domingo, 22 de noviembre de 2020

CEDA EL PASO

 

                              SOLO SÉ QUE NO SÉ NADA (II)

 


 



Esta frase, que se asigna al filósofo griego Sócrates (470 a. C. – 399 a. C.), no aparece escrita en ningún texto, y se deriva de lo relatado por el filósofo griego Platón (siglos V y IV a. C.) sobre su antecesor en la obra Apología de Sócrates. Aunque no existen evidencias de que Sócrates pronunciara esas palabras, lo cierto es que están muy acordes con su filosofía en la que afirma que una prueba de sabiduría es el reconocimiento de la ignorancia, sugiere, además, que no existe la verdad absoluta y que es verdaderamente sabio el que no se considera portador del saber, sino el que tiene voluntad de aprender cada día.

Después de analizar de manera somera la expresión: “solo sé que no sé nada”, nos vamos a detener en la cara opuesta de las personas sabias, que son las personas ignorantes. Esas personas que no tienen ningún interés en aprender, pero eso sí, saben de todo  más que nadie y en muchos casos se creen portadoras de la verdad absoluta… Esa verdad que no existe. Sin embargo, suelen ser muy desconfiadas, otro rasgo más de la ignorancia. Cuidado, desconfianza no tiene nada que ver con  precaución y cautela antes de tomar decisiones o de actuar, pues estas cualidades están emparentadas con la sabiduría.

El ignorante tiene la mala costumbre de criticar todo aquello que no entiende o que no le gusta y, si es preciso, da su opinión sin que nadie se la pida. Si por ejemplo no entiende de informática, de música o de literatura, dirá que todo eso son tonterías, y que él dedica su tiempo a cosas más importantes, cuando lo cierto es que no suele hacer nada… Ver mucha televisión, en todo caso. Si no le gusta bailar o hacer deporte, no escatimará palabras para tildar de imbéciles a los que se entretienen con esas bagatelas. Y si le gusta, los imbéciles serán los que no comparten sus gustos.

Trata de convencer a todos de su percepción de la realidad porque, naturalmente, es la correcta. Y aquí nos vamos a centrar en el mundo del motor y de la educación vial. Si se trata de comprar un coche nuevo, él te dirá cuál es el mejor y el que no te debes comprar, sin importarle que ya hayas efectuado la compra y te puedas sentir molesto. Si es partidario de los motores de gasolina, no hay duda de que ese es el motor ideal, “los de gasoil contaminan mucho y los eléctricos son un montaje de la industria del automóvil”. Si le gusta un SUV, no hay otra opción para él… Estamos ante el coche perfecto y todos los demás modelos tienen sus deficiencias. Cuando habla de circular por una autovía de tres carriles, hay que transitar por el carril del centro, aunque la DGT diga otra cosa. No se debe pisar nunca el freno, sino utilizar el embrague… Si no haces todo eso eres un mal conductor. Cuando aparcamos hay que poner la primera o la marcha atrás, nunca tirar del freno de mano… El excesivo uso de ese freno puede gastar la cremallera… “¿Pero qué barbaridades son esas?”, dirá algún lector. Pues que se lo diga al ignorante, verá con qué rotundidad le responde que el que hace esa pregunta es que no tiene ni idea de lo que es un vehículo, ni de su conducción. Bueno, para terminar, dice que eso de cruzar por el paso de cebra es una idiotez, porque la mayoría de los conductores no lo respetan.

Como no tiene muchos conocimientos, no le interesa una conversación edificadora. En todo caso, como no quiere admitir su ignorancia, ni verse desplazado, se engancha a algún medio informativo y mantiene con su habitual rotundidad que es el único que dice la verdad… Todos los demás mienten o no dan toda la información. Repite todo lo que se diga en su emisora favorita de radio o televisión —si se habla de la pandemia, te dará su irrefutable opinión que habrá escuchado en su medio de comunicación predilecto— porque, eso sí, no hay quien lo calle y, además, lo hace en voz muy alta. Y como quiere ser el centro de atención de todos y su opinión está del lado correcto, se ríe de los que son más inteligentes que él, de los que dudan a la hora de opinar, de los que tienen apertura de mente y son tolerantes con lo que piensan los demás… Lo que no deja de ser en realidad un mecanismo de defensa para ocultar su ignorancia.

Si una noticia no le convence, no dirá nunca: “yo no estoy de acuerdo” o “tengo mis dudas”, sino que sentenciará con cierto despotismo: “¡Eso es mentira!”. Al ignorante lo podemos encontrar en todas las clases sociales y cuando lo detectamos, nos damos cuenta de que es un individuo de mente estrecha y que difícilmente podrá cambiar… No merece la pena discutir con él. Siempre será preferible dialogar con los que comparten la filosofía de Sócrates: “Solo sé que no sé nada”… Es mi modesta opinión, que algunos lectores compartirán, y otros no… Faltaría más.

Con mis mejores deseos, saludos cordiales.

Fernando Monge

fmongef@gmail.com

22/noviembre/2020






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