sábado, 18 de julio de 2020

LA ROTONDA


EL CARRO DE LA NIEVE




Cómo los grandes pregoneros que callejeaban por mi barrio pregonando con voces potentes y quebradas sus productos, llamando la atención de los vecinos que unos y otros esperaban como agua de mayo en los meses de verano.

Era un carro con dos ruedas, y una barra horizontal que utilizaba el conductor para girar el carro cuando era menester. El cubículo estaba protegido de la temperatura exterior y dentro se acumulaban las barras de nieve que era el producto estrella cuando los frigoríficos eran un proyecto. Entonces en las viviendas solo existían las neveras, un lugar donde manteníamos los productos perecederos con la aportación de bloques de hielos o nieve.

El carácter perecedero de los comestibles ha sido un inconveniente a lo largo de la historia. Será a partir del siglo XX cuando los avances tecnológicos dieron con una solución que mejoró notablemente el modo de vida.

Los primeros pasos de este recorrido fueron probablemente fruto del azar, pero la necesidad los adoptó y perfeccionó. Contar con reservas en caso de las malas cosechas, disponer de provisiones durante los duros inviernos, evitar su rápida descomposición en los sofocantes veranos... Todo ello constituyó estímulo suficiente para la observación del comportamiento de la naturaleza y la aplicación de lo percibido en ella.

Los primeros sistemas

El descubrimiento de las propiedades antisépticas –es decir, antimicrobianas y, por tanto, conservantes– de la sal, del hielo y de sistemas como el ahumado de los alimentos y su secado al sol se remonta a tiempos inmemoriales. Tampoco es posible atribuir a nombres y apellidos hallazgos como el escabeche, la conservación en aceite, el espaciado de los alimentos o las confituras.

El primer almacén de hielo documentado aparece en la China del siglo XI a. C., pero podemos suponer que existían mucho antes de esta fecha. Se sabe también que los antiguos egipcios dominaban varias técnicas de conservación, y que griegos y romanos eran expertos en conservar... con miel. El cronista Plinio el Viejo da fe de ello en su Historia natural, escrita en el siglo I.

En Occidente el uso de agentes dulces para la conservación se limitaría con el tiempo a alimentos de idéntico sabor, tal vez por motivos de precio o de paladar. Pero tras la miel surgieron otros como el mosto de uva. En España fue utilizado con frecuencia en la Edad Media para prolongar la vida de la fruta.

El frigorífico, aunque nos parezca sorprendente, no es un invento tan antiguo como pudiera parecer. Es más, las primeras neveras, que aún no funcionaban con circuito eléctrico, eran simplemente armarios con bloques de hielo en su interior. En 1834 Jacob Perkins inventó la máquina que conseguía fabricar hielo, y diez años después John Gorrie construiría una máquina que comprimía el aire y lo expandía, enfriando la superficie de contacto.

La primera nevera eléctrica no llegaría hasta 1918, cuando se introdujo en el mercado estadounidense la Kelvinator, que consistía en un armario de madera, un compresor que enfriaba agua con ayuda de un líquido refrigerante, dos bandejas de hielo y un cajón para almacenar.

En Europa, fue la empresa Electrolux la que comercializó la nevera eléctrica en 1931. En nuestro país no empezó a venderse hasta 1952 (por aquellas fechas aún podía encontrarse la popular Pingüino, sin circuito eléctrico). Desde los años cincuenta hasta hoy, el frigorífico se ha ido perfeccionando: se inventaron las neveras con congelador, los dispensadores de cubitos, la descongelación automática...

A partir de los años setenta y ochenta, el medio ambiente es una prioridad que obliga a eliminar los clorofluorocarbonos (el famoso CFC, un compuesto refrigerante), que actúan negativamente sobre la capa de ozono de la atmósfera.

En los años noventa los frigoríficos incorporan sensores y paneles eléctricos de control de temperatura. A principios del siglo XXI, aparece la primera nevera con conexión a Internet, que permite controlar su contenido desde cualquier terminal de ordenador. Uno de los últimos avances tecnológicos pasa porque el frigorífico pueda hacer recuento de las provisiones almacenadas en su interior y encargar su repuesto a cualquier supermercado online. Y seguro que aún nos quedan muchas cosas por ver.

No he tenido más remedio que darle un repaso a la historia y, desde aquí, mi más admirado homenaje a aquel hombre que todos los días pregonaba la nieve para nuestras neveras en los años 60, incluso recuerdo como utilizábamos nuestros coches para acercarnos por la nieve para nuestra nevera. Y no había otra, había que ir o nuestros alimentos terminarían por estropearse.

Hoy en el sur hablamos de 38 o 40 grados con una alegría impropia de nuestra época. No creo que el cambio climático haya cambiado tanto. Antes en casa no había aire acondicionado, había que refrescarse bajo el grifo o sencillamente dormir muy mal. Hoy las cosas han cambiado gracias a las nuevas tecnologías, aires acondicionados, climatizadores, etc., lo mismo ocurrió con los vehículos:

¿Recuerdan aquellos fines de semana a la playa con temperaturas desérticas y nuestras dos ventanas del vehículo arriadas? Teníamos que empezar la marcha muy temprano y volver con la caída de la noche. Hoy los climatizadores nos hacen más agradables nuestros viajes veraniegos, al igual que entonces aquel pregonero que nos visitaba cada día con sus bloques de hielo nos hacía que nuestra comida pudiera ser comestible el mayor tiempo posible.

Todo ha cambiado, pero nunca deberíamos olvidarnos de nuestros principios, nunca se sabe, si al no conocer nuestra propia historia alguien alguna vez nos obligará a repetirla.

Con mucho calor y el afecto y el respeto de siempre,

Pepe Bejarano
todomotornoticias.com

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