Todo el mundo sabe que Mazda
hace coches que cautivan a los conductores. Y, aunque pueda parecer que eso
está reñido con la necesidad actual de una movilidad más sostenible, lo cierto
es que Mazda ha trabajado desde sus comienzos en el desarrollo de vehículos
cada vez más limpios y eficientes.
Ahora bien, nunca a costa de
sacrificar el placer de conducción. Debido a esa actitud, Mazda ha tenido que
derrochar imaginación a lo largo de las décadas. Como resultado —y más allá de
su afición a los motores inusuales—, la marca ha explorado innumerables maneras
de mejorar la eficiencia de sus coches.
Este proceso ha dado lugar a
algunos productos muy característicos, como el primer turismo que fabricó
Mazda. El Mazda R360 supuso el banderazo de salida a la “estrategia del gramo”
de la marca que, todavía hoy, se esfuerza por eliminar todo el peso no esencial
en los vehículos. Ese afán explica algunos elementos del R360, como la luneta
trasera de plexiglás, las piezas de la carrocería en aluminio o las culatas de
los cilindros, también en aluminio. Con apenas 380 kg, era el vehículo más
ligero de Japón cuando se introdujo en 1960, y también fue el cupé de cuatro
plazas más ligero del mundo. Simultáneamente, su motor de cuatro tiempos era
más silencioso, más limpio y tenía consumos más ajustados que las unidades de
dos tiempos de los competidores. Además, el comportamiento del coche era muy
correcto, gracias a su suspensión independiente a las cuatro ruedas. Por todo
ello, gozó de una inmensa popularidad en Japón desde el mismo día en que salió
a la venta.
Compacto, suave y poderoso
En esta línea de diseños
ligeros y placer de conducción, ¿qué podía ser mejor que un motor suave y
ultracompacto que, por su naturaleza, tenía una alta relación potencia/peso? El
motor rotativo Wankel estaba todavía en pañales cuando Mazda supo reconocer su
potencial. No solo para elevar la experiencia de conducción, sino también como
elemento diferenciador de la marca. De hecho, Mazda es el único fabricante de
automóviles que ha conseguido comercializar con éxito el motor rotativo, con
una producción total acumulada de casi dos millones de vehículos. Por razones
obvias, estos motores de altas prestaciones fueron populares sobre todo en
modelos deportivos, como el legendario Mazda RX-7, el modelo con motor rotativo
más vendido a lo largo de la historia.
Aunque el concepto de una
cámara de combustión rotativa tiene sus peros, se adapta llamativamente bien a
combustibles alternativos como el hidrógeno, que resuelve de un plumazo los
problemas de emisiones de los motores rotativos de gasolina. La marca lo demostró por primera vez con el
Mazda HR-X, un prototipo de 1991 que montaba un motor de hidrógeno de dos
rotores frente a las ruedas traseras. En 1995 llegaría el Capella Cargo, en
realidad un Mazda 626 station wagon que llegó a probarse en las vías públicas
de Japón. Mazda llegó incluso a montar un motor rotativo de hidrógeno en un
MX-5 de primera generación.
En el Salón del Automóvil de
Tokio de 2003 se presentó el Mazda RX-8 Hydrogen RE, que salió a la venta en
Japón a través de un programa de lease comercial. Tenía un motor rotativo dual
apto para funcionar con dos tipos de combustible: gasolina o hidrógeno. El
concepto se volvió a utilizar en el Mazda Premacy Hydrogen RE Hybrid, también
disponible en régimen de lease. Este
modelo tenía lo que ahora se llama un sistema híbrido ligero, con más potencia
y más autonomía que el RX-8.
Posteriormente, se presentó una versión eléctrica del Premacy —Mazda5 en
Europa— con batería enchufable y un motor rotativo que ampliaba su autonomía.
En 2013, Mazda presentó un prototipo eléctrico del Mazda2/Demio. Se trataba de
un modelo urbano de producción limitada, con batería. Montaba también una
pequeña unidad rotativa de un solo rotor de 330 cm3, que duplicaba la autonomía
de la batería eléctrica y que podía funcionar con gasolina, propano o
butano.
Objetivo cero emisiones
Pero, en realidad, la
experiencia de Mazda con tecnologías híbridas viene de mucho más atrás. Hay que
remontarse nada menos que al Mazda EX005, un concept híbrido que se exhibió
hace 50 años, en el Salón del Automóvil de Tokio de 1970. Contaba con un motor
rotativo que se empleaba para cargar una serie de baterías que, a su vez,
movían varios motores eléctricos. El Mazda EX005 era un coche burbuja
futurista, con otros detalles que también escapaban a lo convencional. Por
ejemplo, se manejaba con un joystick y las ruedas formaban un rombo, lo cual le
permitía girar sobre sí mismo.
