sábado, 19 de junio de 2021

LA ROTONDA

 

CARADURAS CON RUEDAS

 





Creo que en ninguno de mis artículos falta un recuerdo a lo importante que es la EDUCACIÓN para conducir un vehículo. Es evidente que los valores nos diferencian a los seres humanos. Y que, en una sociedad moderna, organizada con perspectivas de futuro, es imprescindible como punto de unión entre todos. Por eso, el respeto debería de ser capital entre los conductores cuando llevamos un vehículo por la vía pública, sobre todo, deben de imperar las normas preestablecidas por las que nos regimos para que pueda existir un orden sobre el asfalto, incluso sobre el acerado. De esta manera, conociendo todas las normas obligatoriamente, la organización del tráfico es menos caótica y peligrosa.


Los valores se adquieren con los años, en casa, en las escuelas, en el puesto de trabajo, incluso allí donde socialmente nos desenvolvemos, y tendría que ser como una alarma interior del ser humano para saber cuándo hacemos las cosas mal, y cuándo estamos actuando con propiedad.



En esta etapa estival, siempre desempolvo de mi memoria temprana algunos casos, que particularmente me han sucedido cuando he ido conduciendo, estoy convencido que a ustedes les ocurre lo mismo, y podían cortarnos mil y una experiencias que han vivido mientras conducían.


Quiero dejar muy claro que, en la mayoría de los casos que les voy a reseñar, se denota un aspecto de la NO EDUCACIÓN, o de la falta de valores en contra del individuo como es el CINISMO: Actitud de la persona que miente con descaro y defiende o practica de forma descarada, impúdica y deshonesta algo que merece general desaprobación.


─Me ha ocurrido en infinidad de ocasiones, “conduciendo por una vía de una dirección, donde existen locales, comerciales, bares, etc., el vehículo que va delante se detiene en el centro de la carretera, se abre la puerta del pasajero, y sale una persona del vehículo con aparentes signos de encontrarse físicamente bien, el que creo que no estaba tan bien era el conductor. Podría realizar la misma maniobra pegando su vehículo a la acera para que se apee la persona que lleva, y de esta manera, los vehículos que van detrás no tendrían que detenerse”.

Les preguntaría a las autoridades competentes, que, por cierto, cuando te ocurre algo parecido a lo que les acabo de contar nunca están ni se les espera, ¿Qué hacemos en estos casos?

- ¿Tocamos el claxon para llamar la atención de conductor que está realizando la descarga del pasajero?

- ¿Salimos de nuestro coche para encararnos con el conductor del vehículo?

- ¿Hacemos fotos, videos, y posteriormente realizamos una denuncia voluntaria?

- ¿O sacamos un listado de improperios que lanzamos sobre el conductor que tranquilitamente nos interrumpe el paso?

Al final, uno que es incapaz de cruzar esa línea del respeto que nos separa del “caradura con ruedas”, espera el tiempo pertinente que tarda en detener el vehículo y descargar, y después, seguimos nuestro camino con un cabrero de mil pares…mientras, el descerebrado sigue su camino sin preocuparse de nada.

Cuando se habla de que la Policía Local ponga en marcha un departamento para los carriles bici, ¿no creen que sería más interesante que pusieran en marcha una Policía anti- caraduras? Hace muchos años, cuando el parque móvil de las ciudades no tenía nada que ver con el actual, existía una policía de barrio a pie, que formaba parte del paisaje.
Recuerdo que no nos dejaba jugar al balón en la calle, que podían denunciarte por tirar basura a la vía pública, o incluso sacaban a pasear el boletín de denuncias cuando subías el coche en la acera, o aparcabas la moto donde no debías, era algo así como “la policía de la moral”, que tenían como misión recordarte aquello que no podías hacer, sobre todo perjudicar a terceros. Estos uniformados eran como la alarma interior que a veces echamos de menos en el ser humano, cuando no distinguimos el bien del mal, una especie de recordatorio de aquellos aspectos que no te enseñaban en casa, o en el colegio, como si se preocuparan de seguir con nuestro adiestramiento de la ética, y de la moral, aquellos hombres, eran “los guindillas”.



Hoy, esos mal llamados “guindillas”, pondrían en los barrios a cada uno en su sitio, y a más de uno los encaminarían en la buena dirección, y, además, vigilando las calles estarían más atentos a los despropósitos de los que viven una vida antisocial, encuadrados, como socios numerarios de la Escuela cínica, que se caracterizan por el rechazo de los convencionalismos sociales y de la moral comúnmente admitida.

Estas personas que a sabiendas están contraviniendo las leyes mínimas del respeto se ríen de todos los logros que nos hemos impuestos para poder convivir en armonía y en paz. Si se ven reflejados en mis comentarios, que lo dudo, les recuerdo que todavía están a tiempo de convertirse en personas de orden, por el contrario, ¡enhorabuena!, creo que entre todos podemos enderezar la mala yerba.

Con afecto y respeto,



Pepe Bejarano

todomotorsevilla@gmail.com

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