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sábado, 14 de octubre de 2017

LA ROTONDA con Pepe Bejarano





El primer gesto al entrar en el coche es ponerme el cinturón de seguridad, después, poner la radio. Son “tics” instintivos que nos acercan a nuestra realidad. Deformación profesional, interés porque alguna voz me acompañe durante mis desplazamientos, o sentirme menos solo en la jungla de asfalto.

Sin duda, realizamos más movimientos antes de poner la primera marcha y comenzar a andar: quitar el parasol, comprobar si está conectado el móvil al manos libres, comprobar los espejos exteriores y, aquí por el sur, poner el climatizador del coche. Otros, ponen el CD, quitan una mota de polvo del salpicadero. Podemos, como si fuéramos pilotos de avión, comprobar nuestro listado protocolario de funciones del automóvil antes de ponernos en marcha. Pero lo que nunca podemos hacer, es realizar estas funciones mientas estamos conduciendo. 

Alguna vez, les he indicado que realicen un ejercicio que sin querer observamos, sobre todo cuando estamos detenido en un semáforo: mirar a un lado y a otro y poner atención a lo que en ese momento están haciendo los demás conductores. Podríamos rellenar varios folios con nuestras observaciones, pero mientras el vehículo esté detenido, casi todo vale. Sin embargo, sería distinto, si estas particularidades las realizáramos cuando vamos conduciendo, algo que muchos conductores hacen frecuentemente, dado que la mayoría de los accidentes se producen por distracciones: hablar por el móvil, sintonizar la radio, coger algo de la guantera, fumar, manipular el navegador, etc.

CONCLUSIONES:

Un cambio de rasante, una velocidad inadecuada, una calle donde hay paso de peatones, semáforos, densidad de circulación. Miles de circunstancias hacen que no perdamos el control de nuestros sentidos mientras estamos conduciendo. Son muchos los vehículos que circulan por las carreteras o por la ciudad al mismo tiempo, y una imprudencia puede ser fatal.

En carretera, mientras hacemos desplazamientos largos, es fácil que podamos perder la atención. No guardar la distancia de seguridad y una distracción al volante es accidente seguro. 

En los circuitos urbanos, las distracciones son una apuesta segura entre los alcances. No agudizar nuestros sentidos en una caravana, tiene premio. Soy, además, de la opinión que, con el tiempo, el conductor responsable va adquiriendo otro sentido que es la suma de los ya conocidos y,  con el sentido metafísico, el de la prevención. Sabemos que si vemos en la calzada una pelota, detrás viene un niño; entendemos que una luz de marcha atrás nos indica que no siempre el conductor que va a realizar la maniobra espera a que pasen los vehículos con prioridad. Infinidad de situaciones que se dan día a día nos recomiendan que antes de iniciar la marcha realicemos todas las funciones que no deberíamos de hacer mientras el coche está en movimiento y, en último caso, esperar a que el coche esté detenido para realizarlas. 

Aun atendiendo a mis consejos, no pierdan la mirada a todo cuanto ocurre a su alrededor mientras conducen, siempre, pueden llevarse una SORPRESA.

Familia, mis mejores deseos, y espero que las sorpresas sean para bien. Buen fin de semana.

Pepe Bejarano.

sábado, 7 de octubre de 2017

LA ROTONDA con Pepe Bejarano



ÉRASE UNA VEZ…



El niño que desde pequeñito le encantaba jugar con los coches. Era una diversión constante la que Pablito tenía con ese pequeño vehículo que su padre y su madre le habían regalado por su cumpleaños. No era nada del otro mundo. El chasis era de plástico y cuatro ruedas que no paraban de rodar por todos los rincones de la casa.

El pequeño Pablo, a sus cinco años, desayunaba con el coche, almorzaba y cenaba. En cualquier actividad que realizaba el pequeño no podía faltarle su entretenido coche azul de plástico.

Un día, su padre que no le dedicaba mucho tiempo al pequeño debido a sus múltiples actividades laborales, se puso a jugar con Pablito y su pequeño coche azul. Los dos en el suelo del dormitorio hicieron un circuito con pinzas de la ropa, y desplazaron interminablemente al coche por esos carriles sin que este pudiera tocar las pinzas y, por supuesto, se saliera del circuito efímero.

Al día siguiente, Pablito copió el juego de su padre, y ya no desplazaba su coche azul de plástico, por la encimera de la cocina, por las cortinas del salón, ni por encima del sofá. Ahora, Pablito solo quería construir un circuito más grande con más pinzas, y con todo lo que encontraba a su alrededor; ovillos de hilo, los colocaba en las esquina para hacer semáforos, con tiza, llegó a pintar paso para peatones. Ese ratito de juego que Pablito tuvo con su padre, le abrió la imaginación hasta tal punto, que su cuarto era una copia de las calles de su barrio. Allí, él conducía con su dedo índice en el techo del coche azul de plástico, cedía el paso a los peatones, que eran indios, se paraba en los semáforos, representados por dedales, y cuando se cansaba, estacionaba su vehículo, en un parking que él mismo se había construido.

Pablito, desde ese día, empezó a aprender a conducir. Les preguntaba insistentemente a sus padres, qué significaba aquellas señales de tráfico que se encontraba a su paso,  ¿el porqué de los colores de los semáforos?, esas líneas pintadas en el suelo de la carretera. Y así, fue construyendo en su cuarto, calles, carreteras, y ¡ahora! señales… estaba ávido de adquirir conocimientos, sobre los coches, las motos, y, sobre todo, ¡cómo se regían! para que todos pudieran compartir la carretera sin tener que colisionar constantemente con las pinzas de la ropa.


CONCLUSIÓN:

Sin duda, el interés por aprender de los niños es infinito. Son verdaderas esponjas. Sin duda, por la parte que me toca, siempre he estado muy interesado por todo lo que tenía que ver con los coches. Nuevos modelos, nuevas versiones, recuerdo que era muy preguntón: “¿para qué sirve esta palanca?, ¿dónde está el botón la luces?, ¿cuándo hay que cambiar de velocidad? Después trasladaba a mi habitación todo lo aprendido en ese día. Entonces no existía internet, ni los nuevos estudios pedagógicos actuales.

Sigo pensando, que en las familias y en las escuelas, nace el germen de la curiosidad de un futuro conductor, independientemente de cómo vuelen las tecnologías, coches conectados, híbridos, y por fin autónomos.


No quiero pensar las preguntas de Pablito o de Carmen a su padre, hoy día o en el futuro, en el interior de un coche dónde con solo introducir a donde queremos ir el vehículo autónomo nos lleve. Pero ese por el momento será otro cuento de CIENCIA FICCIÓN.

Ahora, tenemos que despertar a Pablito, y recordarles que hoy es el momento de poner en práctica todo lo que aprendió para poder conducir sin producir ningún accidente ni derribar ninguna pinza de la ropa.
¿Cuántos Pablitos, se quedaron en el camino?
Colorín colorado, éste cuento NO HA TERMINADO.

¡De nosotros depende, familia! 
Buen fin de semana, y despejar todas las dudas que se les presente a vuestros hijos, estamos construyendo su futuro.

Pepe Bejarano.