INSULTOS
Creo que alguna vez, algunos de nosotros instintivamente hemos dirigido algún improperio descalificativo a un peatón, otro conductor o persona que se nos ha cruzado en nuestro camino durante la conducción, o hemos observado como esos personajes de forma deliberada o no, han puesto en peligro la vida de otras personas o la suya propia.
Incluso, cuando han dado un
volantazo, o han frenado de golpe mientras nosotros íbamos detrás a una
distancia segura, sencillamente han cambiado de dirección sin avisar.
Es verdad que no hay tanta
imaginación a la hora de insultar como creen algunos.
“Gilipollas”, “imbécil” y
“cabrón” —también en versión femenina y bajo la forma de “cabrona”— son los
improperios más frecuentes en España.
Esto, según un estudio de la
Universidad de Nebrija, que resalta además que se usan las mismas palabras
«pese a la riqueza» del español.
En el proyecto de
investigación han participado más de 2.500 personas de todas las comunidades
autónomas de España.
El estudio, liderado por JonAndoni Duñabeitia, director del Centro de Ciencia Cognitiva de la Facultad de Lenguas y Educación de la Universidad Nebrija, y María del Carmen Méndez Santos, profesora del Área de Lingüística de la Universidad de Alicante, ha logrado recoger más de 8.000 insultos que han sido clasificados según su frecuencia de uso y la edad, origen e identidad de género de los hablantes.
Mediante un cuestionario en el
que los participantes indicaban sus tres insultos más usados, se han recopilado
83 palabras diferentes usadas como ofensas «de manera consistente, una cifra
que está muy lejos de los cientos de términos que la lengua española refleja
como insulto».
La investigación ha mostrado
diferencias regionales en el uso y abuso de los insultos, si bien la palabra
«gilipollas» es la más usada.
Lista completa
-«Gilipollas»
-«Imbécil»
-«Cabrón/cabrona»
-«subnormal»
-«hijoputa/hijaputa
-«tonto/tonta»
-«idiota»
-«puto/puta»
-«capullo/capulla»
-«payaso/payasa»
Creencias, estereotipos,
clichés
El estudio muestra que los más
jóvenes usan más «gilipollas», mientras que el uso de «cabrón» aumenta a medida
que la gente cumple años.
Según Duñabeitia, esta
investigación estudio sugiere que, «a la hora de ofender, y a pesar de la
riqueza de la lengua, hombres y mujeres de toda España suelen escoger los
mismos insultos».
El listado de insultos más
frecuentes incluye términos que aluden a los estereotipos de feminidad, a las
capacidades intelectuales y a la orientación sexual de las personas.
«Las palabras que elegimos
para insultar dejan entrever creencias, estereotipos y clichés de la sociedad,
y el uso de determinado léxico puede representar un acto de discriminación consciente
o inconsciente por parte del hablante».
El insulto, de acuerdo con los
coordinadores del estudio, puede actuar como elemento cohesionador e
identificador de una comunidad de hablantes, «e incluso como una marca personal
como la que en su día vestía las crónicas radiofónicas del periodista José
María García, que empleaba expresiones como «abrazafarolas» o «cantamañanas».
Dejando aparte los insultos
que el cine y los medios de comunicación pueden poner de moda, el contexto o la
comunicación no verbal también puede convertir un insulto en un piropo.
«Hay muchas maneras de decir
hijo de puta, y que la expresión pase del insulto a la alabanza, es a veces
cuestión de una sonrisa, una palmada en la espalda, o un tono concreto, aunque
hay muchas maneras mejores de felicitar sin recurrir a un léxico grosero y
machista».
Es el primer estudio de este año nuevo que he querido poner negro sobre blanco, para que tomen nota, y saquen sus propias conclusiones. Solo he querido demostrarles una de las realidades más evidentes que algunos de nosotros utilizamos en alguna que otra ocasión, sobre todo cuando vamos al volante. No llegamos a conocer a nuestros interlocutores en la vida, pero los bautizamos en un segundo.
Quiero pedirles perdón si en
algún momento he podido dañar su sensibilidad, pero si me conocen, no me gusta
vivir ni escribir de espalda a la realidad, pero es que no hay otra.
Un escape, un hábito, o
sencillamente un resorte que ponemos en marcha con mucha frecuencia, y que
además a veces tiene consecuencias muy negativas. Posiblemente, podríamos
reconducirnos, y aprender de nuestros propios errores. Démonos tiempo, pero
para nuestra tranquilidad y sosiego será un paso adelante para nuestra
estabilidad emocional y la de los demás.
Con más respeto y afecto que
nunca,
Pepe Bejarano
todomotornoticias@gmail.com
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