EL CARRO DE LA NIEVE
Cómo los grandes pregoneros
que callejeaban por mi barrio pregonando con voces potentes y quebradas sus
productos, llamando la atención de los vecinos que unos y otros esperaban como
agua de mayo en los meses de verano.
Era un carro con dos ruedas, y
una barra horizontal que utilizaba el conductor para girar el carro cuando era
menester. El cubículo estaba protegido de la temperatura exterior y dentro se
acumulaban las barras de nieve que era el producto estrella cuando los
frigoríficos eran un proyecto. Entonces en las viviendas solo existían las
neveras, un lugar donde manteníamos los productos perecederos con la aportación
de bloques de hielos o nieve.
El carácter perecedero de los
comestibles ha sido un inconveniente a lo largo de la historia. Será a partir
del siglo XX cuando los avances tecnológicos dieron con una solución que mejoró
notablemente el modo de vida.
Los primeros pasos de este
recorrido fueron probablemente fruto del azar, pero la necesidad los adoptó y
perfeccionó. Contar con reservas en caso de las malas cosechas, disponer de
provisiones durante los duros inviernos, evitar su rápida descomposición en los
sofocantes veranos... Todo ello constituyó estímulo suficiente para la
observación del comportamiento de la naturaleza y la aplicación de lo percibido
en ella.
Los primeros sistemas
El descubrimiento de las
propiedades antisépticas –es decir, antimicrobianas y, por tanto, conservantes–
de la sal, del hielo y de sistemas como el ahumado de los alimentos y su secado
al sol se remonta a tiempos inmemoriales. Tampoco es posible atribuir a nombres
y apellidos hallazgos como el escabeche, la conservación en aceite, el
espaciado de los alimentos o las confituras.
El primer almacén de hielo
documentado aparece en la China del siglo XI a. C., pero podemos suponer que
existían mucho antes de esta fecha. Se sabe también que los antiguos egipcios
dominaban varias técnicas de conservación, y que griegos y romanos eran
expertos en conservar... con miel. El cronista Plinio el Viejo da fe de ello en
su Historia natural, escrita en el siglo I.
En Occidente el uso de agentes
dulces para la conservación se limitaría con el tiempo a alimentos de idéntico
sabor, tal vez por motivos de precio o de paladar. Pero tras la miel surgieron
otros como el mosto de uva. En España fue utilizado con frecuencia en la Edad
Media para prolongar la vida de la fruta.
El frigorífico, aunque nos
parezca sorprendente, no es un invento tan antiguo como pudiera parecer. Es
más, las primeras neveras, que aún no funcionaban con circuito eléctrico, eran
simplemente armarios con bloques de hielo en su interior. En 1834 Jacob Perkins
inventó la máquina que conseguía fabricar hielo, y diez años después John
Gorrie construiría una máquina que comprimía el aire y lo expandía, enfriando
la superficie de contacto.
La primera nevera eléctrica no
llegaría hasta 1918, cuando se introdujo en el mercado estadounidense la
Kelvinator, que consistía en un armario de madera, un compresor que enfriaba
agua con ayuda de un líquido refrigerante, dos bandejas de hielo y un cajón
para almacenar.
En Europa, fue la empresa
Electrolux la que comercializó la nevera eléctrica en 1931. En nuestro país no
empezó a venderse hasta 1952 (por aquellas fechas aún podía encontrarse la
popular Pingüino, sin circuito eléctrico). Desde los años cincuenta hasta hoy,
el frigorífico se ha ido perfeccionando: se inventaron las neveras con congelador,
los dispensadores de cubitos, la descongelación automática...
A partir de los años setenta y
ochenta, el medio ambiente es una prioridad que obliga a eliminar los
clorofluorocarbonos (el famoso CFC, un compuesto refrigerante), que actúan
negativamente sobre la capa de ozono de la atmósfera.
En los años noventa los
frigoríficos incorporan sensores y paneles eléctricos de control de
temperatura. A principios del siglo XXI, aparece la primera nevera con conexión
a Internet, que permite controlar su contenido desde cualquier terminal de
ordenador. Uno de los últimos avances tecnológicos pasa porque el frigorífico
pueda hacer recuento de las provisiones almacenadas en su interior y encargar
su repuesto a cualquier supermercado online. Y seguro que aún nos quedan muchas
cosas por ver.
No he tenido más remedio que
darle un repaso a la historia y, desde aquí, mi
más admirado homenaje a aquel hombre que todos
los días pregonaba la nieve para nuestras neveras en los años 60, incluso
recuerdo como utilizábamos nuestros coches para acercarnos por la nieve para
nuestra nevera. Y no había otra, había que ir o nuestros alimentos terminarían
por estropearse.
Hoy en el sur hablamos de 38 o
40 grados con una alegría impropia de nuestra época. No creo que el cambio
climático haya cambiado tanto. Antes en casa no había aire acondicionado, había
que refrescarse bajo el grifo o sencillamente dormir muy mal. Hoy las cosas han
cambiado gracias a las nuevas tecnologías, aires acondicionados,
climatizadores, etc., lo mismo ocurrió con los vehículos:
¿Recuerdan
aquellos fines de semana a la playa con temperaturas desérticas y nuestras dos
ventanas del vehículo arriadas? Teníamos que
empezar la marcha muy temprano y volver con la caída de la noche. Hoy los
climatizadores nos hacen más agradables nuestros viajes veraniegos, al igual
que entonces aquel pregonero que nos visitaba cada día con sus bloques de hielo
nos hacía que nuestra comida pudiera ser comestible el mayor tiempo posible.
Todo ha cambiado, pero nunca
deberíamos olvidarnos de nuestros principios, nunca se sabe, si al no conocer
nuestra propia historia alguien alguna vez nos
obligará a repetirla.
Con mucho calor y el afecto y
el respeto de siempre,
Pepe Bejarano
todomotornoticias.com
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