EL RELOJ DE PAMPLONA
En una soleada y fría mañana, la mujer entró en la pequeña
frutería. El frutero era un hombre bajo, de rostro poco agraciado y expresión
seria. Tendría unos cincuenta años y sin ser desagradable, tampoco se
caracterizaba por su especial simpatía. La dama que acabada de entrar preguntó con
desparpajo por las ácidas manzanas y las dulces peras, con respuestas inconexas
del vendedor que parecía no acabar de responder nunca a lo que se le
preguntaba. Allí estaba su hermana una pizpireta cuarentona de rostro agraciado
y simpático talante que lo sacaba de apuros, aunque algunas veces, poniendo de
manifiesto su fino humor y su natural encanto, le espetaba:
―Despabila hermanito que eres el reloj
de Pamplona.
Cuando salió de la frutería, la mujer con un presuroso
caminar se acercó a la plaza del reloj. Allí estaba la pescadería… boquerones,
pijotas, calmares y tres chicas que escogían, limpiaban y envolvían el pescado
con desenvoltura. A las diez de la mañana, la campana del reloj tendría que
perturbar el ambiente con sonoras campanadas, pero no se escuchó nada. Un
hombre se dirigió a las pescaderas y preguntó:
―¿Qué le pasa a ese reloj que falla
tanto?
―Nada hijo, que es como el reloj de
Pamplona ―contestó la más joven con una amplia sonrisa.
La compradora, una mujer mayor, aseada y con una agradable
presencia, se dijo a sí misma: “Ya he escuchado esa expresión, en menos de una
hora, dos veces y, aunque deduzco que se refiere a algo que no funciona bien,
voy a dar un repasito al Google para comprobar su procedencia”.
“Es una locución que está prácticamente en desuso, y se
originó como clara referencia al reloj de sol que se instaló en la fachada de
la torre sur de la Catedral de Pamplona a inicios del siglo XVI, pero las
campanas (que debían de ser tocadas manualmente) no fueron instaladas hasta el
último cuarto de aquel mismo siglo, por lo que, aunque el reloj apuntaba la
hora no la daba (o sea, no tocaba la campana). Era utilizada para hacer referencia a aquella persona
que no cumple las promesas e incluso a quienes empiezan algo (un trabajo, una
conversación…) y no lo terminan. En realidad, la frase está acortada y originalmente se decía:
‘Eres como el reloj de Pamplona que apunta, pero no da’.
En aquel tiempo era imprescindible ese toque de campana para
ir recordando a los feligreses las ‘horas canónicas’, las cuales consistían en
la división de la jornada en varias partes y que servían para señalar, sobre
todo, las horas o momentos destinados a los rezos religiosos. Por esta razón se suele aplicar también alguna que otra vez este dicho a
todo reloj de campana que, por tenerla descompuesta, no la hace sonar”.
Pues nada, ya lo tiene claro, aquellas personas que no
cumplen una promesa, las que comienzan algo y no lo terminan, trabajo o
conversación, y la campana que no suena por estar descompuesta son como “el
reloj de Pamplona”.
Con mis mejores deseos, saludos cordiales.
Fernando Monge
12/febrero/2023
fmongef@gmail.com
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