UN SIGLO ROMPIENDO CON
LO ESTABLECIDO: MAZDA 1920-2020
• El espíritu Mukainada es la voluntad de no rendirse nunca y
resurgir de las catástrofes para hacer las cosas mejor.
• La compañía de automoción jugó un papel crucial en la
reconstrucción de Hiroshima tras la bomba nuclear.
Mazda nació en Hiroshima hace cien años y siempre ha estado fuertemente
vinculada a esa ciudad y a su espíritu de superación. Las historias compartidas
crean vínculos especiales. La palabra “Hiroshima” está unida de forma
indisoluble al episodio devastador del lanzamiento de la primera bomba atómica.
Desde entonces, la ciudad ha cambiado radicalmente, pero ese pasado continúa
omnipresente en sus gentes y en sus empresas. Todo un ejemplo de cómo salir
adelante ante los imprevistos y durante los tiempos difíciles.
En 1929 Hiroshima era la
séptima urbe más grande de Japón, con más de 270.000 habitantes. En esa época,
Toyo Kogyo, un fabricante de materiales derivados del corcho fundado en 1920,
se preparaba para dar el salto a la industria de la automoción. Bajo la batuta
de su presidente, Jujiro Matsuda, inició en 1931 la producción en serie del
motocarro Mazda-GO, un vehículo comercial de tres ruedas. Fue el primer
automóvil de la empresa, cosechando un gran éxito y un próspero porvernir.
Matsuda incorporó un juramento en el logotipo de Toyo Kogyo que ha acompañado
siempre a los empleados de Mazda: “contribuir al mundo a través de la
fabricación“. La avanzada tecnología de fabricación del acero surgió en
Hiroshima en la construcción naval y automovilistica, ésto impulsó a la marca a
pasar su actividad fabril del corcho al automóvil.
Años después, el 6 de agosto
de 1945, una bomba atómica cayó sobre la ciudad japonesa causando una
devastación como nunca antes se había conocido. Ese mismo día cumplía años el
fundador de Mazda, Jujiro Matsuda. El impacto tendría lugar a las 8:16 am, pero
Jujiro no podía saberlo, así que como dicta la costumbre japonesa madrugó para
cortarse el pelo por su cumpleaños. Llegó a su peluquería habitual justo cuando
otro cliente estaba a punto de entrar por la puerta, pero Matsuda era un hombre
tenaz y se hizo con el primer corte de pelo del día. Eran las 7:30 am, en ese
momento el bombardero Enola Gay B-29 volaba hacia ellos. Fue un corte rápido y
en media hora Jujiro estaba ya en su coche camino del trabajo, justo cuando el
avión americano soltó sobre ellos la terrible bomba nuclear llamada Little Boy.
Por fortuna, Matsuda había
logrado alejarse lo suficiente de la zona crítica, pero a pesar de ello su
coche salió despedido de la calzada debido a la furiosa ola que emitió el
impacto. Él sobrevivió, pero miles de japoneses perecieron aquel terrible día.
Entre ellos su hijo pequeño. No hay nada comparable al sufrimiento y la
devastación provocados por una bomba nuclear, sus secuelas aún están latentes
en la actualidad. Después de una experiencia semejante, sería perfectamente
comprensible que cualquier comunidad cayera en una profunda depresión. Sin
embargo, ese no fue el caso de Hiroshima ni de Mazda; todo lo contrario.
En su libro “Hiroshima”, el
escritor John Hersey describe la atmósfera de la ciudad un año después de la
bomba como “un espíritu de comunidad casi eufórico, parecido al de los
londinenses después de los bombardeos alemanes, una sensación de orgullo por el
modo en que ellos y los demás supervivientes habían superado aquella horrible
prueba”. Tras el golpe inicial surgió el impulso de unirse, de no rendirse, de
hacer todos los esfuerzos imaginables para extraer lo mejor incluso de la peor
situación posible. De mirar hacia adelante sin negar ni olvidar el pasado.
En este sentido, la historia,
la tradición y el futuro de Mazda e Hiroshima están estrechamente conectados.
Mazda tiene incluso un nombre para ello: el espíritu de Mukainada, el nombre
del distrito de la ciudad en el que se fundó la empresa. Como se encontraba
unos kilómetros alejado del lugar donde impactó la bomba, protegido por el
monte Hijiyama, los daños a los edificios no fueron tan graves como en la mayor
parte del resto de la ciudad. Por ello, Mazda —que también sufrió grandes
pérdidas— se impuso inmediatamente la responsabilidad de contribuir a los
primeros auxilios y a la reconstrucción a largo plazo.
Los empleados comenzaron a
repartir material médico y montaron centros de atención para facilitar que las
familias se reunieran, los Mazda-GO ayudaron en las labores de desescombro. Las
instalaciones de la fábrica se despejaron para convertirlas en refugios para
personas sin hogar, hospitales de campaña e incluso oficinas para el gobierno
local y los medios de comunicación nacionales. Si Mazda nació del espíritu de
la región de Hiroshima, ahora podía devolver el favor y motivar a todas esas
personas que necesitaban una esperanza de futuro.
Apenas cuatro meses después
del ataque, todo estaba listo para reanudar la producción de los vehículos de
tres ruedas, el Mazda-GO. Para la población de Hiroshima, la recuperación de
Mazda fue un signo decisivo del resurgimiento de la ciudad, que renacía de sus
cenizas como un ave fénix. El destino de la ciudad y de la empresa quedó
entrelazado y lo sigue estando a día de hoy.
Todos estos esfuerzos hunden
sus raíces en las mismas ideas que han alimentado la historia de Mazda durante
un siglo. El espíritu de Mukainada —la voluntad de hacer las cosas de forma
diferente, de no rendirse nunca y buscar lo excepcional— se remonta a los
comienzos de la empresa como fabricante dedicado a la transformación del
corcho. Igualmente, está presente en su desarrollo innovador en la industria
del automóvil con la reinvención del motor rotativo, la victoria en las 24
horas de Le Mans, la ingeniería ligera, el icónico roadster Mazda MX-5 en los
Guiness, la reciente revolución del motor Skyactiv-X y un sinfín de premios en
materia de diseño, fiabilidad y seguridad. Es la manera en la que en Hiroshima
se afrontan los desafíos, en la que cualquier situación se percibe como una
invitación para mejorar las cosas. Todo ello procede del espíritu de Mukainada,
que es necesario hoy más que nunca y que continuará siempre forjando el futuro
de Mazda.
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