tenemos
una minusvalía física o psíquica, NO DEBERÍAMOS CONDUCIR UN VEHÍCULO.
Que hay que ser más rigurosos con los
controles psicotécnicos y con los exámenes médicos, EVIDENTEMENTE. No se debe
conducir si no se está capacitado para ello. ¡No es tan difícil!
Si se tiene depresión y se es
conductor habitual se debe acudir a un especialista de forma que se determine
el tipo de depresión y la terapia a seguir. Si está bajo los efectos de alguna
terapia farmacológica debe tenerse en cuenta que estos fármacos pueden producir
alteraciones que afecten directamente a la conducción.
Si se está en una fase aguda
de depresión, debe evitarse el uso del vehículo ya que aumentan las
posibilidades de sufrir un accidente.
El ritmo de vida acelerado, la
sobrecarga de trabajo, problemas de inseguridad o frustración profesional, la
excesiva estimulación ambiental, marcarse metas excesivamente elevadas,
trabajar en un ambiente excesivamente competitivo, son alguna de las
situaciones que pueden dar lugar a la aparición de estrés.
Es evidente que por una razón
u otra hay personas que hoy por hoy no son apta para conducir por razones
psicológicas, y no deberían ponerse al volante de ningún vehículo.
Es un acto de responsabilidad
por parte del conductor/a ponerse a los mandos de un volante sin se está
medicando o tiene una enfermedad psicológica que puede poner en peligro su vida
o la de los demás. También es un acto de responsabilidad, no beber o drogarse
mientras se conduce y los datos me remito.
En fin, algunos y algunas por
su forma de conducir ¡están como verdaderas cabras! Y NO ESTAMOS LOCO Y SABEMOS
LO QUE QUEREMOS…
Familia, buen fin de semana.
Pepe Bejarano.