Investigadores
argentinos logran recolectar, purificar y comprimir los gases que emiten los
bovinos para utilizarlos como fuente energética. Luz, calor, neveras y hasta un
automóvil pueden funcionar con este biocombustible
Las vacas emiten a la atmósfera una
gran cantidad de gases de efecto invernadero que resultan perjudiciales, un
auténtico problema. Pero científicos argentinos han encontrado una curiosa
solución al asunto, al mismo tiempo que una nueva e increíble fuente de energía
alternativa para uso doméstico. Técnicos del Instituto Nacional de Tecnología
Agropecuaria (INTA) han demostrado que es posible capturar el metano de los
bovinos, transformarlo en biocombustible y utilizarlo para generar luz, calor,
alimentar una nevera y hasta el motor de un coche.
«Como los bovinos liberan gases de efecto
invernadero (GEI) a la atmósfera, proponemos una forma económica y práctica de
capturar esas emisiones y utilizarlas como sustituto energético», explica el
coordinador del grupo de Fisiología Animal del INTA en Castelar (Buenos Aires),
Guillermo Berra.
Hacia el año 2050, se prevé que
disminuyan las reservas petroleras y aumente la necesidad de dar con fuentes de
energía alternativas y renovables. Ante ese panorama, el uso de gas natural
comprimido podría suplirse con este logro.
La energía obtenida de las vacas
serviría para que, «en aquellos lugares donde no llega la convencional, los
productores tengan una alternativa para cocinar, iluminar sus viviendas e,
incluso, conducir sus coches», indica el investigador.
Una vaca=300 l de metano=una nevera
De acuerdo con uno de los técnicos que
participa del proyecto, Ricardo Bualo, el biometano purificado y comprimido
puede ser utilizado para generar energía calórica, lumínica y motriz.
«Una vaca emite alrededor de 300
litros de metano por día, que pueden ser utilizados para poner en
funcionamiento una nevera de 100 litros de capacidad a una temperatura entre
dos y seis grados durante un día completo”, argumenta Bualo. Para el
científico, es necesario transferir este conocimiento a los productores para
que su utilización se multiplique.
Además de brindar respuesta a la falta
o escasez de fuente energética, esta iniciativa busca disminuir la cantidad de
GEI que se emana al ambiente. De acuerdo con un informe de la Organización de
las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las emisiones
asociadas a las cadenas productivas de la ganadería representan el 14,5% de
todas las emisiones de origen humano y, entre las principales fuentes, se
encuentran las producidas durante la digestión de las vacas (39%) y la
descomposición del estiércol (10%).
A este respecto, Berra manifestó que
se busca «aprovechar la fermentación anaeróbica que tiene lugar en el interior
del rumiante para obtener energía renovable e implementar un mecanismo de
reducción de esos gases».
Los investigadores de Castelar
compararon la funcionalidad de un bovino con la de un biodigestor y
consideraron que ambas tienen una fermentación carente de oxígeno, aunque
producen metano y dióxido de carbono en proporciones diferentes. En este
sentido, Berra indicó que en períodos invernales, «el biodigestor necesita
energía para alcanzar temperatura óptima de fermentación, mientras que la vaca
por su propio metabolismo mantiene 38,5 grados de forma continua para hacerlo.
Además, el biodigestor necesita ser cargado y descargado por el personal, y la
vaca se alimenta y desecha sola».
Preciso y casero
Para la captura del gas, los técnicos
del INTA utilizaron un sistema de tubos comunicados directamente con el
interior del rumen –una cavidad del estómago que contiene metano– para llenar
una bolsa de plástico que, a modo de mochila, se ubica en el lomo del animal.
Según indicó el coordinador del
proyecto, «la cantidad de gases recolectados varía según el alimento ingerido y
el tamaño del ejemplar. Una vaca adulta, por ejemplo, emite cerca de 1.200
litros por día, de los cuales entre 250 y 300 son metano».
Debido a que el animal genera
diferentes gases, la iniciativa propone el uso de un compuesto industrial como
la monoetanolamina en un 25% para extraer el dióxido de carbono y el ácido
sulfhídrico y purificarlos hasta obtener una concentración de alrededor de 95%
de metano.
Según señaló Bualo, para que la acción
de la monoetanolamina sea más eficiente, se utilizó un método de burbujeo
similar a los que se utilizan en las peceras, debido a que las burbujas hacen
que haya más superficie de gas que se expone al compuesto y se purifique.
El gas filtrado, que es enriquecido en
metano, se almacena en otro contenedor y, en caso de que sea necesario aumentar
su concentración, se repite el proceso, puesto que para utilizarse con fines
energéticos es necesario que su concentración sea mayor al 60%.
Posteriormente, se lo somete a un
método de compresión sencillo para ser incluido en garrafas. De acuerdo con el
responsable de ese proceso, Diego Mena, «se utilizó una bici-bomba, una
bicicleta fija con un pistón incorporado que permite movilizar el gas y
comprimirlo». Así, este «digestor de cuatro patas» podría ofrecer una doble
solución: generar energía de manera eficiente y sostenible, y evitar la
acumulación de GEI en la atmósfera.
ABC
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