lunes, 8 de junio de 2020

UNA VIDA EN TORNO A PORSCHE

Hay miles de personas enamoradas de Porsche en todo el mundo, pero hemos conocido a alguien que lleva esa pasión al extremo. Porsche es el eje central sobre el que gira su tiempo de ocio y que impregna casi todos los recuerdos que le rodean.

Lo bautizaremos como Alberto, para preservar el anonimato que nos pide guardar. El origen de su atracción por la marca de Stuttgart hay que buscarlo a principios de los años setenta. Su temprana afición a los rallyes, le llevó en aquella época a contemplar el éxito de numerosas unidades del 911 en manos de pilotos españoles de renombre como José Manuel Lencina, Eladio Doncel o Alberto Ruiz Giménez, a quien apodaban “El oso”. A partir de ahí, su amor a Porsche se convierte en devoción y su vida es una sucesión de acontecimientos donde el escudo de la marca siempre está en el punto de mira.
Más de 1.000 Porsche a escala 1:43

La casa de Alberto bien podía ser un rincón relevante del Museo Porsche. En ella encontramos, entre otras cosas, más de mil maquetas a escala 1:43 perfectamente ordenadas por temas. A un lado, los coches de circuito; al otro, los de rallyes, divididos a su vez en los del Campeonato de España y los internacionales; debajo, las diferentes versiones de cada una de las ocho generaciones del nueveonce; un poco más allá, los primeros 356 que arrancan en 1948, el año del nacimiento de Porsche, junto a los prototipos iniciales del Volkswagen Escarabajo, el proyecto de Ferdinand Porsche para crear el “coche del pueblo”.

“Es la única licencia que me he permitido en esta colección, porque para mí Porsche empieza con el 356 Nº 1 Roadster, la creación de un auténtico genio y artífice de esta compañía, Ferry Porsche”, comenta Alberto. Tal es su admiración por este personaje, que más de una vez ha peregrinado con los suyos a Zell am See (Austria), lugar muy ligado al apellido Porsche, en el que se encuentra la finca familiar de “Schüttgut”, donde reposan los restos de Ferry.

“La primera vez que fui a Zell am See estuve en el cementerio buscando la tumba de Ferry Porsche. Me volví loco recorriéndolo, hasta que me enteré que estaba enterrado en la capilla de esa residencia familiar. Le dije a mi mujer: cuando me muera quiero que traigáis aquí mis cenizas”, nos cuenta con una sonrisa y acompañado de su esposa. Curiosamente, a ella no le atraen nada ni los coches ni las historias que hay alrededor de ellos, pero disfruta viendo feliz a su marido y se acopla a todos esos planes locos que organiza en torno a Porsche.

Volviendo a las maquetas, hay que reconocer que es un auténtico santuario en el que nada se deja al azar. Nos desplazamos a un rincón y, allí, están prácticamente todos los Porsche que han participado en las legendarias 24 Horas de Le Mans en estos casi 72 años de historia de la compañía. En la parte central de la sala, un espacio perfectamente acotado simula ser un Centro Porsche al que no le falta detalle: recepción, exposición, identificación corporativa, elementos publicitarios… “Aquí, cada vez que adquiere una nueva miniatura, la coloca sobre el suelo del concesionario y hace la presentación oficial”, explica muy seria la mujer de Alberto.

Por supuesto, esta magnífica colección de miniaturas 1:43 están colocadas en su mayoría en muebles hechos a medida y cerrados con cristales. Para levantarlos, Alberto tiene unas potentes ventosas que solo él maneja. Se mira pero no se toca.

En esos estantes que rodean la sala está lo mejor de la colección, adornada, además, con plantas en miniatura y farolas con luz de verdad. Pero como todo se iba quedando pequeño, con el tiempo ha habido que ir añadiendo otro tipo de estanterías verticales a las que luego hubo que poner ingeniosas estructuras de metacrilato para aumentar su capacidad y permitir que se vieran todos los modelos ahí expuestos.

A la colección principal se suman piezas sueltas sumamente curiosas. Encontramos, por ejemplo, la reproducción del 911 de Julio Gargallo tal y como quedó en medio de la carretera tras un fuerte accidente en un rallye gallego. También modelos curiosos como el Porsche Type 597 Jagdwagen, que nació como resultado de un concurso que se convocó en 1953, para el desarrollo y la producción de un todoterreno ligero de alto rendimiento destinado al futuro ejército alemán. O los míticos tractores Porsche e, incluso, una colección de furgonetas perfectamente rotuladas para todo tipo de servicios de la empresa.