Dos años más tarde, el Mazda
Chantez, otro prototipo eléctrico, ofreció a los visitantes del Salón de Tokio
una propuesta de motorización eléctrica, en forma de un minicoche algo menos
rompedor. Y, en 1973, fue el turno del Mazda CVS Personal Car, un prototipo de
monovolumen eléctrico de conducción autónoma, que dejó entrever con
sorprendente lucidez algunos aspectos de lo que sería la movilidad del futuro.
Damos ahora un salto a los
noventa. La mayoría de los fabricantes todavía estaban hablando de hacer
vehículos con células de combustible y Mazda ya estaba construyendo uno... El
Demio FCEV se presentó en 1997 en Kyoto. Montaba un sistema compacto de
propulsión de hidrógeno y se le considera unos de los primeros prototipos
viables de un turismo con células de combustible. En 2001, la marca inició las
pruebas en vías públicas del Premacy FCEV, un vehículo que empleaba un proceso
para transformar metanol en hidrógeno, con el que alimentaba sus células de
combustible.
Mazda ha hecho incursiones
incluso en el campo de la energía solar. El Bongo Sky Lounge de 1983, un
microbús basado en el E-Series, tenía un sistema solar que daba suministro
eléctrico a la ventilación del aire acondicionado. Diez años después, el Mazda
929 —el modelo insignia de la marca— se encontraba disponible en algunos
mercados con un sistema similar, con células solares montadas en el techo.
Ya hemos dicho que los diseños
ligeros siempre han tenido un gran protagonismo en Mazda. Sin embargo, hay un
modelo en el que la obsesión de la marca por la reducción del peso alcanzó
cotas nunca vistas: el Mazda MX-5. En este modelo deportivo se sublimó toda la
experiencia acumulada en ese terreno desde el R360. El MX-5 se lanzó en 1989 y,
sin ayuda de nadie, dio nueva vida al segmento de los deportivos biplazas
asequibles. La clave no fue una potencia abrumadora, sino más bien un diseño
minimalista (solo pesaba 955 kg), un pequeño y eficiente motor de gasolina, un
perfecto reparto de pesos con tracción trasera y una suspensión hecha a medida,
afinada para una maniobrabilidad sobresaliente y una diversión máxima. Después
de cuatro generaciones del modelo y unas ventas holgadamente por encima del
millón de unidades, no cabe duda de que era una fórmula ganadora.
La visión inconformista del
desarrollo de producto
Desde entonces, los principios
de construcción ligera que se pulieron hasta la perfección en el MX-5 se han ido
incorporando a todos los demás modelos de Mazda. Dentro del equipo de
desarrollo de productos, la fascinación por rebajar el peso está más viva que
nunca. Todos se esfuerzan por recortar cada gramo innecesario.
Este es un elemento central de
la estrategia que sigue Mazda hoy día para mejorar la eficiencia de sus
vehículos. Los ingenieros analizan exhaustivamente las ventajas e
inconvenientes de distintas opciones, tanto si hablamos de motores y
transmisiones o de materiales y seguridad. Cada día, cuestionan las
convenciones de la industria, siempre en busca de soluciones que impongan el
menor nivel posible de compromisos. Esta estrategia es la que ha estado detrás
del desarrollo de la tecnología Skyactiv, una innovadora gama de mejoras en las
cadenas cinemáticas, las carrocerías y las plataformas, que se introdujo en
Europa en 2012 coincidiendo con la llegada del Mazda CX-5.
Fijémonos, por ejemplo, en los
motores. Gracias al empleo de materiales más ligeros, a la adopción de
relaciones de compresión extremas y a una novedosa configuración de la admisión
de aire, los motores de gasolina Skyactiv-G y los diésel Skyactiv-D ofrecen una
combinación única de prestaciones excepcionales y consumos ajustados en las
condiciones de conducción de la vida real. Y, por supuesto, con bajas
emisiones. Pero en Mazda decidimos ir un paso más allá con un motor de
combustión interna radicalmente nuevo. El Skyactiv-X, presentado en 2017, es el
primer motor de gasolina de producción en serie del mundo que utiliza el
encendido por compresión de un diésel. Tiene las ventajas de los dos; por
ejemplo, las cifras de consumo de un diésel y la respuesta de un gasolina. Los
tres motores de combustión Skyactiv se encuentran disponibles actualmente en el
Mazda3 y en el CX-30. En mayo de este año, la marca empezó a fabricar el Mazda
MX-30 , su primer modelo de producción 100% eléctrico. Se trata de un SUV con
un nuevo sistema de propulsión e-Skyactiv y saldrá a la venta en Europa en
septiembre.
El desarrollo de estos
motores, como el del programa de las tecnologías Skyactiv en su conjunto,
persigue un objetivo muy concreto: minimizar de forma sostenible el CO2 y otras
emisiones nocivas en condiciones prácticas de conducción —no solo sobre el
papel—, mejorando en paralelo la experiencia de conducir y ser propietario de
un Mazda. Ese objetivo se ha mantenido inalterado década tras década, desde que
Mazda fabrica automóviles.
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