domingo, 9 de mayo de 2021

CEDA EL PASO

 

                              VACUNA

 






Almuerzo frugal, protección solar en el rostro, teléfono móvil con la cita concertada, pequeña cartera de cuero con la necesaria documentación y pecunia para abonar el viaje, imprescindible mascarilla de color blanco… El hombre baja acompañado de su esposa a la amplia acera situada delante del bar en el que numerosas personas sentadas en el exterior dialogan y consumen. Mira su reloj de pulsera y las agujas señalan las 15:45. El cielo está poblado de altas y dispersas nubes grises, sin amenaza de lluvia. La temperatura, algo elevada por los atrevidos rayos solares que asoman, lleva a la pareja a cobijarse bajo la sombra de un frondoso árbol. El hombre saca el smartphone del bolsillo de su camisa azulada con motas blancas y se dispone a solicitar el viaje en una plataforma tecnológica de movilidad. El centro de vacunación está alejado y plantea cierta dificultad para acceder a él en el autobús urbano.

La plataforma aparece en la pantalla con una pregunta: “¿A dónde quieres ir?”, encima de un largo rectángulo en el que asoma el siguiente mensaje: “Introduce un destino”. El usuario introduce como destino: “Estadio de La Cartuja de Sevilla” y contempla hasta cuatro modalidades de viaje con sus precios cerrados, el tiempo de espera y otro largo rectángulo de color azul con la invitación: “Pide ahora”. Pulsa y puede leer durante unos segundos las palabras: “Localizando un vehículo”. Posteriormente, un plano señala dónde está el coche, la marca, la matrícula, el nombre de conductor y el tiempo que tardará en llegar. El vehículo se va desplazando por la pantalla desde el punto en el que se encuentra hasta el lugar de recogida. En el plazo previsto se detiene delante de los usuarios.

El conductor, provisto de mascarilla, es un hombre de mediana edad, cabello de color negro salpicado de canas, cuerpo diminuto y está separado de los viajeros por la reglamentaria mampara. Se dirige a la Ronda Supernorte para llegar al recinto. Si el usuario está abonado a la plataforma, le cargan el importe del recorrido en su cuenta corriente y, cuando baja del vehículo, cierra el viaje pulsando el grado de satisfacción en una de las habituales caritas… Si lo cree conveniente, pude añadir una propina para el conductor, que oscila entre uno y tres euros.

En la puerta F algunas personas forman cola para entrar en el Estadio Olímpico. Los recién llegados se colocan al final y en unos cinco minutos ya están dentro. Pasan por un control en el que, con las palmas de las manos hacia arriba, reciben gel alcohólico y se les toma la temperatura. A continuación, se dirigen a una máquina validadora en la que se introduce el número del DNI de la persona que va a recibir la vacuna… Sale por la ranura lateral un tique con una clave identificativa y el número de sala a la que hay que dirigirse. Cuando se llega a la ubicación, de pie o acomodado en una de las sillas, hay que esperar a que el inquieto panel electrónico refleje la clave identificativa y el número de box al que hay que dirigirse para la inoculación.

Dentro del box, dos administrativas hacen las preguntas de rigor: si se padece alguna alergia, si se ingiere anticoagulante… Informan que van a inyectar la primera dosis  de Pfizer, que la segunda tardará veintiún días y que se comunicará con un nuevo SMS. Se accede a un compartimento contiguo en el que un enfermero aplica la vacuna, al mismo tiempo que informa de las características del vial, y aconseja que después de la inoculación se espere entre quince y treinta minutos, antes de regresar a casa, sentado en una de las sillas que se encuentran cerca de la puerta de salida.

Abandonan la mole de hormigón y un guarda jurado les indica el lugar en el que se encuentra la parada de taxis. Una larga hilera de vehículos blancos con la franja amarilla inclinada en la puerta trasera y el piloto verde encendido espera la llegada de los potenciales clientes. Se dirigen al primero como es preceptivo y, después de saludar al conductor, le indican el destino del viaje y se ubican en los asientos traseros. El taxista es joven y parlanchín. Tiene el pelo castaño, oculta el rostro tras la mascarilla y goza de una natural simpatía. Sin presupuesto cerrado, el vehículo enfila la marcha al lugar indicado por los usuarios. En el recorrido el chófer pregunta por la experiencia vivida, la marca de la vacuna, la calidad de la organización… Y en una distendida charla recibe cumplida información.

Son dos formas diferentes de viajar: las plataformas y los taxis convencionales. Cada una con sus ventajas y sus inconvenientes. Valga como comentario final una aclaración… El precio del taxi fue muy similar al de la plataforma.

Con mis mejores deseos, saludos cordiales.

Fernando Monge

fmongef@gmail.com

9/mayo/2021

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