Muchas de esas maquetas son dioramas, en los que el coche va acompañado de personajes, accesorios y un entorno apropiado que recrea el ambiente con total realismo.
Bazar Porsche

Si alguien piensa que con la maravillosa colección de miniaturas a escala 1:43 está completada la decoración de una buena zona de la casa, está muy equivocado. Junto a ellas y, eso sí, ya sin seguir una metodología tan rigurosa en el orden, encontramos otro montón de maquetas de diferentes tamaños, incluidas varias de Lego, y un sinfín de objetos vinculados a Porsche. Como no podía ser de otra forma, la butaca del despacho es un asiento Porsche original al que Alberto le ha acoplado los brazos y las ruedas.

A cada rincón hacia donde uno mire, la vista se cruza con alguna curiosidad, siempre con las letras o el escudo Porsche. Además de cuadros, mochilas, monedas conmemorativas, banderolas, cuadernos, papeleras o bolígrafos, encontramos cosas tan llamativas como el menú que le ofrecieron en el restaurante de la fábrica de Zuffenhausen cuando fue a recoger su último 911 Turbo S. “Lo gracioso es que ese día, después de haber viajado por carretera a Stuttgart en un Cayenne con mi mujer, mi hermano y mi hijo, nos tuvimos que volver sin el 911 porque cayó una nevada impresionante”, nos cuenta este auténtico embajador de la marca.

En cualquier caso, Sttutgart es un destino bastante frecuente para Alberto, pues lleva yendo casi todos los años desde hace varias décadas. “Siempre viajamos en coche para poder traer sin problemas libros y numerosos recuerdos. Una vez se nos ocurrió ir en avión y, al dejar las cosas para facturar, el personal de la compañía aérea no daba crédito a lo que llevábamos.
Una biblioteca impresionante

Y es que si la colección de maquetas deja impactado a cualquiera, tampoco hay que perder de vista la biblioteca, con centenares de libros, una vez más, todos con Porsche como denominador común. Los hay sobre la historia de la marca, sobre modelos concretos, de carretera y de competición; sobre personajes relevantes y, en general, de cualquier tema que vaya ligado a Porsche.

Por ejemplo, destacaba sobre una mesa un enorme libro biográfico y numerado del piloto Jacky Ickx, acompañado de pequeños botes con recuerdos de algunas carreras míticas en las que participó: un minúsculo trozo de la carrocería de un Porsche 935, un pedazo de goma de un neumático empleado en las 12 Horas de Sebring, arena del desierto del Tenéré de un París-Dakar, una muestra de asfalto de la famosa recta de Hunaudèires del circuito de las 24 Horas de Le Mans o parte original de un bordillo del Gran Premio de Mónaco. ¡Cómo para impactar al más friki!

Junto al libro vemos también la firma de Jacky Ickx en un trozo de papel, un detalle que se repite por todas partes, con firmas de celebridades al lado de objetos relacionados con ellos. Están desde la de Wolfgang Porsche hasta la de Hans Herrmann o Jochen Mass, por citar unos pocos. “Muchas se las he tenido que conseguir yo, porque a él le daba vergüenza. Pero como sabía que le hace tanta ilusión…”, explica con naturalidad la esposa de Alberto, mientras tropieza con un Porsche 356 eléctrico para niños que hemos retirado para que el fotógrafo pueda hacer su trabajo. Ah, y tampoco faltan las bicicletas Porsche, las de verdad y las de miniatura.
El niño frente a un escaparate

Las más de tres horas que llevamos en este “museo Porsche privado” se nos han pasado sin enterarnos. Damos las gracias y nos disculpamos mil veces por la larga invasión de su intimidad. Entonces Alberto recuerda con nostalgia: “Cuando era pequeño y volvía del colegio, muchos días me paraba delante del concesionario Porsche y pasaba un buen rato mirando desde fuera; no me atrevía ni a entrar”.

Bajamos las escaleras hacia la salida y volvemos a hacer un alto ante una maqueta del Porsche con el que Antonio Zanini ganó el Campeonato de Europa de Rallyes, en 1980. “Me he hecho muy amigo de Antonio y siempre que pasa cerca me llama y nos vemos. Aquí tengo un póster que le envió Porsche, con el tubo de cartón donde venía, que conmemora todos los campeonatos que ganaron ese año. Una reliquia que me regaló. Antonio es una enciclopedia y disfruto mucho charlando con él”.

Alberto también es una enciclopedia de Porsche y la conversación podría prolongarse hasta la madrugada, pero nos quedan todavía unos cuantos kilómetros por recorrer.

Muy a nuestro pesar, ha llegado la hora de despedirnos. Nos llevamos como encargo reservarle una de las nuevas versiones del 911 que va a salir al mercado este año, en esta ocasión, a escala real, para sumarse a los otros “juguetes” que tiene en su garaje.

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