A MI MANERA
Mientras suena la voz del
mítico Frank Sinatra, tarareo la canción que está interpretando, “My way” (A mi
manera), cada vez que escucho esta canción, algo dentro de mí despierta unas
ganas irrefrenables de seguir los compases de sus notas.
Es algo instintivo; como
conducir. ¡O eso creo yo! Cantar no comprende ningún peligro, a no ser que lo
hagamos para la concurrencia y lo hagamos rematadamente mal. Pero conducir, sí.
La mayoría de las veces conducimos de forma instintiva, y nos faltan sentidos
para ponerlos todos, ya que en esta ocasión solo un segundo es suficiente para
crear un peligro flagrante mientras conducimos.
Hay cosas que hacemos sin
darnos cuenta. Nos sale de dentro: tararear una canción, decir lo que pensamos sin frenos, cualquier trabajo manual que se nos dé bien, o conducir. La fuerza
de la costumbre hace que hagamos de forma instintiva aquellas cosas que nos
salen desde dentro, a veces, sin control.
Eso me ocurre a mí, cuando
conduzco. Creo que es deformación profesional o que me gustaría que las cosas
no fueran como son en la carretera.
En mi caso, es como si
estuviera viendo una película, y me gustaría que todo terminara en un final
feliz. A veces, feliz no significa que para las otras personas acaben bien las
cosas.
Por ejemplo, si vemos una
comedia romántica, creo que a todos, o por lo menos a la gran mayoría nos
gustaría que al final triunfe el amor, ¿o no? Si estamos viendo una película de
acción, estaremos encantados que “los buenos” acaben con los “malos”. En
definitiva, que el universo ponga las cosas en su sitio, y acabe triunfando la
justicia divina, cósmica, o como queramos entenderla cada cual.
Pues eso me pasa a mí, cuando
me pongo a conducir, me fijo irremediablemente en todo lo que tiene que ver con
las circulación y con los individuos que intervienen en ella.
Crítico frenéticamente
cualquier tropelía que me encuentre en mi camino:
−
Ese no lleva el cinturón.
−
Si me sale por la izquierda podía pararse y
dejarme pasar.
− No entiendo como cambia de carril sin poner el
intermitente y, además, sin mirar.
−
Se ha saltado el semáforo en rojo.
−
Si voy a girar a la derecha en un cruce y el
semáforo está en rojo, podía dejar que yo pase y no cerrarle el paso a todos
los vehículos.
−
Qué tranquilidad, mira ha dejado el coche en
doble fila.
− ¿Has visto a la velocidad que va? Ahora no hay
policía que lo multe.
−
El tío ha aparcado en medio de la plaza, que es
peatonal.
Podríamos escribir un libro
solo con los ejemplos que podría ponerles en un solo día de conducción. Y al
final como si de una película se tratase queremos que triunfe la justicia, y
quisiéramos que cada vez que se comente una infracción con riesgo para las
personas, todos aquellos fueran sancionados. Sobre todo los temerarios,
aquellos conductores que les dan igual “ocho que ochenta”, se encontrarán con
la horma de sus zapatos en forma de sanción económica o si cometen un delito a
la ley del tráfico, que depure las responsabilidades que les puedan imputar,
pero que no se vaya de rositas.
No les recomiendo que comparta
la afición que practico cada día, al ponerme al volante es muy estresante y,
en honor a la verdad, es hasta agobiante si llevas un ocupante a tu lado, y le
vas describiendo todas y cada una de las infracciones que observamos mientras
conducimos.
Aunque me gustaría ir tarareando
mis canciones favoritas, o escuchando mi programa favorito en la radio, “cada
uno es como es y cada quien es cada cual”, yo me entiendo.
Cada uno vive, siente y padece,
a su manera…
Con todo mi afecto y respeto,
Pepe Bejarano
todomotorsevilla@gmail.com
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