domingo, 2 de octubre de 2016

LA OPNIÓN de José Luis Vilaplana



UN DÍA “MÁS”


Me levanto, apago el despertador, casi siempre a la segunda alarma, (aunque los blogueros especializados, recomiendan no seguir durmiendo tras el primer aviso, pero que gustito esos 5 minutos más) desayuno, poco, para lo recomendable, despierto a las niñas, dispongo del tiempo necesario del baño, para todo lo que “ordinariamente” se usa el Baño.


Tras ese tiempo “necesario” me visto, controlo que las niñas también estén desayunadas y vestidas, y salgo para trabajar, para espero que sea “un día más”.
Inicio la marcha, es una mañana especialmente densa de tráfico, pero es lo que hay, espero no tardar más de lo habitual en llegar al despacho.
Voy por carreteras de mi urbanización, y detecto como los vecinos, parecen desconocer que, además de su calle, son calles de tráfico, los niños con sus mochilas deben mirar, y tengo el primer susto, pues se me cruza un niño que vuelve a casa sin mirar, (se habrá olvidado las zapatillas de deporte, que hoy seguro que tiene educación física), se les debe advertir que aunque parezca la extensión de su casa, no lo es, y debe actuar igual que en una calle desconocida, la confianza es peligrosa, menos mal no ha pasado nada, pero que susto, oye¡¡.
Salimos de este entorno, y nos vamos a incorporar a la circunvalación que me hará llegar antes, seguro, a trabajar, y para acceder a esta, tenemos que coger la primera de las rotondas, de las muchas que existen para aligerar el tráfico, si, aunque parezca lo contrario las rotondas son para aligerar, (que no te quepa duda) pero si se respetan y conoce su funcionamiento.

Necesario parar y recordar las imágenes de la Dirección General de Tráfico, y cuáles son los carriles para entrar y salir de las mismas, pero mirando las misma, os cuento, me incorporo, y voy por mi carril derecho, ya que debía salir por la segunda salida y al pasar la primera salida el coche que venía a mi izquierda, (por supuesto sin poner el intermitente prometo hablar otro día del “extra menos usado de los coches), intenta, mejor dicho; sale a la altura de la primera salida y me hace pegar el frenazo más grande de la mañana, que dejó seguro en el asfalto unos cuantos euros de goma, le pito casi “con dulzura para no molestar”, ya que entiendo que no me habrá visto y su respuesta, es gráfica, y no autorizada para lectores menores (###), con el comentario con voz lejana, “es que no me has visto….”.

Con el susto en el cuerpo, sigo la marcha al trabajo, ya incorporado en la circunvalación, a la sazón autovía de varios carriles, con entradas y salidas de la misma, con sus canales de aceleración y desaceleración, y tras apenas unos pocos minutos. El vehículo que iba a mi derecha, se ha dado cuenta que estaba ya casi en la salida para continuar por la derecha y sobre la línea continua, gira completamente a su izquierda para continuar por el carril de la izquierda, con la mala suerte para mí, de encontrarme en su “nueva dirección”. Consiguiente acción por mi parte de evasión y casi de manera malabarista evitar el ya inevitable choque mañanero, uff, de nuevo no ha pasado nada. Venga, que ya queda poco, por cierto, a este ni dio lugar a avisarle, pitarle, o acordarme de su familia, pues despareció de mi vista en apenas unos segundos.

Veo con alegría que ya en la próxima salida, entramos en la ciudad, terreno, de nuevo más conocido y de velocidades, legalmente controlables, máximo de 50 y en tramos de 30 o 20 KM horas, me alegro, pero tengo claro que no puedo relajarme, y menos al llegar al primer semáforo en verde, un aviso interior, me advierte que no sé por qué, disminuya brevemente la velocidad, y debo tener un angelito de la guarda fantástico, pues justo veo pasar por delante de mis narices, y viniendo de la derecha el típico coche que apura el semáforo que él cree en naranja (en rojo no cabe duda) y pasa a milímetros de mi…….
Empiezo a ponerme nervoso, aún quedan algunos minutos para llegar al trabajo, pero soy fuerte, estoy atento, ya no pasará nada, (…) pues no, tan mala fortuna tengo que no he advertido que NO VI que había a mi derecha una plaza de aparcamiento libre (tesoro circulatorio hoy en día), y digo no advertí, pues si lo hubiera advertido, hubiera mirado de inmediato a mi IZQUIERDA, para adelantarme a lo que ya no puede evitar, volantazo a la derecha del coche de mí izquierda, y el inevitable accidente.

Bueno no pasa nada, unos minutos de pérdida de tiempo, un parte al seguro, y ya está.  (…)


Pues va a ser que no, hoy decidí coger la moto, estoy en el suelo, nadie se acerca, y Dios no quiera que nadie me quite el casco, pues noto cierta humedad bajo el mismo. Sangre.
No sé cuantos minutos pasaron, y note unos pinchazos, unas palabras que no atinaba a componer frases, un sonido de la sirena de la ambulancia, oigo, unas palabras lejanas, “no llegamos, no llegamos, se nos va, ¿pero por qué no se apartan esos coches?

Las normas, no son insignificantes, no son por capricho, nos afectan a todos por igual, pero NO, “NO nos afectan” a todos por igual, unos metros (quizá unos centímetros) para ti, no importan, pero para él, sí. La chapa, la piel. Unos arañazos, una vida, llegar tarde, llegar con vida.
Todas son infracciones, todas llevan sanción, al final para el infractor es dinero, la vida NO.
Otro día más, O NO.

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